21. Culpa

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Satoru inspeccionó el rostro del chico, que sostenía un pañuelo pegado contra su nariz. La sangre dejaba progresivamente de calar la tela, pero el rojo seguía siendo el color de su dolor.

—Espera aquí un momento. —Su maestro de piano acarició durante un instante su cabeza, para luego desaparecer por la puerta.

Tenía frío. Megumi Fushiguro nunca había sentido tanto frío, ni siquiera cuando había ido de vacaciones a esquiar a la montaña, años atrás; ni siquiera tanto frío como el que solía asentarse en sus manos cuando llovía.

Sentado sobre la tapa del váter de aquel piso, temblaba. Tenía las lágrimas atrapadas en sus ojos irritados, la cara aún empapada de aquella expresión de terror y agonía. Era incapaz de moverse o de cambiar de postura, estaba mejor quieto, paralizado, recordando la voz de su padre gritándole.

Se había quitado la sudadera blanca, manchada de sangre, y su ex profesor le había dejado una camiseta de color verde militar, que le recordaba a su padre. Todo lo que se colaba en su mente le recordaba a él. Excepto el tacto de los dedos de Gojō, aquello era suave y provocaba que cerrara los ojos, tratando de llenar su cabeza de otros temas.

Tenía el cuerpo dolorido. Incluso había rechazado mirarse al espejo del baño de baldosas blancas, prefería quedarse observando los azulejos lilas, buscando el color de las alas de alguna mariposa que tenía atrapada en su corazón; mariposas muertas en su pecho.

De repente, oyó voces que venían del pasillo. Bajó la cabeza, completamente sumiso a cualquier cosa que le dijeran, no quería volver a cometer más errores. No quería volver a ser un chico desobediente y egoísta.

Sí, había sido un egoísta de mierda.

—Dios mío. —Un Tojo recién despertado aparecía a trompicones por la puerta, andando con prisa, pasando frente al lavamanos. Se arrodilló frente a él, tocándole las manos con una expresión de terror. —¿¡Quién te ha hecho esto!?

Apretó los labios, sintiendo que le tomaba del mentón y lo alzaba ligeramente. Se fijó en sus ojos de mar, los que compartían, el cómo le miraban con tristeza y enferma curiosidad. Ladeó la cabeza en cuanto su hermano rozó con uno de sus dedos su mejilla izquierda, sin poder evitar soltar un pequeño quejido de dolor.

—Tienes un jodido cardenal en la mejilla. —El hombre abría ligeramente la boca, impresionado, frustrado y enfadado al mismo tiempo. En lo que había sido la limpia piel lucía un desagradable hematoma, algo hinchado, con una mezcla de color entre rojizo y morado. —Tienes un puto cardenal.

Tenía las lágrimas fluyendo como pequeños riachuelos por su rostro, de nuevo, intentando en vano sollozar en silencio. Sorbió por la nariz, con otro quejido al comprobar que, si la arrugaba, también dolía. ¿Acaso todo en aquel mundo era dolor?

—Por suerte no le han roto la nariz, sólo fue un golpe. —Satoru se apoyó en la pared de delante, de brazos cruzados. Llevaba el pantalón gris de pijama y un jersey color crema, muy probablemente suave y caliente. Le dio una bolsa con hielo a su pareja. —Lo de la mejilla sí ha debido de ser un golpe realmente fuerte.

Lo único que necesitaba era a alguien que le dijera un te quiero sincero.

—Vamos, Megumi. —Lo instó Tojo, poniendo el hielo en la piel maltratada de su rostro. El chico se estremeció. Estaba frío. —Di algo, joder.

Negó con la cabeza, sin atreverse a mirarle a la cara. Puso una mano sobre la suya, sobre la que sostenía la helada bolsa.

—¿Puedo dormir contigo? —Alcanzó a susurrar, con la voz completamente rota.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora