Itadori entró en aquel aula y se acercó a él, sin siquiera esperar a que el profesor saliera.
Apoyó las manos en la mesa con entusiasmo, buscando asustarle. Fushiguro se sobresaltó y alzó la mirada, sorprendido, pero, al comprobar que no era otro que su pareja, relajó la expresión con una ligera sonrisa.
—Tan puntual como siempre. —Dijo, colgándose la mochila del hombro y levantándose. —¿Vienes a comer? Estos días estaré con mi madre.
—¡Claro! —Ilusionado, tiró de él hacia la puerta, notando que apenas oponía resistencia alguna.
La conversación que habían tenido la noche anterior le había dejado con unas inmensas ganas de verle. Tal vez se estaba saltando la norma de ser responsable con los estudios, pero si Megumi no ponía trabas a verse tan de seguido, todo iba bien.
Quiso tomarle de la mano, caminar por los pasillos de aquella facultad —que, a decir verdad, era más grande que la suya— y mostrarle a todo el mundo el leve sonrojo que solía portar aquel rostro tan perfecto.
La piel nívea se tintó un poco de rosado al ver que lo soltaba, acariciando disimuladamente el dorso de su mano, y el chico miró al suelo, tratando de ocultar el inevitable aleteo en su interior. Sí, era realmente hermoso cuando se ruborizaba por tonterías; por pequeñas caricias en cualquier lado de su cuerpo, en sus brazos en sus hombros, hasta en su nuca. Le resultaba tan tierno.
Sin embargo, al salir del edificio y pasar por al lado del aparcamiento, se percató de que se detenía, algo inquieto.
—¿Qué pasa? —Se le acercó, dispuesto a tomarle suavemente de la muñeca y a llevarle a la parada de autobús.
—Papá. —Soltó, mirando por encima de su hombro al hombre que salía de entre los coches.
Yuuji se quedó quieto, con los labios apretados, dándose cuenta de la evidente presencia que había a sus espaldas. Se hizo a un lado, intentando no hacer contacto visual. Siempre había sido así, el padre de Fushiguro le resultaba increíblemente imponente y, cada vez que pisaba su casa, le hablaba con demasiada autoridad.
Era consciente de que no le agradaba del todo, y se esforzaba por hacer que eso cambiara. Aunque, en aquellos tres años de amistad creía que no había logrado nada, pues continuaba frunciendo el ceño al verle junto a su hijo.
No sabía cómo comportarse frente a él, no era ningún secreto. En parte, podría decirse que le tenía miedo.
—Sube al coche. —Indicó con un gesto rápido el vehículo negro, en la primera fila del aparcamiento, junto a otros.
—No hace falta que nos lleves, podemos tomar el autobús. —Comentó el chico, con la voz suave y calmada.
Y, durante un efímero y peligroso instante, Itadori pensó que Toji lo iba a agarrar de la chaqueta de lana blanca que llevaba y lo iba a sacar de allí a rastras.
—¿Nos? —Cuestionó el mayor, alzando una ceja, alternando la mirada entre ambos.
Yuuji esperaba a que el ambiente se relajara, medio escondido detrás de su novio. Se preguntó cómo reaccionaria al saber que no eran amigos. Comprendía por que Megumi le había dicho que nadie debía saberlo. Ninguno quería problemas, y mucho menos con su padre.
Media hora después, tragaba saliva intentando no hacer ruido. Miró por la ventanilla del coche, al paisaje urbano. Delante de él conducía Toji, quien, de vez en cuando, le echaba algún vistazo hostil a través del cristal del retrovisor.
Algún que otro mensaje le llegaba al teléfono, al que le tuvo que bajar el volumen y silenciar para no molestar. Podía notar la tensión de Fushiguro, que respondía en voz baja a su padre, como si él no existiera.
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Nihilism || ItaFushi
FanfictionFushiguro no cree que el amor exista, considera que tan sólo es un cúmulo de procesos químicos y neuronales que suceden en aquella cosa que su amigo no parecía tener, en el cerebro. Sin embargo, aquel día Itadori se propone demostrarle lo contrario...