23. Feliz

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Un par de días antes

Plata, oro, diamante... No, ese último no, no necesitaba diamante cuando Megumi brillaba más incluso.

Los había de todos los tamaños, en aquella vitrina de cristal. Anillos pequeños, con florituras y grabados, estrellas talladas con sumo cuidado y relucientes bajo la luz blanquecina.

Sencillamente había soñado con él llevando un bonito anillo en el anular izquierdo, y se había encaprichado con hacerlo realidad. Quería regalárselo, pero no le gustaba la idea de esperar a su cumpleaños, en diciembre, ya que quedaba demasiado lejos en el tiempo.

Necesitaba darle una sorpresa en un momento especial. Tal vez mientras estaban tumbados en la cama, pues el chico se habituaba a medio dormirse entre sus brazos. Sí, se lo pondría mientras dormía para que, cuando despertara, lo viera.

No tenía demasiado dinero, pero no quería el más caro, ni el más grande o más brillante. Quería uno especial, uno que se fundiera con aquella suave piel y le hiciera sonreír.

Lo amaba tanto. Había estado meses torturándose con que jamás podría tenerle, pero ahí estaba, siendo todas sus primeras veces. Su primer beso, su primer amor, sus primeras palabras bonitas.

Sonrió a la nada, con la imagen de ellos dos juntos, tumbados en la misma cama y abrazados, dándose mimos y caricias; amándose.

—¿Tan joven y mirando anillos? —Una femenina voz a su lado lo alertó. La amable dependienta, vestida con el uniforme negro, lo miraba con ternura al ver que no rozaba ni los veinte años. —¿Buscabas algo en concreto?

Itadori dudó sobre qué decirle exactamente. Jugueteó con sus manos, nervioso.

—Pues... —Se rascó la nuca, ocupando los bolsillos de su sudadera amarilla. —Tengo un novio maravilloso y me gustaría hacerle un regalo.

Acabó gastando más de lo que tenía planeado, pero salió de la joyería con las mejillas sonrosadas y una gran sonrisa tiñendo su rostro de amor.

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Fushiguro se permitió cerrar los ojos y apoyar la cabeza en el hombro de su pareja. Puso una mano en su regazo, buscando la suya, y una suave caricia se extendió por su dorso.

Ambos estaban sentados en la parte trasera del coche de Satoru, quien conducía, con Tojo de copiloto. Su hermano mayor tenía un tic nervioso en una pierna, incapaz de tranquilizarse.

Itadori rodeó con un brazo el cuerpo del otro, poniéndole cabeza en su pecho para que tratara de relajarse por completo. Adoraba hacer aquello. Depositó un beso en aquel bonito pelo azabache, intentando no sentirse triste, intentando controlar todo lo que tenía en su interior. No soportaría tener que cortar la relación que tanto les había costado crear.

Cerró los ojos, acariciándole el costado, la tela de aquel jersey azul oscuro le resultaba agradable bajo la yema de los dedos. Pensó en lo mal vestido que iba para una situación como aquella, con los vaqueros negros y rotos por las rodillas y una sudadera roja, pero tampoco sabía si había un protocolo para hablar con el enfurecido padre de su novio.

De repente, el chico entre sus brazos soltó un quejido y alzó la cabeza, dolorido por haber apretado demasiado la mejilla contra su pecho. Lo cierto era que, en aquel momento, lo único que deseaba era fundirse con él y sus susurros de consuelo.

—Quiero escuchar tu voz. Quiero... —Murmuró Megumi, dándole un casto beso en los labios ligeramente carnosos. —...que te quedes a mi lado.

—Estoy aquí. —Aseguró Itadori, con aquella bonita sonrisa que tanto le gustaba.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora