Epílogo

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Varios años antes

Itadori salió al patio del instituto con una gran sonrisa pintando su rostro. Apretó contra su pecho el tupper que su madre le había preparado, con comida para el almuerzo y miró a su alrededor.

Grupos de chicos y chicas paseaban de un lado a otro. Al fondo había una cancha de fútbol, donde algunos jugaban. Había gente de cursos mayores y menores, diversidad por todos lados y aquello le encantaba.

De repente, se dio cuenta de que estaba solo.

Su sonrisa se deshizo torpemente y miró el tupper, avergonzado, se abrazó a él, pegándolo a la sudadera amarilla que llevaba. Incluso creía que era observado por algunos. Se apartó de la entrada cuando un par de chicas pasaron por su lado, charlando sobre quién sabía qué.

Tenía un poco de aquello en su interior, un poco de vacío que había estado intentando ahuyentar durante los días anteriores. Hacía poco que se había mudado y aquel era su primer día. Sin embargo, aún no había logrado conocer a nadie. Podía ver a aquella chica de pelo moreno, cuyo nombre no recordaba, que le había saludado, pero estaba sentada en un banco con otra, más mayor y de pelo teñido. No quería molestar o parecer una carga.

Se dijo que sería cuestión de tiempo que pudiera socializar. Por muy amable y divertido que era, en su antiguo colegio solían dejarle de lado, las cosas siempre le salían mal y no llegaba a crear un vínculo realmente fuerte con nadie. Pero se había mudado, las cosas eran diferentes, como cuando uno comenzaba un nuevo año.

Era una nueva persona, sí. Incluso se le habían quitado un par de horribles granos que tenía en plena frente y había estrenado unos pantalones azules, holgados y rotos, que su madre le había regalado.

Miró a su alrededor, buscando un sitio donde pasar el rato. Sus ojos de avellana se posaron en aquel chico sentado en un banco, solo. Tan solo como lo estaba él.

Una chispa de esperanza se encendió en su pecho y tomó valor para caminar hacia el banco. Se acercó con una pequeña sonrisa, observando aquel pelo negro y probablemente esponjoso, la cabeza gacha, mirando al regazo. Reconoció al instante la ropa de deporte, la enorme camiseta de licra, que le sobraba varias tallas.

—¡Hola! —Exclamó, tal vez demasiado alto. Se sentó de golpe al lado del muchacho, que pegó un respingo, asustado. —Soy Yuuji, la profesora me sentó a tu lado, ¿recuerdas?

Su compañero de mesa alzó una de aquellas perfectas cejas y no pudo evitar pensar en lo llamativos que eran sus ojos azules. Parecían dos canicas en medio del cielo, dos burbujas en medio del mar. Se acercó un poco a él, esperando a que dijera algo.

—No. —Musitó el chico, encogiéndose un poco de hombros.

Itadori no supo qué decir. Lo cierto era que, al sentarse a su lado, él ni siquiera lo había mirado. Jugueteó con sus manos, tamborileando los dedos contra el tupper.

—¿Cómo te llamas? —Acabó por preguntar, manteniendo su característico tono alegre. —¿Tienes hambre? Seguro que sí, tengo comida.

Abrió el tupper y le mostró el interior, donde descansaban varias piezas de fruta. Se acercó un par de centímetros más, al ver que dudaba.

—Megumi. —Murmuró su compañero, abrumado por tanta intensidad. Tomó un trozo de fresa con timidez, sintiéndose nervioso. —Gracias.

Quería saltar de felicidad. Conocía a alguien, al chico con los ojos más bonitos de todo el instituto, de todo el mundo. Tenía unas pestañas hermosas, rizadas, y quiso poder rozarlas, aunque solo fuera con la punta de los dedos.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora