19. Melodía

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Fushiguro se presionaba a sí mismo para no dar pequeños saltos de alegría que, probablemente, acabarían con su boca en el suelo por lo torpe que era.

Y Yuuji lo notaba. Sabía perfectamente que estaba muy contento por haber salido de aquel examen que le había salido tan bien, y para el que se había estado matando las semanas anteriores. Aún recordaba cuando lo había tomado en brazos, después de haber descubierto que se había pasado la noche entre párrafos y cigarros.

Sonrió, contagiado de su felicidad, de sus mejillas sonrosadas y sus ojos cansados, del dolor de su muñeca derecha por haber escrito demasiado rápido. Si su novio era feliz, entonces él también lo era.

Había ido a buscarle a la facultad porque era consciente de que tenía un examen, y porque quería darle la sorpresa de su presencia, en cuanto abriera la puerta del aula y saliera. Caminar junto a él por los pasillos y bajar las escaleras del segundo piso, donde tenía su clase, le resultaba muy enternecedor, sobretodo cuando veía las comisuras de sus labios alzadas y sus ganas de tumbarse en la cama y llenarle de besos.

Tal vez fue por todo el cúmulo de emociones contenidas —la ilusión de decirle a su padre que sacaría muy buena nota, el tener la persona más perfecta del mundo a su lado—, que Megumi decidió, por primera vez frente a todos, tomarle de la mano.

Fue un acto casi inmediato, no demasiado premeditado. Sencillamente necesitaba hacerlo, sentir la calidez de su palma contra la propia y sus dedos entrelazándose. No conocía a nadie de aquella facultad, tampoco conocía demasiado bien a la gente de su clase; no le importaba que, personas que no tenían ni voz ni voto en su vida, pensaran una cosa u otra.

Incumplir una norma de las que había impuesto para proteger su relación, sólo era eso. Sólo era una insignificante ley que ni siquiera estaba escrita.

—¿Puedo besarte? —Itadori se acercó a su oído, susurrándole, como si lo que pedía fuera algo prohibido y dañino.

O tal vez dos.

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Fushiguro estaba tumbado, con los ojos cerrados y sus labios ocupados en disfrutar de los del otro; con una de sus rodillas en alto y el temor a suspirar de más.

Sentía aquella mano colarse por debajo de aquella camiseta de licra negra, que había pertenecido a su hermano, acariciando su torso con delicadeza, llegando hasta la parte baja de su abdomen, tanteando el borde de su pantalón de deporte del mismo color.

—Al menos, esta vez, no soy yo quien se está calentando de más. —Escuchó decir a Itadori, más bien susurrar, rozándole la boca con la suya al hablar.

—Oh, qué idiota eres. —Soltó, apresando de nuevo el caramelo de la humedad de sus labios. Se separó después de hacerle saber lo mucho que le encantaba su lengua y su manera de entrelazarla con la propia. —¿Crees que vamos demasiado rápido?

Yuuji lo miró interrogativamente. Mentiría si dijera que no se había pasado horas buscando en páginas web sobre cómo saber si su pareja estaba preparada para avanzar en la relación. Había gastado tal vez demasiado tiempo en leer sobre consentimiento y aquellos temas.

—Nunca hemos hablado de esto. —Acabó contestando, observando su figura en la penumbra. Estaba tumbado de lado, apoyado sobre su codo y con una mano en su pecho. —No lo sé, yo me siento cómodo ahora mismo. ¿Cómo estás tú?

—Bien, supongo. —Megumi acarició su rostro de labios carnosos de caramelo, de ojos de avellana y piel suave. Le daba vergüenza hablar de aquello. —Y no estoy excitado, que lo sepas.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora