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"Deja de pensar en la vida y resuélvete a vivirla"
Paulo Coelho
***

Esa mañana la ducha de Joseph tardó un poco más de lo normal. Bajo el agua fría su debate mental seguía perenne. Por otro lado, desde la cafetería del hospital, Beatrice se hallaba en la misma situación, con la mirada perdida en un vaso con café.

Como una sincronizada coreografía, ambos habían salido corriendo la tarde anterior desde aquel beso. Presas de los nervios y la sorpresa no pudieron atinar a otra cosa.

Un beso hermoso, sin lugar a dudas, suave y cálido, capaz de decir más que mil palabras. Pero el miedo era mayor que cualquier placer. Él no estaba pasando definitivamente por un buen momento, y ella consciente de eso...no quería aprovecharse de las circunstancias. Pero si algo estaba claro era que ninguno de los dos podía evitar un revoloteo en el estómago cada vez que pensaban en ese momento.

-Te tardaste una eternidad en bajar, estuve a punto de irme.

-No exageres Agust, solo me demoré unos minutos- contraatacó Joseph mientras se colocaba el cinturón de seguridad. Al pensar nuevamente en Beatrice no pudo evitar sonrojarse.

-Estás todo rojo- le dijo Roxanne sacando su cabeza entre los asientos delanteros del auto.

-¿Qué dices? Tonterías.

-¡Que si! Se te nota demasiado- insistió ella- mira Tete, míralo. ¿Qué pasa por esa cabecita Seph?

-Tae, tu novia es realmente molesta, dile que me deje en paz- soltó nervioso Joseph.

-Yo diría que por su mente pasa la imagen de cierta enfermera- canturreó Tanner.

-Bueno, y si así fuera...¿qué pasa? ¿algún problema?

Agust frenó en seco al escuchar eso. Todos los pasajeros se quedaron estupefactos mirando a Joseph.

-En serio ¿cómo demonios conseguiste licencia para conducir?- se removió incómodo en su asiento- arranca vamos, llegaremos tarde.

De camino a la academia fue imposible no sucumbir a la presión grupal, por lo que luego de unos pocos minutos terminó contando lo sucedido el día anterior. Las burlas fueron inevitables, de hecho, si no fuera por la vergüenza que sentía, él mismo se hubiera reído.

***
-Necesito que te concentres Joseph, es la quinta vez que repetimos en diez minutos, se me van a atrofiar los dedos.

-Lo siento Agust, no se que me pasa.

-Yo si lo se- dijo dándose vuelta sobre el banquillo del piano- me alegra muchísimo que finalmente accedieras a participar conmigo en el concurso, pero las cosas se hacen bien o no se hacen, libera tu mente y concéntrate, si no, no llegamos a ningún lado.

-Que no es eso, estoy concentrado, es la música.

-¿La música?

-Si, no me refiero a la ejecución- Agust relajó sus hombros al escuchar eso- es la melodía, no me termina de convencer.

-¿Y que pretendes? ¿Cambiarla? Seph estamos contrarreloj.

-Lo sé, pero dame un día, solo uno, te juro que mañana la tendré lista.

-Está bien, voy a confiar en ti, pero recuerda que tenemos menos de un mes.

El joven salió presuroso del salón de ensayos, directo al edificio de música, sin detenerse hasta el fondo de la biblioteca. Allí albergaban toda clase de música, algo así como una fonoteca.

Un vistazo rápido por las estanterías y dio con lo que estaba buscando. Al tomar el vinilo entre sus manos no pudo evitar pensar en Jimmy y en cómo se emocionaba cada vez que escuchaba esa pieza en particular.

-Esto es por ti y para ti amigo. Todo es y será siempre para ti- dijo en voz baja con una lágrima cayendo, resbalando suavemente hasta el suelo, donde abrazó sus piernas y comenzó a llorar en silencio.

La alerta de un nuevo mensaje en su teléfono lo sacó de sus agobiantes pensamientos.

Beatrice 😇
Estuve pensando...te apetecería venir conmigo a la feria del puerto esta noche?
Sin compromisos, solo como amigos
Bueno, es lo que somos ¿no?
Seguimos siendo amigos?Verdad?
Bueno, si no quieres no pasa nada. Besos
Noo!!! Besos no, digo, si, aishh mira, ignórame 🤦🏻‍♀️

De acuerdo, iré.
No te preocupes ☺️
Dónde nos encontramos???

Beatrice 😇
En serio???? Perfecto 🤩🤩🤩
Nos vemos a un costado del carrusel, es la primera atracción que verás en cuanto cruces la entrada.
Adiós

Besos 🤭😝

***-¡Mami! ¡Quiero subirme al carrusel! ¡Es mi favorito! ¡Me subiré a ese caballo negro!

-Lo que tú digas cielo, pero antes tendrás que esperar aquí ¿si? Mamá irá a comprarte unas palomitas.

-¿Te tardarás mucho?

-No mi niño, tú se obediente y espera aquí. No me tardo.***

Ese carrusel había sido un detonador para los malos recuerdo. Su madre si tardó al ir por las palomitas, tanto, que luego de los años seguía sin volver. Irónicamente ahí estaba Joseph, parado frente a una atracción muy parecida a la que fue testigo del abandono de aquel niño de siete años. Una herida casi cicatrizada. Por mucho que intentara ser fuerte, en el fondo sabía que una parte suya se rompió ese día.

Sin embargo, al tener las manos de Beatrice cubriéndole los ojos a sus espaldas, no importaba tanto el pasado.

-Te quedaste como estatua.

-Estaba intentando localizarte- justificó.

-Vamos- dijo la chica tomando su mano- la diversión nos espera.

Joseph mentiría si dijera que no lo pasó bien en aquel lugar. Con Beatrice era imposible aburrirse. Y del beso no se habló, no mientras estuvieron en la feria, pero al estar en la puerta del departamento de la joven...la cosa fue diferente.

-Llevamos toda la noche ignorando algo de lo que debemos hablar Seph- dijo Beatrice volteándose para quedar de frente a él.

-Lo sé, ¿no podemos hablarlo en otro momento?

-No, terminemos esto de una vez- el chico asintió- aprecio demasiado tu compañía, no me arrepiento de lo sucedido, pero se que no es el momento. No quiero que las cosas entre nosotros se vuelvan incómodas o raras.

-Es cierto, yo tampoco me arrepiento, pero tienes razón, no es el momento adecuado, yo aún no me siento bien del todo conmigo, y no quiero arrastrarte al desastre que es mi vida, tengo muchos problemas y tú no tienes por qué pasar por esto.

-Todo aclarado. ¿Amigos entonces?- le dijo sonriente.

-Amigos- respondió dejando un beso en su mejilla, sin embargo, al sentir su aroma no pudo despegar su rostro del de ella.

-Amigos, nada más- dijo ella para rellenar el silencio y hacerse a la idea de que esa proximidad no la ponía demasiado nerviosa. Con fuerza agarró el picaporte de su puerta.

-Nada más- repitió pasando delicadamente su nariz por el rostro de Beatrice, hasta que chocó con la de ella.

Pero esta vez nadie dijo nada. Con sus respiraciones entremezcladas volvieron a besarse, tal y como prometieron no hacer. En esta ocasión sin ningún tipo de delicadeza, pues ambos se necesitaban más de lo que se habían detenido a pensar. Ninguno de los dos se detuvo, ni siquiera cuando, con una sonrisa cómplice, ella lo invitó a pasar a su casa.

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora