26. Amor

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Itadori lo apartó durante un instante para mirarle con picardía.

—Espera. —Pidió, otorgándole un rápido beso en la punta de la nariz. Salió de la cama, semi desnudo, y abrió el armario para revolver en uno de los cajones.

Fushiguro se tapó el pecho, como si realmente hubiera algo que esconder, y se incorporó, asomándose un poco para ver qué demonios hacía. Adoraba aquella habitación, aquel ambiente donde había pasado tanto tiempo junto a él.

Desde el centro, donde estaba la cama, si uno se tumbaba podía ver las estrellas fosforescentes que había pegadas en el techo. Aún recordaba, cuando solía quedarse a dormir allí, verlas brillar a oscuras; recordaba a su novio saliendo de aquel armario, al lado de la puerta, para asustarle; o cuando se había lanzado hacia él con los dedos impregnados en carboncillo desde el escritorio, justo delante de la cama.

A la derecha, la ventana tenía la persiana hacia arriba y, aunque las cortinas estaban cerradas, la luz matutina bañaba la habitación. Las paredes de un suave color crema le daban un toque acogedor, junto a los numerosos cojines que solían adornar el colchón, si no fuera porque estaban tirados por el suelo.

Alzó una ceja al ver el atlético cuerpo de Yuuji acercarse de nuevo a las mantas, con una bolsa colgando de la mano. El chico sonreía, y se tapó junto a él, sentándose y apoyando la espalda contra la pared.

—Me da vergüenza hablarte de esto. —Comenzó, jugueteando con el asa de la bolsa, notando que el otro se recostaba contra él cariñosamente. —Pero, me informé bastante sobre el tema y acabé comprando... Un par de cosas.

Las mejillas de Megumi se tornaron de rosado cuando vio las tres cajas de colores llamativos y una más pequeña. Los colores neón, las transiciones de un potente azul eléctrico a violeta brillante, llamaron su atención e incluso provocaron que desviase ligeramente la mirada hacia él.

Ambos escuadriñaron las facciones del contrario, los labios apretados de pudor, el rojo tiñendo la piel.

—Oh. —Soltó Fushiguro, atreviéndose a tomar a tientas una de aquellas cosas, sin apartar los iris de las luminosas avellanas de su pareja.

Examinó lo que había escogido, una caja que mezclaba colores llamativos, rosa y azul.

—Sólo quería que pudiéramos probar variedad, hasta encontrar lo que nos guste. —Murmuró Itadori, acariciando el suave pelo azabache. —Podemos ponerlo en la mano para ver cuál estrenamos. —Propuso, yendo a tomar otra caja. De pronto, se dio cuenta de la incomodidad del ambiente. —Perdón.

Bajó la cabeza, pensando en que había roto lo bonito del momento con su sugerencia. Se había pasado días leyendo, pasando las horas entre folletos y páginas de educación sexual y similares.

—No, está genial. —La voz de Megumi se animó. Sacó el bote de la caja, tragando saliva, nervioso. —Veamos.

No iba a mentir, las situaciones nuevas le alteraban, pero aquella no tenía por qué ser mala. Sería buena, todo era bueno si su novio estaba ahí y le encantaba que se hubiera tomado el tiempo de investigar.

A diferencia de él, que no había mirado nada sobre el tema. Llegó a sentirse algo culpable por ello, pero comprendió por sí mismo que no tenía por qué sentirse así, ya que había estado ocupado lidiando con lo que sentía.

Abrió la tapa y lo olió con curiosidad. En el bote ponía que aquello era intenso. Intenso sí era lo que se removía en su pecho.

Puso el bote hacia abajo y apretó con mucho cuidado, temeroso de que saliera demasiado. Una tímida gota transparente cayó sobre la palma de su mano. Frunció el ceño y apartó el bote, hundió el dedo en la gota, esparciendo la sustancia.

Nihilism || ItaFushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora