16. Cuidar

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Años antes

Tojo acudió a la puerta con paso ligero y aún en pijama, pensando que alguno de sus padres se habría dejado las llaves dentro. Sin embargo, en cuanto abrió, tuvo que bajar la mirada a aquel sonriente chico de pelo extraño.

—¿Quién eres? —Preguntó, alzando levemente una ceja.

Por su aspecto, el adolescente no debía de tener más de quince años. Vestía con unos vaqueros holgados y una gran sudadera, aunque lucía perfectamente delgado y atlético. Tenía el pelo de un color algo extraño, como si en algún momento se lo hubiera decolorado mal; ni siquiera sabría decir si era castaño o castaño rosado.

Pero, lo que más llamó su atención fue su cálida sonrisa.

—Yuuji Itadori. —Se presentó, rascándose la nuca, visiblemente avergonzado por haber aparecido tan repentinamente. —¿Me ayudarías con algo?

Reconoció su nombre al instante, pues durante la cena de la noche anterior, había oído a su hermano mencionar que había invitado a un amigo a casa. Lamentablemente no había podido verlo, ya que tenía que ir a clase, pero le había hecho muchísima ilusión y lo había felicitado. Le alegraba tanto que su hermano pequeño tuviera un amigo.

—Supongo. —Tojo se encogió de hombros, hablando en voz algo baja. Megumi dormía en su habitación, abrazado a la almohada y probablemente se despertaría si no continuaba sintiéndolo al lado, tumbado y cuidándolo. —¿Qué es lo que necesitas?

Lo último que quería era que se despertara y viera que lo había dejado solo, aunque sólo fuera un instante. Era incapaz de negarle la petición de dormir con él, sobretodo cuando ésta era acompañada de pequeños sollozos.

—Sólo quiero aprender a entenderle.

Llegó a contagiarse de la felicidad y determinación que emanaban de aquella sonrisa.

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Fushiguro soltó un pequeño suspiro, cerca aún de sus labios y quiso volver a ellos, ansioso de más.

Ambos estaban en la cama, situada al lado de la puerta con una mesilla de noche en el medio de las dos cosas. Itadori estaba tumbado, mirando hacia arriba, hacia sus labios de cereza y la manera en que estos tenían de brillar, cuando se besaban y los empapaba en saliva y miel.

Se había quitado la sudadera roja por el calor, quedándose con una camiseta de tirantes blanca que revelaba sus —y aquello el otro siempre lo pensaba— envidiables bíceps; el colgante negro con el diente de tiburón que siempre llevaba bajo la ropa caía sobre su pecho, en la curvatura de la camiseta. Sonrió, viendo que Megumi, quien apoyaba la espalda contra la pared, sentado, quería volver a inclinarse sobre él y volver a disfrutar del tacto de su boca, pero se lo impidió.

—Sé que pasa algo. —Fue directamente al grano, viendo cómo su pareja se apartaba, confuso y asustado al mismo tiempo. —Suéltalo ya, me estás poniendo nervioso.

El chico metió una mano entre su propio pelo negro, apretando los labios, apartando la libreta que tenía sobre las piernas y en la cual —ese era el objetivo inicial— leía. Miró por toda la habitación, evitando aquellas palabras, tocándose el abdomen al notar que Yuuji tiraba de su jersey de cuello alto gris para llamar su atención y obligarle a contestar.

—A veces me asusta la facilidad que tienes para darte cuenta de todo. —Finalmente habló, acompañando sus palabras de una risa nerviosa. Se dejó caer en el edredón blanco, adornado con bordados, a su lado. —Ayer vi a mi hermano. Y tuve una recaída, porque soy un idiota.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora