3. Incomodidad

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—Megumi, date cuenta.

El susodicho frunció el ceño, cruzándose de brazos en el cómodo asiento. Al otro lado de la mesa estaba aquella mujer, más concretamente su psicóloga, que lo miraba con extrema atención y, de vez en cuando, anotaba alguna que otra cosa en su cuaderno.

Había salido de clase y directamente había entrado a la consulta. Si bien el día anterior, domingo, todo había ido bien, no había podido evitar culparse a sí mismo de no haber hecho absolutamente nada. Había apartado los estudios por Yuuji creyendo que no se arrepentiría, pero, al llegar a la facultad y sentarse en su sitio, el bajón había entrado a su cuerpo con violencia.

Lo peor de todo era que no quería darle vueltas. El tiempo que había pasado con sus amigo era mucho más valioso que cualquier otra actividad.

—¿Qué? —Alcanzó a murmurar, tratando de recordar el por qué de la reacción de Kasumi. —¿He dicho algo malo?

—¡No! —La chica del pelo teñido se tocó la cabeza, sonriendo. —Pero, ¿puedes hablarme más sobre él? Lo has mencionado más veces a lo largo de nuestras sesiones.

Apretó los labios. No hablar de Itadori era casi imposible, teniendo en cuenta que era uno de sus pocos amigos y al único al que veía desde que había empezado la universidad. Ni siquiera estaban en la misma carrera, tampoco en la misma facultad, pero el lazo que los unía había llegado a ser inquebrantable por la cantidad de vivencias que habían experimentado.

—No sé cómo describirlo. —Comenzó, buscando en su mente algo, lo que fuera. Había tantas cosas que no sabía por dónde empezar. —Estudia diseño y lo conozco desde los catorce.

Todavía lo recordaba el día de su graduación, insistiendo en que le acompañara a la fiesta de después del acto. Rechazó la oferta, claro estaba, no le gustaban aquellos ambientes llenos de ruido y alcohol, y Yuuji sacrificó aquella noche de desenfreno para estar con él, viendo una película en su cómodo sofá. Sonrió con la visión del chico aferrándose a lo que fuera, arrojándole palomitas y cojines a la cabeza por haber escogido una de terror.

Ambos, aún vestidos de traje y peinados con esmero, cayendo dormidos uno junto al otro.

—Es una buena persona, la mejor que conozco. —Prosiguió, al notar la curiosa mirada de la psicóloga sobre él. Movió las manos, con las mejillas hinchadas de felicidad. —Lo aprecio muchísimo porque siempre hemos estado ahí para el otro, ¿sabes? Me ayudó a llevar el divorcio de mis padres y podemos hablar de cualquier tema sin prejuicios. —Se echó el pelo hacia atrás, con el corazón acelerándose de vergüenza. —Es inteligente, aunque la mayoría de veces actúe como un idiota; es bromista, pero sabe ser serio si la situación lo requiere; es...

Miwa se contagió de su repentina euforia, felicitándose mentalmente por haber acertado en lo que había creído antes de preguntarle directamente sobre su amigo. Si algo era muy notable de Fushiguro, era que le costaba hablar de sí mismo, de cómo percibía lo que le rodeaba y de sus sentimientos. Sin embargo, cuando le había explicado qué fue lo que había hecho durante el fin de semana y le había hablado de aquel chico y su empeño en enseñarle lo que era amar, lo supo al instante.

Se podría decir que su sentido femenino le daba intuición para aquellos temas. El problema era que no sabía si el otro estaba dispuesto a aceptarlo. Se cruzó de piernas, comprobando durante un instante que las medias que llevaba no se hubieran roto por el movimiento, y devolvió la vista a su paciente, que la interrumpió antes de poder decir nada.

—No podría imaginarme una vida sin él. —Concluyó, bajando la cabeza ligeramente al darse cuenta de que, tal vez, había hablado de más.

—No sabes cuánto me alegra que te sueltes de esta manera. —Apuntó, apoyando los codos sobre la mesa, interesada. —Pocas veces hablas así de fluido sin que tenga que darte pequeños empujones.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora