2. Confianza

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—Confías en mí, ¿verdad?

Fushiguro se arrepintió al instante de haber contestado aquello con una afirmación. Se aferró a él con fuerza, evitando mirar al suelo, que se movía a toda velocidad a tan sólo unos centímetros por debajo de sus zapatos. Nunca había montado en skate, pero, si de algo estaba completamente seguro, era de que estaba hecho para una sola persona.

Ahogó una exclamación —más bien un insulto— cuando su amigo eligió como el mejor camino posible una empinada cuesta hacia abajo. Agarró su sudadera, pegándose con los ojos cerrados a uno de sus omóplatos, mientras escuchaba sus risas de pura euforia.

No hacía demasiado rato que habían comido en un restaurante de comida rápida. Si seguía de aquella manera, probablemente acabaría engordando y no quería que su padre le diese una reprimenda por no cuidarse. Apretó los labios, flexionando ligeramente las rodillas para no caer a la primera de cambio, cosa que ya había empezado a temer desde que se había subido.

—Eres un exagerado. —Yuuji detuvo el maldito trasto cuando llegó al final de aquella horrible pendiente que, desde abajo, no parecía gran cosa. Tocó las manos de Megumi, que se aferraban a su cintura. Si hubiese llevado ropa de verano, estaba completamente seguro de que tendría las marcas de sus uñas en la piel. —Pareces un gato asustado. Venga, ten algo de dignidad.

Refunfuñó para sí mismo y dejó de ocultarse tras su espalda, agradeciendo poder pisar tierra firme. Se sentía como un pirata que acababa de sufrir un naufragio. Exhaló por la boca, aliviado, todo el aire que había contenido en sus pulmones y alzó la mirada para encontrarse a un sonriente Itadori, que lo miraba como si fuera un auténtico animal de zoológico.

—Un gato despeinado, sí. —Comentó, antes de soltar una carcajada.

—Te mataré si sigues burlándote de mí. —Fushiguro se atusó el pelo, frunciendo el ceño y se alejó de él y su horrible monopatín, buscando algún lugar en el que sentarse.

E Itadori sólo podía pensar en lo precioso que se veía cuando algo le molestaba, pues arrugaba la nariz de una manera graciosa y alzaba el labio superior en una mueca. Sí, Megumi era perfecto en todas sus facetas y expresiones, pero, de todo aquello, se quedaría con el recuerdo de sus manos agarrándose a su cintura, como si fuera el único sitio seguro del mundo.

O como si no quisiera abrirse la cabeza contra el cemento, pero lo anterior le resultaba mucho más romántico. Suspiró de puro amor por la persona que, probablemente, jamás podría tener. Aquello era tan cruel e injusto.

Lo siguió hasta el banco en el que se había sentado y desde el que lo miraba con rencor. Estaba sentado, de piernas cruzadas, frente al lago del parque al que habían decidido ir. Itadori sacó de su riñonera un pequeño pedazo de pan envuelto en plástico que habían comprado media hora antes, para alimentar a los patos.

Megumi le dio un pequeño golpe con el codo, por el suceso anterior, antes de pegarse más a él y ayudarle a desmigar el pan.

—Me gustaría pasar el resto del día contigo. —Dijo Yuuji, observando de cerca las largas pestañas y sus ojos, que se clavaron en los suyos incómodamente. Sólo pudo desear tener más valor para, algún día, poder acortar aquella distancia que los separaba. —Me da igual que tengas un examen en un mes.

—Está bien. —Se encogió de hombros. Desde que su amigo lo había despertado, quitándole las sábanas y pegándole con la almohada, había aceptado que no iba a estudiar hasta, como mínimo, el día siguiente. —Hace bastante que no lo hacemos, trato hecho. —Bajó la mirada para recibir en mano un montón de migas de pan y, cuando la alzó de nuevo, sólo pudo sonreír ante el brillo de los ojos de su amigo. —A veces te echo un poquito de menos.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora