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¡Cómo olvidar la cauda de sus cabellos blondos!
¡Cómo olvidar su frente nevada y misteriosa!
Cómo olvidar sus ojos tan tristes y tan hondos,
Que siempre parecían pensar en otra cosa.

Amado Nervo, LÁ-HAUT...
***

Beatrice

Era la octava llamada que hacía a mi teléfono, pero nada, nadie contestaba, definitivamente lo había perdido. Había logrado mantenerlo conmigo por un año, todo un record, pero al final todo se resume a la misma causa: era la persona más torpe del mundo, por un motivo u otro siempre terminaba perdiendo mis teléfonos, y como bonificación recientemente el súper mega combo de otoño:

"Ignore sus responsabilidades del día e intente salvar la vida de quien no se lo ha pedido. Garantizamos la perdida instantánea de su dignidad, la poca paciencia que le queda, la fe en la humanidad, horas de sueño y como plus olvídese también de su teléfono".

La bebé que sostenía en brazos comenzaba a mirarme de forma extraña, en un gesto inmediato la devolví con su madre y volví a servirme pastel, entre tanta pérdida al menos ganaría algo de peso.  Ese maldito teléfono significaba otro gasto más fuera del presupuesto, a este paso terminaría de pagar la universidad cuando tuviera nietos.

Mi familia se había preocupado bastante por el enorme retraso con el que llegué a casa. Obviamente no les conté las verdaderas razones, y en su lugar una excusa barata me ayudó a concluir con éxito el interrogatorio.

Sonrisas falsas y algún que otro arranque de melancolía fueron partes constantes de mi día. No podía concentrarme y mucho menos disfrutar de lo que con tanto amor tenían preparado para mí. Estaban todos, bueno, casi todos, incluyendo a mi tía Martha, que no veía hacía mucho tiempo y que siempre me regalaba esos tiernos gorros de lana con orejitas de animales, mi cumpleaños 23 no fue la excepción.

Al soplar las velas no pedí deseo alguno, lo único que me gustaría cambiar de mi vida desgraciadamente no tenía remedio, así que en su lugar agradecí, por lo bueno que me quedaba y tenía. Ya en la noche subí a mi antigua habitación. La mayoría de las personas se había marchado y yo necesitaba descansar. Ese asiento del hospital había hecho estragos con mis huesos.

***
-Ok, definitivamente a ti te pasa algo. Estás más rara que de costumbre- dijo Marcia escrutando mi cara.

-¿Por qué lo dices? Estoy actuando como siempre. No sé qué ves de raro- me giré para quedar a sus espaldas, ellas me conocían demasiado.

-Exacto, actuando, y todos sabemos que eres pésima actriz Bee- ouch...eso dolió.

-Sip- soltó Patricia desde un extremo de la habitación- quizás a tu familia la engañes, pero no a nosotras.

-¿Sabes qué Patt? Dejémosla, si no nos quiere contar es porque ya no confía en nosotras- ahí estaba ese chantaje emocional de siempre, las muy malditas sabían cómo hacerme hablar.

-No es eso chicas, les juro que no, nada pasa conmigo, solo estoy un poco cansada- ambas sé quedaron mirándome fijamente, sin apartar sus ojos de los míos, ninguna pestañeaba- ¡ayy! Está bien, les voy a contar- ya me ardían los ojos, no había más opción que rendirme.

Con gesto de suficiencia de sentaron junto a mí en la cama. Marcia sostenía una botella de vino medio llena en sus manos y, por mucho que me desagradara su sabor, la agarré y di un profundo trago. No había forma posible de volver a recordar esa vergonzosa historia estando totalmente sobria, así que bebí otras dos veces y les conté con lujo de detalles lo que había sucedido. Sus rostros pasaron de sorpresa, a miedo, sonrisas bobaliconas de adolescentes enamoradas hasta la rabia cuando terminé mi relato.

-¿Pero en serio? ¿Ni gracias te dijo?- Marcia no daba crédito a lo que escuchaba, por lo visto no era la única que había esperado lo mismo de él.

-Es un maldito desgraciado, debería morirse.

-Tampoco hables así Patt. Estaba pasando por un momento difícil.

-¿Momento difícil? ¿Difícil? Difícil es aguantar las ganas de reírte cuando tus padres te regañan, pero eso...eso es simplemente ser mala persona.

-Deberías dejar de intentar justificar a todo el mundo Bee.

-Bueno, tienes razón- le concedí- al principio también me enojé mucho, y también le dije que debería morirse- admití con cierta vergüenza- pero ya pensando fríamente no sabemos el motivo de su actitud, algo malo debe haberle pasado para actuar así. Nadie puede ser tan malo de forma gratuita, todos siempre somos impulsados a actuar de una forma u otra debido a las condiciones y situaciones que nos rodean, al menos eso pienso yo. Independientemente de las razones por las que actuó de esa forma, yo aún sigo preocupada por él, no puedo sacármelo de la cabeza. Y nada, así fue como terminé llegando un día después de lo planeado a casa y sin teléfono.

-Te pasan cosas muy raras Bee.

-Lo sé- respondí mirando como por la ventana se cernía un terrible aguacero- Lo sé.

Ellas siguieron hablando, y de vez en cuando respondía a sus preguntas, pero mi mente no estaba del todo con ellas. La lluvia era demasiado fuerte. ¿Estará bien? ¿Tendrá algún techo bajo el cual resguardarse? ¿Estará vivo?  Agarré el teléfono de Marcia e intenté marcar de nuevo a mi número. Decía mamá que la esperanza es lo último que se pierde.

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora