18

89 22 7
                                    

"Las cosas pudieron haber sucedido de cualquier otra manera, y sin embargo, sucedieron así".
Miguel Delibes, El camino
***

Beatrice

Mi cabeza iba a explotar de un momento a otro. ¿Por qué dolía así? Tenía la boca demasiado seca y mi lengua se sentía extraña. Ruedo por mi cama para chequear la hora cuando...un momento...¡esa no era mi cama! Intenté incorporarme y la jaqueca me sacudió.

¿Qué lugar era ese? Un rápido vistazo hacia abajo me permitió notar que ni siquiera llevaba mi ropa, en su lugar una camiseta over-sized de Snoopy era todo lo que portaba. Al menos mi ropa interior seguía ahí, noté al palpar mi cuerpo.

De acuerdo, mantén la calma Beatrice, me repetía una y otra vez para no colapsar. Sentada al borde de esa cama desconocida me permití organizar mis pensamientos. Son las 5:30 am, me informó el despertador de la mesilla en lo que parecía ser ¿la habitación de Joseph? ¿Cómo llegué aquí? ¡Santo cielo!

"Bésame Joseph"

Esa frase vino a mi mente y quise golpearme la cabeza contra la pared. Jamás volvería a beber. Soy tan estúpida. No puedo creer que haya pasado la noche con él. Una ligera sonrisa curvó mis labios, pero instantáneamente la borré. Listo, ya lo arruiné todo. Bien hecho Bee, si que sabes meter la pata.

Luego de minutos que parecieron eternos me dispuse a salir de ahí. Deseando con todas mis fuerzas que Joseph hubiera desaparecido, pero no, ahí estaba, preparando unas tostadas en la cocina. Para mi alivio, completamente vestido. No sabía ni cómo dirigirle la palabra.

-Buenos días- dijo aún de espaldas.

-Hola- fue todo lo que respondí, envolviendo mis brazos alrededor de mi cuerpo.

-Siéntate, preparé algo para que comamos.

Hice caso y me senté en un taburete, del otro lado del mesón Joseph me miraba expectante. ¿Acaso esto le resultaba divertido?

-A juzgar por todo lo que bebiste ayer debes estarte preguntando qué pasó anoche. ¿Me equivoco?- yo asentí, no podía hablar de la vergüenza- me lo imaginaba- dio un mordisco a su tostada y me miró con ojos divertidos.

-¿Qué?- fue todo lo que pude articular. Sin lugar a dudas este estaba siendo el momento más incómodo y vergonzoso de mi corta vida.

-Nada, solo...recordando- rió por lo bajo.

-Mira, no alarguemos esta tortura y dímelo ¿tuvimos sexo? ¿Si o no?- solté de carrerilla, lo mejor era acabar con todo de una vez. Para mi sorpresa Joseph lanzó una mirada desorbitada y se atragantó con la comida.

-¿Estás loca? ¡Claro que no!- comenzó a reírse a sus anchas- ¿cómo crees que voy a hacer semejante locura? ¡Por Dios! ¿Como voy a tener sexo contigo?- auch...una patada hubiera dolido menos, directo al orgullo y sin escalas.

-Yo creí que...no se...desperté en tu cama...con otra ropa...pensé que...tú y yo- en ese momento mi patético discurso se vio interrumpido por un teléfono sonando.

-Ya me tengo que ir- dijo agarrando sus cosas- tu ropa está en la lavadora, alguien vomitó de más ayer, si quieres me puedes dar tus llaves y cuando venga de regreso traigo una muda limpia de tu casa.

Solo atiné a señalarle mi pequeña bolsa para que las tomara. Así lo hizo y se despidió con un gesto de su mano al llegar a la puerta. Al escuchar el portazo me permití soltar el aire que estaba reteniendo.

***
Está de más decir que pasé todo ese maldito día intentando recordar que había hecho la noche anterior, pero solo mi patético intento de rogar por un beso era todo lo que venía a mi mente. A cada hora que pasaba me sentía más avergonzada. Y saber que él me había rechazado esa propuesta era aún más vergonzoso. ¿La había rechazado realmente? Él solo me había dicho que no nos acostamos, pero ¿había pasado algo más? Todo un dilema. Tocaba mis labios como si ellos me fueran a dar una respuesta.

Lo que si estaba claro era que había arruinado esta especie de "amistad", era obvio que no le gustaba, nos ataba más el agradecimiento que otra cosa, pero como siempre tenía que meter la pata, confundí totalmente las cosas. Joseph me gustaba, y mucho, pero nunca se me habría ocurrido semejante proposición. Para él era solo una persona que lo ayudaba a sobrellevar el dolor, nada más, y así estábamos bien, tergiversé todo.

Unas llaves accionando en la cerradura me hicieron soltar un pequeño gritito.

Ahora bien Bee, tomas la ropa, te vistes, te disculpas y desapareces de aquí.

Y lo intenté, lo juro, el plan salía a la perfección hasta la parte en la que desaparecía. Joseph no me dejó salir de la casa.

-¿A dónde vas?- preguntó.

-¿No es obvio? A enterar mi cabeza en la tierra.

-Espera Bee, hablemos.

-¿Hablar? No gracias, demasiadas vergüenzas para un solo día- agarré el picaporte pero él fue más rápido que yo, plantó su mano en la puerta y no me permitía abrirla.

-¿Por qué te avergüenzas? Todos nos hemos emborrachado alguna vez, es normal, ven, siéntate para que podamos hablar.

-Todos nos emborrachamos, claro, pero solo una tonta como yo hace estas estupideces.

-No seas tan dura contigo, Beatrice.

-Mira, de veras lo siento mucho. Lamento ser tan inmadura y ponerte en una posición tan incómoda, lamento haberte pedido ese beso. Entiendo totalmente que lo hayas rechazado, yo tamb...

-Yo no lo rechacé- me interrumpió.

-¿Qué dijiste? Creo que escuché mal- reí nerviosa.

-Lo que oíste, no lo rechacé- dijo lanzándose al sofá- es más, creo que si en ese instante no hubieras comenzado a vomitar como un demonio- hizo una pausa- te hubiera besado.

No atiné a más nada. Abrí decidida la puerta y me largué de ahí, no tenía palabras para responderle y tampoco me quedaría parada ahí como una tonta. Bajé apresurada las escaleras, pero él me siguió.

-¡Espera! ¡Beatrice!- me detuvo justo en la calle.

-Por favor no alargues más esta tortura- me giré hacia él con los ojos cerrados- estoy demasiado avergonzada.

-Ya, el color de tus mejillas habla por ti.

-Mira lo siento, no se por qué lo hice, lo lamento mucho, no quiero arruinar nuestra amistad por una inmadurez, culpa al alcohol ¿si? No quiero crear este ambiente de incomodidad entre nosotros.

En mi mente tenía unas trescientas maneras para disculparme con él, pero todas desaparecieron mágicamente en el momento en el que Joseph agarró mis mejillas y me besó.

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora