Dia 9: Ben y la chica que buscaba a sus padres

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La vez que se armó de valor, después de muchísimo tiempo de no hacerlo, consiguió que la hermosa chica decoradora que le había contratado su madre, le diera una cita.

Aquel día, después de que ella se fuera de su departamento y él se encontrara de nuevo solo, admirando todos los adornos en su sala, sintió la cosquilla de la curiosidad recorrer su piel. Pensó en él, representado por los tonos negros de los accesorios de su casa y en ella, como las luces del arbolito que acababan de poner juntos, alegre y colorida. Una metáfora perfecta.

Por supuesto que no la conocía y quizás se estuviera atreviendo a dejar volar su imaginación, pero, Rey le había despertado eso que sentía dormido desde hacía algún tiempo. Había meditado mucho antes de ir al café Takodana y pedirle una cita, y enseguida que lo soltó, sintió que era un error, no por ella, sino porque él mismo tenía miedo de volver a meterse en esos asuntos que implicaran abrirse.

Pese a todos sus temores, aquella tarde del 9 de diciembre, todo estaba saliendo bien. Caminaban hombro con hombro y bajo un paraguas, atravesando el parque central. Ben miró de reojo a Rey sólo para descubrir que ella también lo estaba observando. Varios copos de nieve habían quedado atrapados en el cabello suelto de la castaña, dándole un toque de ternura a su bello rostro.

— Es maravillosa la época de Navidad en esta ciudad —comentó sin poder ocultar el entusiasmo que Ben ya le conocía por la temporada—. Todas las calles y negocios están adornados y hay ese espíritu de paz en todos.

— ¿Nunca habías venido a Coruscant? —le preguntó Ben, mientras Rey observaba el aparador de una tienda de ropa.

— No. Es la primera vez que salgo de Jakku.

— Ya veo ¿Y qué fue lo que te hizo venir desde tan lejos? —Rey detuvo su caminar y clavó sus orbes verdes en él. Ben la sentía recorrerle cada centímetro de la cara, analizando algo—. Lo siento, eso es algo muy personal. No tienes que contármelo de verdad, apenas me conoces —dijo él sintiéndose un poco mal de estar tanteando un terreno donde era muy pronto para entrar. Que él le hubiera confiado el hecho de que la Navidad le costaba mucho no quería decir que iba a recibir eso de vuelta, y lo entendía, aunque deseaba que ella pudiera confiar en él.

— No, no es eso es que... bueno no me gustaría que sintieras lástima por la historia de una huérfana como yo —soltó la jovencita mientras metía las manos en los bolsillos de su abrigo café de lana—. Mi padre Ryan es en realidad, mi padre adoptivo —confesó buscando en la mirada de Ben la incomodidad, pero no la halló.

— Gracias —susurró Ben de pronto,

— ¿Por qué? —las cejas de Rey se curvaron en duda.

— Por contarme algo tan personal como eso. Escucharé lo que quieras contarme, de verdad y, por favor no pienses que tendría lástima por ti, me gustaría conocerte —pronunció armándose de valor de nuevo—, s-si tú quieres claro.

— Por eso acepté, porque quiero —sonrió ella con ternura. El rubor se posó en las mejillas de ambos, pero ninguno se atrevió a decir nada.

Retomaron la caminata de nuevo y cuando Ben pensó que el silencio volvía a meterse entre ellos, Rey tomó la palabra de nuevo.

— La verdad es que vine aquí porque este lugar es la única pista que tengo acerca de mis padres. En el pasado pensé que nunca sentiría curiosidad por eso, pero el último año sentí la necesidad de conocer mi origen.

— Entiendo... viniste por respuestas.

— Si, pero, no he podido. La cafetería de Maz está frente a la comisaría y yo aún no tengo el valor de entrar ahí. Si te soy sincera tengo algo de miedo, no sé si esto es una buena idea.

— Rey, creo que, si sientes que es importante para ti debes hacerlo, y si me permites creo que podría ayudarte. Conozco a la directora de investigaciones, es amiga de mi madre y es como de mi familia.

Ben vio que Rey estrujaba las manos enguantadas, señal de nervios. Estaba a punto de decirle que podía tomárselo con calma y meditarlo cuando ella le sorprendió.

— Creo que, he tenido miedo todo este tiempo porque nunca en mi vida me sentí tan sola... Ben... ¿me acompañarías en esto?

— No estás sola —declaró el alto joven—. Y por supuesto que te acompaño, Rey.

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora