7

157 26 6
                                    

Somos una casualidad llena de intensión.
Mario Benedetti.
***

Beatrice

¿Existe alguna palabra para definir cuando alguien está molesto y feliz a la vez? Justo en ese instante era como me sentía. Estaba feliz de verlo bien, vivo, incluso con un ligero atisbo de diversión en la mirada que le lanzaba a mi gorro. Pero por otro lado me sentía en extremo molesta al recordar que tras esa fachada se escondía un ser desagradable incapaz de tener un mínimo agradecimiento con la persona que le había salvado la vida, aun cuando el insistía en que no quería ser salvado.

Entonces mi encrucijada era la siguiente: quiero golpearte por maleducado, pero también quiero saber si comiste y estás bien. Aún no entendía por qué el destino se empeñaba en hacerme coincidir con él.  Al final dejé salir un poquito de esa vena de resentimiento que tanto me empeñaba en ignorar.

-Déjame adivinar ¿otro intento de suicidio?- el aludido abrió sus ojos ante la pregunta.

-No, al menos no por ahora- dijo esbozando sonrisa ladina.

-No deberías bromear con esas cosas- respondí con total seriedad- Eso no es un juego.

-Ya lo sé. Pero fuiste tú quien preguntó.

-Y bien... ¿qué te trae por aquí?

-Pensé que querías tu teléfono de vuelta- me tendió el dispositivo.

-¿Tú?

-Sí, soy el "señor"- tierra, por favor trágame ahora- por cierto, mi voz no suena para nada como un señor- continuó hablando pero no le prestaba atención.

-De tanta gente en ese hospital...justamente tú ¿por qué?

-Ya, eso mismo pensé cuando me vi saliendo de mi casa para entregártelo.

-No puedes evitarlo, en el fondo eres buena persona, tenías que hacer lo correcto- sonreí con suficiencia.

-Si te soy honesto, tú amenaza con la policía fue lo que me animó- bufé ante su respuesta, este chico no me daba tregua ni un segundo.

-Bueno, aunque hayas sido coaccionado a entregar el teléfono te agradezco de todas formas- dije con una sonrisa- pero si me permites, tengo que volver al trabajo.

-Antes de que te marches- dijo y agarró mi brazo evitando que avanzara- quería...es decir...yo quería...quería decir...

-¡Beatrice!- apareció Lina corriendo de repente- Es Samuel, no está respirando.

-Lo siento, tengo que irme- solté el agarre del chico y fui adentro. El deber llamaba.

***
Después de ese momento toda la noche se complicó. El pequeño paciente de la cama 36 con tan solo 5 años de edad no podía respirar debido a un padecimiento al que los medicamentos no parecían hacerle efecto alguno. Tuve que asistir al doctor Jefferson para que realizara una traqueostomía. Afortunadamente todo salió bien y el pequeño Samuel pudo respirar nuevamente.

Amaba a los niños más que a nada. Todo de ellos me fascinaba. Tras mi paso por la escuela de enfermería transité por diferentes especialidades, pero pediatría marcó un antes y un después en mi vida. Supe que era eso lo que quería hacer por el resto de mis días, pero no por eso dejaba de ser difícil en muchas ocasiones. La impotencia ante sus padecimientos en muchas ocasiones dejaba una brecha en mi corazón. Aun así intentaba hacerlos sentir lo mejor posible.

No salí del hospital hasta una hora después de que mi turno finalizara. Preferí esperar a que todo estuviera en calma y Samuel pudiera dormir. También conversé un rato con su madre intentando darle un poco de fuerza y ánimo.

Para el momento en que crucé la salida trasera del lugar la lluvia había decidido aparecer, pero ya estaba muy cansada y a fin de cuentas mi casa no quedaba tan lejos, así que me disponía a marchar bajo el aguacero.

-¿No pensarás mojarte? ¿O sí?- dijo el desconocido alias: "suicida rencoroso" sacando un paraguas y poniéndose a mi lado.

- ¡Me has pegado un susto de muerte! ¿Qué haces aquí todavía?

-Obviamente esperarte- respondió poniendo sus ojos en blanco en señal de obviedad- No pudimos terminar de hablar en la tarde.

-Honestamente ni recordaba haber quedado con una conversación pendiente contigo, he pasado tanto en tan poco tiempo que mi mente es un completo desastre justo ahora.

Era desconcertante, todo en él lo resultaba, al menos lo que me mostraba hasta el momento. Fingí no darle importancia y comencé a andar, él hizo lo mismo y, cubriéndome con su paraguas caminaba junto a mí, en silencio.

Hubiera querido decir la típica frase de: "Caminábamos en silencio, pero era un silencio cómodo, por una extraña razón me sentía cómoda con él" pero no, no era para nada así. Me sentía más incómoda que nunca, era demasiado raro.

Si sopesamos lo ocurrido hasta el momento él no había hecho más que maltratarme y hacerme sentir mal por haberlo ayudado, pero de repente se comenzaba a mostrar atento conmigo, incluso me había esperado hasta bien tarde en la noche porque necesitaba hablar conmigo. Eso era raro, mejor dicho, él era raro.

Yo sabía de sobra que desde la tarde estaba intentando disculparse conmigo, pero le costaba, iba en contra de su personalidad. Pero si pensaba que le daría pie a que comenzara hablar estaba muy equivocado. Así que seguí caminando con él a mi lado sin mediar palabra.

***
 

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora