Estaba algo encorvado, con sus propias manos entrelazadas con fuerza y mirando al suelo sin decir absolutamente nada.
El rosa tintaba sus mejillas con gracia y le temblaba el labio inferior. Sus pupilas, de pronto, viajaron a lo largo de aquel rostro, posándose durante un efímero instante en sus labios algo carnosos.
—¿Qué es lo que sientes por mí, Yuuji? —Regresó al hogar de sus ojos avellana, azorado, intentando reprimir el instinto de salir corriendo.
Fushiguro no pudo evitar el deseo de querer taparse los oídos. Una parte de él no quería saber la respuesta, quería regresar a la cama y despertar, horas después, para descubrir que todo había sido un extraño sueño.
La mente era tan rara. Nunca había alcanzado a comprender cómo funcionaban sus sentimientos, no era del todo consciente de hacia dónde se dirigían. Sólo se enfocaba en su trabajo, en las aburridas prácticas de la universidad, en no hacer que la ceniza cayera al suelo y manchara la alfombra.
Siempre había estado tan concentrado, tan alejado del mundo real, que, en uno de aquellos momentos silenciosos y a solas con su amigo, había llegado a darse cuenta de que la única calidez que sentía era la que provenía de él. La que provenía de sus tiernos abrazos, de sus espontáneas caricias y de sus mensajes cariñosos que le cuestionaban si había comido bien o si se iba a ir a dormir pronto.
Vivía en un mundo frío. Uno en el que el consuelo se daba en forma de desayunos en una terraza, de paseos peligrosos en monopatín y de sus labios besando su mejilla a modo de despedida.
—Todo. —Susurró. Llegó a ver las lágrimas asomarse con timidez, queriendo salir y recorrer aquella piel. Incluso pudo oír el titubeo de su voz, el pequeño tatamudeo lleno de dudas. —Me gustas. —Soltó, con dificultad. Se tocó la frente. —Mucho.
Ya estaba. Ya lo había dicho. Itadori exhaló todo el oxígeno de su cuerpo con pesadez, sintiendo que se libraba de un gran peso. Todo lo que había guardado para sí durante tanto tiempo había sido tirado al reducido espacio que los separaba.
Acarició su rostro, alzándolo por el mentón para admirar sus preciosos iris de azul intenso.
—Y no hay persona en el mundo entero más perfecta que tú. —Le aseguró, sonriendo levemente, completamente ilusionado por lo que acababa de ocurrir. —Ni persona más inteligente y lista, preciosa y...
Una mano tapó su boca con suavidad, sorprendiéndole. Se quedó mudo al ver la asustada expresión del otro, que abría ligeramente la boca y respiraba con rapidez.
El sonido de la puerta de entrada abriéndose los alertó.
Megumi se levantó y recogió la manta de su cama, doblándola con prisa y metiéndola en el armario. Sin saber el por qué de su inquietud, lo ayudó a ordenar el cuarto y observó como se deshacía de la camiseta del pijama, dándole la espalda, para reemplazarla por una sudadera ancha, del mismo negro que sus pantalones de deporte.
Evitó sus ojos, aún sonrojado, casi incómodo por su presencia, y abandonó la habitación sin siquiera dirigirle la palabra.
Su amigo lo oyó bajar por las escaleras. Sus temerosos pasos apenas se oían, pero la voz del padre del chico llegaba a él con claridad. Suponía que Fushiguro estaba hablando en voz baja, intimidado, temeroso de cometer algún fallo, como siempre hacía cuando estaba en su presencia.
Yuuji se dejó caer en una de las sillas y cerró los ojos, apoyando los codos en la mesa. Repetía en su cabeza una y otra vez la escena de sus labios acercándose hasta rozar los suyos, el calor de su cercano cuerpo y de las pequeñas caricias.
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Nihilism || ItaFushi
FanfictionFushiguro no cree que el amor exista, considera que tan sólo es un cúmulo de procesos químicos y neuronales que suceden en aquella cosa que su amigo no parecía tener, en el cerebro. Sin embargo, aquel día Itadori se propone demostrarle lo contrario...