13. Promesa

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Tres años antes.

Fushiguro se atragantó con el humo al posar el cigarro en su boca e inhalar con demasiada fuerza. Tosió, encorvándose, sentado al borde de su cama, con los ojos llorosos y la cara rojiza.

La puerta de su habitación se abrió de golpe y su hermano entró sin siquiera pedir permiso, cerrando tras de sí con relativa fuerza. El chico se acercó a él rápidamente y le arrebató el cigarro que sostenía entre los dedos, arrojándolo al cenicero también robado.

—¡Idiota! —Le gritó, visiblemente enfadado. Lo tomó de los hombros y se inclinó para mirarle. —Sabía que lo tenías tú.

Pronto, se fijó en que el adolescente no dejaba de toser, expulsando pequeños hilos de humo por su boca y fosas nasales, agarrándose del pecho. Parecía asustado con todo aquello que salía de su cuerpo con torpeza.

—Joder. —Soltó el otro, se sentó a su lado y le dio un par de palmadas suaves en la espalda. —Venga, inspira y expira, no es tan difícil. Esto te pasa por irresponsable.

Asintió, intentando hacer lo que le había dicho. Incluso tragó saliva poniendo una mueca de asco y logró recuperarse de la impresión y del humo de sus pulmones.

Alzó la vista, sonriendo torpemente con lágrimas en los ojos, le ardían un poco. Su hermano mayor era la viva imagen de su padre, con el mismo pelo negro en un sencillo corte y los mismos ojos claros y puros. Tal vez por ello lo habían llamado Tojo, porque se parecía demasiado, mientras que él sólo era... Él. Fushiguro no sabía a quién podía recordar con su aspecto.

—Además, esta camiseta es mía. —Se quejó, tironeando de la tela, jugando. Sin embargo, la risa desapareció cuando vio que estaba temblando. —Megumi, ¿estás bien?

De repente el susodicho se apegó a él con fuerza, abrazándolo. Sorprendido, Tojo correspondió con lentitud, acariciándole la espalda con cariño, sin decir nada. Aquel pequeño cuerpo se estremecía entre sollozos. Le parecía tan delgado que temió romperle y aflojó el tacto, revolviéndole el pelo con gracia para levantarle el ánimo.

—¿Por qué hacéis como si no hubiera pasado nada? —Antes de que el mayor pudiera decir nada, lo volvió a cortar, acompañando sus palabras de un quejido lastimero. —Te ha pegado, ¿verdad? Lo he oído, lo he oído desde aquí.

Se aferró a su pecho con fuerza, cerrando los ojos, sintiendo las lágrimas derramarse por sus mejillas. Escuchaba el corazón de su hermano latir por debajo de la sudadera que llevaba.

—Nadie me ha pegado, cachorro. —Lo llamó por el apodo cariñoso que le había puesto, tiempo atrás, cuando se reía de él por estornudar como un gatito. —Sólo hemos discutido. Pretendo hacer que te sientas mejor, no es mi intención hacer como si no pasara nada.

—Mamá se ha ido. —Susurró, negándose a despegarse de él. Le gustaba estar entre sus brazos, se sentía protegido del mundo exterior, que sólo le hacía daño y jugaba con su corazón. —Es la tercera vez esta semana.

Tojo suspiró, resignándose a estrecharle con amor fraternal. Siempre habían estado ahí el uno para el otro. A decir verdad, le gustaría que dependiera menos de él, emocionalmente hablando, y se centrara en hacer amigos en la escuela.

Aunque, durante los últimos meses lo había visto con un chico alegre que decía que iba a su clase. Se alegraba infinitamente por él, pero seguía abriéndole la puerta de su habitación, por la noche, cuando tenía miedo, y seguía cuidándolo como si aún fuera un niño pequeño. Sentía que lo estaba malcriando en aquel sentido.

—Pronto yo también me iré. —Ocultó la nariz entre su pelo negro, color que compartían, y exhaló el aire con fuerza, notando la creciente tensión de sus músculos. No quería que le diera un ataque allí mismo. —Era algo que quería decirte.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora