El pelirrojo revisaba por segunda vez el capítulo quince de la nueva novela que había comenzado, inspirado por Rose.
Releía cambiando verbos y estudiando la sintaxis de su texto y todo le encantaba. no porque fuera presuntuoso con sus habilidades como escritor, sino porque el corazón de ese libro era, precisamente, la jovencita de la cual se había prendado. Era como escribir las palabras, hilar diálogos y personajes y sentir que le estaba contando la historia a ella. De esa forma se sentía acompañado, aunque Rose ni siquiera se encontrara ahí con él.
Desde que no sabía nada de la agente Tico, había volcado su tiempo escribiendo a modo quizás de terapia. Aquel libro sería para ella, se lo prometió a sí mismo, así no volviera a verla o decidiera apartarse de él.
Hux echó la espalda hacia atrás topando con el respaldo de su silla, tomándose un descanso. Pensó en que, visto de fuera, cualquiera podría decir que no conocía a Rose lo suficiente y por lo tanto no había motivo suficiente para ponerse mal, pero para él no funcionaba así y menos con Rose que había estado con él durante un momento muy difícil de su vida. Ella y su hermosa sonrisa y comprensión lo habían ayudado a abrirse como nunca antes lo hizo con nadie. A lo mejor le daba mucho valor a las cosas y ese era su problema, o la Navidad que se acercaba lo estaba poniendo mal porque otro año más se encontraba en la misma situación de siempre. Tragándose su soledad.
Volteó a ver el calendario que colgaba de la pared. Se puso de pie y fue hasta ahí tachando con una equis roja el 16 de diciembre.
El timbre de su departamento en el quinto piso sonó haciendo que se sorprendiera. No tenía visitas, nunca las tenía. Sabía que no era Phasma porque hacía una hora había hablado con ella por teléfono.
Se detuvo frente a la puerta y el pensamiento que lanzó al aire se materializó cuando la abrió. Ahí estaba ella, sosteniendo una caja de cartón entre las manos.
— Yo...
— Pasa, por favor.
La jovencita asintió entrando a la pieza, se quitó los guantes y la bufanda y los dejó en el reposabrazos del sillón. Admiró el hermoso espacio bellamente decorado de motivos Navideños y el árbol encendido en la esquina. Sintió ternura, parecía que al escritor también le gustaba la Navidad tanto como a ella—. Perdón por venir sin avisar.
— No sabía que te había dicho dónde vivía.
— No me lo dijiste, lo vi en el expediente, perdona.
— No —negó con la cabeza—. Estoy feliz de que hayas venido... te extrañé —admitió él poniéndose rojo, pero sin arrepentimientos de decirlo.
— Yo también... —admitió. Armitage se había quedado a una distancia considerable, viéndola. Le mostró las palmas y se acercó a su encuentro en medio de la sala.
— Esta vez... ¿te quedarás? —preguntó con cautela él. rose casi se derrite ante sus ojos azules como el cielo.
— Si tú quieres que me quede.
— Si quiero... —los dos se dejaron caer en el sillón, sosteniéndose la mirada—. Sé que has venido a darme noticias del caso, lo veo en tus ojos, pero no quiero ensuciar este momento con eso, es un día especial.
— Es importante que lo sepas...
— Hoy no, hoy solo quiero disfrutar de tu compañía —el escritor pasó un dedo por la sien de Rose que viajó hasta un mechón suelto que acomodó detrás de su oreja—. ¿Puedo...?
— Se está tardando señor escritor...
Juntaron sus frentes primero. Armitage siguió el puente de la nariz de Rose con el suyo, bajando lentamente hasta su boca. Se detuvo a milímetros de ella y la miró como pidiendo nuevamente el consentimiento y fue Rose la que rompió la distancia por fin.
Armitage coló su labio inferior entre los pequeños pero carnosos labios de ella. la tomó por los hombros, y Rose colocó sus dedos en la cara del joven, acariciando apenas con las yemas su barba.
Segundos después, con la respiración a mil, se despegaron. compartían los nervios y la felicidad.
El escritor la atrajo hacia su pecho y se quedaron abrazados, escuchando el corazón del otro latiendo desbocado y confirmando que ambos se sentían de la misma forma.
Pasaron la tarde platicando en el sillón de la sala, acurrucados y besándose de tanto en tanto. Compartiendo pensamientos y anécdotas de sus trabajos e infancias.
— Oh, lo olvidé, lo que te traje —Rose se incorporó y abrió la caja circular que descansaba en la mesita de centro. Al General le gustaba la tarta de manzana, así que supuse que a ti también.
— Si, de hecho es mi postre favorito, mi madre... ella solía hacerlo y lo comíamos juntos mientras me contaba cuentos o historias. fue algo que quise poner en el libro para honrarla. Aunque, la verdad nunca he encontrado uno que sepa igual al que ella hacía.
— Bueno, es que ella ponía su amor para ti en la tarta, supongo que jamás podrías encontrar algo tan parecido, pero aun así espero que este te guste.
Él fue directo a la cocina y regresó con dos platos de porcelana, dos cucharas y un cuchillo que le pasó a Rose para que cortara las rebanadas.
La chica sirvió un buen pedazo para cada uno y el pelirrojo ya estaba por probar el suyo cuando ella le interrumpió.
— Yo te doy, venga, quiero ver tu cara al probarlo —le dijo ofreciéndole un trozo con su cuchara. El se sonrojó.
— ¿No le habrás puesto algo y por eso quieres que lo pruebe antes?
— Me pillaste, le puse una pócima para que caigas a mis pies —bromeó ella, alzando una ceja.
— No era necesario, hermosa. Te lo aseguro —rio divertido y le dio un besito rápido. Abrió la boca y ella le acercó la cuchara.
El pálido rostro de Hux se iluminó enseguida. Sus ojos se abrieron de par en par reconociendo el sabor. Era el que recordaba, el que lo transportaba a sus días felices corriendo en el campo afuera de la casa donde vivían y a los brazos fuertes y amorosos de su madre.
Terminó de masticar con las lágrimas formándose en sus ojos.
— ¿D-donde... ? ¿Dónde compraste esto?
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Last Christmas
FanfictionDiciembre comienza. El viento frío choca contra la piel. Es un frío que un abrigo no puede contrarrestar. Los aparadores de las tiendas y las calles están llenos de luces y armonía. Diciembre hace pensar a los corazones... Está ahí, el anhelo de al...