Dia 15: Rey y los celos de Ben

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Rey se detuvo frente al edificio de policía. Revisó su reloj para darse cuenta que Poe estaba tardando más de lo que le había dicho: Veinte minutos de retraso.

Recargó su espalda en la pared de piedra y zapateó la punta de sus botas, ansiosa. Esperaba noticias o algún avance del caso de sus padres, aunque sabía que era demasiado pronto para eso y se sintió culpable de parecer desesperada. Tuvo el impulso de mandarle mensaje a Ben, pero se detuvo porque sabía que estaría trabajando y no quería molestarlo. Quizás más tarde podrían verse.

— Rayos —pronunció alguien a unos metros de ella. La castaña levantó la mirada y se encontró con un joven pelirrojo que miraba a las ventanas de los pisos superiores de la estación de policía, como buscando o esperando algo.

— ¿Te encuentras bien? —se acercó a él algo preocupada y cuando sus miradas se cruzaron ella sintió que lo había visto en algún lado.

— Yo... oh...

Rey ladeó su rostro y lo estudió. Descubrió que el inquieto muchacho llevaba entre sus manos una rosa roja.

— ¿Vienes a ver a tu novia?

— No... —dijo agachándose—. Rose no es mi novia... ella... aún no.

— Oh... ¿una situación difícil? —el joven asintió ante sus pregunta—. Deberías entrar a buscarla.

— No, creo que es mejor así por ahora. Ten —le alargó la rosa—. Consérvala —le dijo ya dándose la vuelta cuando ella tomó el tallo.

— Oye, espera... ¿puedo saber quién es el que me da esta hermosa flor? Para decirle a Rose que te busque —Rey le guiñó el ojo.

— No hace falta que le digas, de verdad. Estoy tratando de respetar su decisión, sin mucho éxito como puedes notar —se encogió de hombros y luego le alargó la mano—. Soy Armitage.

— Un momento... no puede ser ¡No puede ser! ¡Con razón! ¡Sabía que te conocía de algún lado! eres el autor de la Dama, la Diosa Roja y el General de la Primera Orden ¡Oh por dios! —exclamó ella dando saltitos y estrechándole la mano con efusión.

— Vaya, me siento halagado, casi todos leen el último nada más y no conocen mis demás trabajos —sonrió, genuinamente contento.

— Es un gusto, de verdad, y sé que has de escuchar esto diario, pero eres mi autor favorito. Simplemente me encanta cómo manejas el misterio, la intriga y el romance. No puedo creer que esta galaxia sea tan pequeña, pero me alegra conocerte.

— El gusto es mío, ¿señorita...?

— Rey Johnson.

— Bien, Rey... ¿Estás esperando a alguien?

*

— Y así fue como pasé la siguiente hora hablando con el mismísimo Armitage Hux ¡no puedo creer la suerte que tuve! ¿Sabes? Él también está buscando a su madre y creo que por eso nos entendimos tan bien. Se nota que ha sufrido ¿Ben? ¿Qué tienes?

El empresario había clavado su vista hacia un punto de la decoración del café de Maz y aunque escuchaba a Rey, estaba más metido en sus pensamientos y miedos que en lo que ella le contaba.

— N-Nada, me alegra que lo hayas conocido, es tu autor favorito. Aunque yo esperaba que fuera un tipo viejo y calvo la verdad.

— ¿Qué dices? Si bueno, es joven, creo que mas o menos de tu edad, pero estaba adelantado en estudios, salió de la universidad y enseguida publicó sus dos primeros libros, unas joyas.

— ¿Cómo sabes eso? ¿Te lo contó?

— No, lo leí en su biografía en internet

— Ah... —fue lo único que atinó a decir. Quería contarle que se había reunido con sus padres y que estaba pensando seriamente en tratar de arreglar las cosas con ellos pero su juicio se vio nublado. Era tonto y se comportaba como un crío, pero sus alarmas comenzaban a dispararse, pensando en que quizás ella lo abandonaría. Que preferiría a alguien más antes que a él, que quizás se arrepentiría de comenzar a conocerlo.

Y Rey pareció captarlo por sus secas expresiones. También quería contarle que Poe no le dio buenos augurios con tan poca información y ella se sentía devastada. Comenzó a enojarse también.

— Dices que te alegras por mi pero tu cara refleja otra cosa. a lo mejor mis gustos te parecen banales, pero de verdad que me ha hecho feliz conocerlo. Disculpa si no soy la clase de chica que esperabas, no tengo trabajo, soy huérfana, no soy nadie.

Ella se estaba yendo y él no podía dejar que eso pasara. Ya no. Tenía celos y miedo, pero también quería que ella le conociera en su forma más vulnerable, contarle de lo que a él también le hacía feliz.

La siguió afuera del café. Los copos de nieve caían, la gente caminaba sin reparar en ellos.

No le costó alcanzarla en la esquina, pues sus piernas eran más largas que las de ella. Le tomó la mano y ella se giró con los ojos llorosos, dispuesta a atacar, pero él se adelantó:

— Pero no para mi Rey, para mi ya lo eres todo, perdóname por favor.

— Oh Ben... yo... —lo miró embelesada. Se dio cuenta que no era la única que tenía miedo a dar algún paso, pero eso se iba a terminar. No necesitaba más tiempo con él para saberlo. Se puso de puntillas, observó sus hermosos ojos cafés y después, al mismo tiempo, cerraron los ojos.

Sus labios rodaron juntos, disfrutando de esa sensación cálida y suave. Dejaron de escuchar el ruido de los autos. Eran ellos dos en el mundo en un 15 de diciembre que guardarían para siempre en sus corazones al igual que su primer beso.

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora