4. Frío

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Yuuji se asomó a la puerta de la clase, no sin antes mirar la forma en la que estaba vestido, pensando en si le gustaría o no. Contento, sonrió al reconocer su agradable rostro y sus cansados ojos en la primera fila. Se acercó a él, sin importarle las miradas que cuestionaban su presencia en aquel lugar. No era la primera vez que estaba en la Facultad de Derecho, pero nunca había entrado a su aula.

Fushiguro recogía su ordenador portátil y algunos papeles con cientos de cosas apuntadas. Alzó la vista, encontrándose a un visiblemente feliz Itadori.

—Sí que eres puntual. —Comentó mientras se levantaba y tomaba su chaqueta. Estaba horriblemente agotado y aún era pronto.

Quiso decir algo, pero una chica vestida con un largo y ajustado vestido negro lo apartó con brusquedad. Fue a protestar, pero ella lo ignoró, dirigiéndose al otro.

—¿Quieres hacer el trabajo conmigo? —Preguntó, acercándose más de lo que le hubiera gustado. Peinó con los dedos su corto pelo oscuro, mirando coquetamente hacia otro lado.

—Prefiero hacerlo yo solo, gracias. —Megumi frunció el ceño. Mai pareció irritarse ante su negativa y lo tomó de la manga al ver que se iba con aquel extraño chico que había aparecido de la nada. —Tengo prisa.

—No tienes por qué ser tan borde conmigo. —Susurró. Besó su mejilla a modo de despedida, recibiendo una mueca de asco. —Nos vemos.

Arrugó la nariz, restregándose el dorso de la mano por la cara. La vio desaparecer por la puerta del aula, contorsionando sus caderas, como siempre. Gruñó, escuchando la suave risa de Itadori, y le propinó un pequeño golpe con el codo en el costado.

—Sólo fue un beso. —Dijo, tapándose la boca al reír. —No es para tanto.

—No me gustan los besos. —Enfurruñado, comenzó a andar, con las manos metidas en los bolsillos. —Dan asco.

Su amigo prefirió no decir nada, poniendo los ojos en blanco. Salieron del edificio, recibiendo el violento asalto del aire frío, que contrastaba con el calor de la clase.

Yuuji se encogió, apegándose a él. No se le había ocurrido coger una chaqueta antes de salir de casa y, por muy gruesa que fuera la camisa a cuadros que llevaba abierta, con una camiseta negra con el contorno blanco de un tigre debajo, tenía frío. Bastante, de hecho.

—¿Casa? —Alzó la voz cuando cruzaron el campus hasta llegar a un paso de peatones, por el que camiones y coches pasaban.

Casa. Aquella palabra le traía muchos recuerdos. Precisamente la había usado porque sabía que Megumi la consideraba como tal. Se había quedado tantas veces a dormir con él, durante su época en el instituto, que había comenzado a ponerle ese nombre.

—Sí. —Estaba poco hablador, se percató de ello, por lo que decidió no decir nada más. Entonces, el chico chasqueó la lengua, molesto por su irresponsabilidad y se quitó la chaqueta. —Vas a pillar un resfriado.

Rechazó la prenda al ver la fina camisa blanca que llevaba, pero el otro insistió hasta que acabó cediendo. Fushiguro le puso el abrigo por encima, ayudándole a meter los brazos por las mangas y abrochándole los botones como si fuera un niño pequeño.

Su aliento congelado le golpeó en la cara por accidente en el momento en que sacó una bufanda de su mochila y le rodeó el cuello con ella.

—¿Qué hay de ti? —Protestó, deteniéndolo al ver que las manos que hacían un nudo tiritaban. —No seas idiota.

—Me importas más .

Itadori apoyó una mano en su pecho al sentirlo tan cerca.

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Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora