Día 7: Rey y el cliente que le pidió una cita

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El olor del panqué de nuez que Maz estaba horneando llegó a la nariz de Rey quién estaba recargada en el mostrador y miraba a las parejas que platicaban en las mesas, absortos del mundo, sonrientes y visiblemente enamorados.

A veces, no podía evitar sentir un poco de envidia por esos novios que paseaban por las calles de la mano.

La decoradora se recriminó un poco. Era 7 de diciembre, lo que significaba que hacía ya una semana que había llegado a la ciudad junto con la primera nevada de diciembre y no había hecho gran cosa para encargarse del asunto que la llevó a la ciudad: su origen.

No iba a negar que sentía algo de miedo por enfrentar la verdad, pues resultaba que la estación de policía estaba apenas cruzando la calle y ella aun no tenía valor de ir ahí. El ayudar a Maz en su negocio estaba resultando una gran y satisfactoria distracción que empezaba a no querer soltar, aunque sabía que si quería buscar trabajo de su profesión porque el alquiler estaba corriendo. Había conseguido instalarse en un departamento pequeño pero acogedor, que moría por personalizar a su gusto, pero para eso tenía que ponerse a trabajar.

Inevitablemente ese último pensamiento la llevó a pensar en el joven Ben, su primer cliente en Naboo y hasta ahora el más misterioso, intrigante y atractivo hombre que había conocido en su corta vida.

Al principio de su llegada, él se había resistido a que ella pusiera un poco de espíritu navideño a su hogar y la verdad había temido que la corriera, porque a primera vista le pareció amenazante, pero después, cuando ella se centró en lo suyo, las cosas dieron un giro interesante.

Rey pensó que la dejaría trabajar sola como muchos clientes hacían, pero cuando comenzó a abrir las cajas de las esferas y tomar en sus manos el desastre de su sala él se quedó parado a una distancia considerable, mirándola.

Poco a poco se fue acercando hasta que terminó ayudándola.

Curiosa de naturaleza, ella le había preguntado por su evidente apatía por la navidad y él se abrió contándole las razones. Eso la conmovió demasiado, pero debía reconocer que lo que terminó por atrapar fueron los ojos del joven pues reflejaban una tremenda tristeza y a la vez, anhelo.

Sabía que estaba mal pensar tanto en él, pero no podía quitarse de la cabeza la expresión de aquel hombre que parecía solitario pero que develó su hermosa sonrisa cuando ella colocó una estrella en la punta de su árbol.

*

Las manos le temblaban a Ben. Llevaba diez minutos afuera y ya había hecho un surco de nieve en la acera de tantas vueltas que daba en un mismo lugar.

Sabía que la jovencita de la cual quedó prendado estaría en el café de Maz porque se lo había comentado. Así que Ben había acudido hasta ahí movido por las ganas de volver a ver su hermoso rostro pecoso que lo había hechizado y lo incitó a hablar cuando él nunca se abría con nadie...

Esa sensación que había creído muerta junto con la partida de su abuela, había llenado la habitación con Rey ahí, haciendo moños, sonriendo y mirándolo.

Y él se había sentido como nunca antes; escuchado.

Ben enfiló a la puerta, guiado por la cálida sensación que la bella chica de Jakku le estaba provocando.

*

Rey apenas escuchó que la puerta se abría, salió de su ensoñación para descubrir la corpulenta e impresionante figura del joven que le había intrigado tanto. Su cabello negro caía en ondas enmarcando su cara y sus mejillas cubiertas de rubor.

— H-Hola, Ben, qué sorpresa —le saludó recorriendo su rostro lleno de esos lindos lunares. Por la fuerza, cuán atractivo le resultaba—. ¿Qué te sirvo? ¿Vienes por un café?

— Yo... en realidad —se aclaró la garganta y se recompuso—. Quisiera un café por favor... contigo... —Rey alzó una ceja y sonrió.

— ¿Me estás invitando a salir?

— Si —agachó la cabeza un poco, avergonzado. Rey se encaramó en la barra y colocó una mano en su barbilla para que la mirara.

— Me encantaría —contestó haciendo que él sonriera de esa forma que ya la estaba volviendo loca.

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora