17. Charla

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Dos semanas más tarde

—Seré sincera, temo que acabes dependiendo de él de la misma manera en que dependías de tu hermano. —Comentó, después de apuntar alguna que otra cosa en su libreta.

Fushiguro ladeó la cabeza, confuso. Ya llevaba varios días acudiendo periódicamente a la consulta de Miwa, buscando desahogarse de ciertas cosas que le atormentaban. Entre ellas, aquel examen de doce temas que se acercaba peligrosamente y la presión que su padre ejercía con fuerza sobre sus hombros.

Había llamado a Itadori antes de entrar al centro de salud para preguntarle si le parecía bien que su psicóloga supiera de su relación. Quería contárselo porque era algo importante en su vida. No sólo el hecho de tener pareja, sino también porque Itadori era importante para él.

—Yo no dependía de mi hermano. —Soltó, cruzándose de brazos, notando que la cazadora de cuero que llevaba sobre el fino jersey de lana azul se tensaba en la zona de sus brazos.

—Sí dependías de él, Megumi. Si no quieres aceptarlo está bien. —Dijo, comprensiva. Incluso acompañó sus palabras de una sonrisa. —Pero recuerda que no sabías ni quién eras cuando no estaba contigo, ni siquiera podías dormir ni hacer vida normal.

Al otro lado de la mesa de roble, Kasumi se retiró el pelo teñido que caía sobre uno de sus hombros, echándolo hacia atrás, esperando una respuesta. Las paredes de color claro combinaban con la ropa de la chica, con aquel vestido de lunares lima y crema que llevaba, bajo la bata blanca.

—Pero... —Intentó justificarse, recordando con claridad el tacto de las sábanas de la cama de Tojo, la necesidad que tenía de estar con él a todas horas para no desmoronarse. —Con Itadori no es así. Me siento bien cuando estoy con él, joder, es genial, pero no es lo mismo. No dependo hasta tal punto, como hacía con mi hermano.

—¿Y hasta qué punto habéis llegado vosotros dos?

Fushiguro frunció el ceño, confuso, tratando de discernir a qué se refería exactamente. Apretó los labios, pensando en todas las veces que se habían visto durante aquellas dos semanas. Cuando estaba con su madre, invitaba a Yuuji a su casa y acababan tumbados en la cama, tomados de la mano y mirando al techo.

También era al revés, había ido a la casa del otro un par de días, para hacer deberes y estudiar. Habían sabido controlarse y habían establecido tiempos de trabajo y tiempos de descanso. Y era en esos últimos cuando se abrazaban y compartían pequeños besos y susurros.

—No sé. —Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia al asunto. —Estamos bien, somos una pareja normal.

Pareja. Aquella palabra aún sonaba extraña en su boca. Si miraba hacia atrás podía ver que Yuuji y él siempre habían estado como en aquel momento, juntos, saliendo al cine, a cafeterías, compartiendo risas; lo único que faltaba era sustituir la palabra amigos por aquella otra, añadir un par de cucharadas de azúcar y mimos en el pelo y ya estaba. Ya eran novios, hacían cosas de novios.

—No sé cómo te afecta esta relación si no me lo cuentas, Megumi. —Dio un pequeño golpe en el suelo, con uno de sus tacones, al descruzar las piernas para apoyarse en la mesa con los codos, curiosa. —Eso es lo que intento saber. La última vez que sucedió algo nuevo en tu vida acabaste llorando frente a quien querías.

Kasumi se refería a su hermano. Sí, aquello también se lo había contado, debía hacerlo. Le dijo que había sido un idiota que no sabía controlar sus emociones, e incluso se le habían saltado las lágrimas hablando del tema con ella.

Se consideraba afortunado de que Tojo no le hubiera echado de su casa, de tener los abrazos de Itadori y una psicóloga estupenda que le ayudaba siempre que lo necesitaba —aunque a menudo era algo cotilla—.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora