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"Los dioses se portaron bien conmigo. Me tuvieron jodido. Me obligaron a vivir la vida"
Charles Bukowski
***

Aquella tarde, tras la súbita despedida, Joseph había decidido esperar por Beatrice hasta que terminara de trabajar. En su mente se repetían como un bucle las palabras de Agust la noche anterior:

-¡Tienes que disculparte con ella! ¡No seas así! ¡Ella te salvó la vida! ¿Qué clase de persona puede ser tan desalmada como para no agradecer semejante acción? Yo te quiero mucho Seph, pero eres un completo idiota.

Y tenía toda la razón, era un completo idiota que, queriendo lastimarse a sí mismo, no hacía más que lastimar a aquellos que le rodeaban, esas pocas personas que habían permanecido a su lado aun después de todo lo ocurrido, y ahora ella, cuyo único pecado había sido el de intentar salvarle la vida. Así que por eso esperó. Esperó toda la tarde e incluso fue hasta su casa y regresó para agarrar un paraguas, se avecinaba tormenta y lo sabía.

En aquella salida desierta, entre ambulancias que entraban y salían, gente corriendo, nerviosas y otras que felizmente marchaban del lugar, repetía una y otra vez su planificado discurso de disculpas. Sin embargo, todo desapareció de su mente en el momento exacto en que la vio aparecer por entre las puertas de cristal, tan agotada pero a la vez tan altiva. Tuvo que sacudir su cabeza varias veces y casi se enreda intentando abrir su paraguas.

-¿No pensarás mojarte? ¿O sí?- dijo finalmente incorporándose a su lado y dándole a la chica un enorme susto.

- ¡Me has pegado un susto de muerte! ¿Qué haces aquí todavía?

-Obviamente esperarte- ¿acaso no quedaba claro eso? ¿Qué más podría estar haciendo el allí a esas horas?- No pudimos terminar de hablar en la tarde.

-Honestamente ni recordaba haber quedado con una conversación pendiente contigo- en ese momento se sintió dolido, pero no podía culparla por comportarse grosera con él- he pasado tanto en tan poco tiempo que mi mente es un completo desastre justo ahora- sentenció Beatrice y comenzó a caminar. Joseph emprendió la marcha también y caminaba a su lado protegiéndola de la lluvia.

Ambos avanzaban en el más incómodo de los silencios, interrumpido solamente por el repiqueteo de la lluvia en los charcos. Las calles estaban desiertas a esa hora, los comercios empezaban a echar el cierre y ni siquiera los autos pasaban.  El viento era cada vez más fuerte, Joseph apenas podía agarrar bien el paraguas y Beatrice se estremecía cada vez que se escuchaba un trueno. Sus ropas estaban totalmente mojadas. Era inútil intentar esquivar la lluvia para ese entonces.

-Mi casa está a una calle de distancia- se atrevió a decir finalmente y ella lo miró con una ceja levantada en señal de alarma, ciertamente, para los ojos de Joseph lucía adorable en ese gesto, y más aún con ese gorro ridículo- no lo malinterpretes- continuó- digo que podríamos ir y esperar a que escampe.

-No me parece buena idea- replicó Beatrice.

-¿A no?

-Pues no. No pienso ir a casa de un total desconocido con tendencias suicidas y un carácter insoportable, por no hablar de que eres medio bipolar- no se podían detectar fallas en su lógica, eso era claramente lo que Joseph le había dejado ver de su persona, aunque en la realidad él no fuera para nada de esa manera, pero no podíamos culparla por sentirse incómoda o tensa junto a él si desde un primer momento él no había hecho más que comportarse como un auténtico cretino con ella.

-No lo soy- la expresión de "ya, claro, lo que tú digas" que recibió en respuesta le dio a entender todo sin necesidad de palabras, ella no se sentía bien estando con él a solas- mira, hagamos algo, no tienes que subir a mi casa si no quieres, nos quedaremos en el portal. Incluso el conserje estará allí, pero no debemos seguir mojándonos, te vas a enfermar.

Ella permaneció callada y, asimilando eso como una luz verde, Joseph tomó su mano y la guio hasta unos pocos metros más adelante donde se encontraba su edificio. El portal iluminado la hizo liberar el aire que estaba conteniendo desde hacía unos minutos y respiró tranquila.

-¿Ves? No pensaba traerte a un descampado a robar tus órganos.

-Mujer precavida vale por dos- respondió alzando su barbilla.

-Espérame aquí- le dijo Joseph situándola en una pequeña silla que había cerca de las escaleras- subiré a por unas toallas- no te vayas.

-No lo haré- respondió Beatrice y una especie de deja-vú recorrió el cuerpo del joven. Estaba casi seguro de haber escuchado esa frase salir de sus labios en otra ocasión, pero eso era imposible.

***
Intentó apresurarse lo más que pudo para no dejarla sola por tanto tiempo. De repente un fuerte rayo impactó provocando un corte de electricidad en el edificio y sus alrededores. Toda la manzana había quedado a oscuras. Lo último que escuchó antes de precipitarse a correr por las escaleras fue un grito de terror.

-¡Las luces! ¿Dónde están? ¡Que alguien las encienda por favor! ¡Esto no es divertido!- Beatrice estaba desesperada, le aterraba la oscuridad, y todo, absolutamente todo se había quedado negro en torno a ella. Daba vueltas y más vueltas chocando con los muebles del portal. En la calle solo se veía la luz proveniente de los relámpagos. Sentía que se ahogaba en ese preciso instante. Ni siquiera podía ver la punta de su nariz.

-Tranquila, tranquila, no pasa nada- dijo Joseph cuando finalmente logró dar con ella y agarrarla, la acunaba entre sus brazos para intentar calmarla.

-¿Eres tú, suicida?- preguntó ella tocando su rostro, nerviosa y asustada.

-Creo que va siendo hora de que nos presentemos formalmente ¿No crees?- la chica temblaba- me llamo Joseph.

-Beatrice- respondió en un susurro.

-Bien, Beatrice, tengo algunas velas en mi casa. Ahora que no somos unos desconocidos ¿te apetecería subir a mi departamento hasta que cese un poco la lluvia?

Beatrice asintió, incluso rio con bastante nerviosismo. Con una ligera sonrisa Joseph agarró su brazo con fuerza y, despacio, subieron las escaleras hasta llegar a su departamento.

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora