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"Porque él seguía encogido, como una muchacha tímida, aguardando a que fuera a buscarle alguien más fuerte y más audaz, capaz de arrebatarle violentamente y forzarle a sentirse feliz".
Herman Hesse, Bajo las ruedas.
***

-Entonces...¿como soy recién llegada al grupo de amigos tengo que pagar yo las pizzas?

-Así es Bee- respondió Tae muy seguro- pero por ser la primera novia que le conocemos a Seph dejaremos que compartas los gastos con John.

-¿Eh? ¿Por qué yo?- saltó el recién nombrado.

-Por feo- contestó su amigo como un niño sacándole la lengua con sorna, a modo de respuesta no obtuvo más que un cojín en la cara.

-¿De qué hablan?- dijo Joseph entrando en el salón junto al resto de sus amigos y tomando asiento junto a Beatrice.

-Tanner solo me estaba explicando que como soy nueva en el grupo es tradición que yo pague por la comida.

Al escuchar aquello todos estallaron en risas, y tras una mirada asesina, Tanner se lanzó a correr siendo perseguido por Joseph. Se podría decir que hacía demasiado tiempo que el grupo de amigos no lo pasaba tan bien. Era realmente reconfortante ver cómo Seph, poco a poco, volvía a ser como antes. Solo unos pocos días saliendo con la bella enfermera y toda la situación había dado un giro de 180º. Esta era la primera vez que lo veían tan feliz luego de mucho dolor y angustia. Disfrutaban del espectáculo que brindaban aquellos dos peleándose patéticamente con sartenes y cazuelas en medio de la cocina hasta que sonó el timbre.

-Iré yo, seguramente es el repartidor.

-Linda, que no tienes que pagar, era un broma de Tanner- respondió Roxanne.

-Tranquila, no me molesta- y sin más abrió la puerta, encontrándose a un hermoso joven, de al menos 1.80 de estatura, con rostro de dios griego y ninguna caja de pizza a la vista- ¿te puedo ayudar en algo?- le preguntó al ver que no estaba por la labor de moverse.

-Si, yo...-rascaba su nuca con nerviosismo- me preguntaba si...si Joseph se encuentra en casa.

-Ohh, claro, pasa, le diré que le buscas.

Un tanto desconfiado el joven se adentró en el departamento, como si estuviera al borde de un acantilado y temiera dar el siguiente paso al abismo. Todos los presentes que se hallaban desparramados por el salón conversando se sumieron en el más absoluto silencio. Beatrice no entendía para nada sus reacciones, que más que sorprendidas parecían espantadas. Nadie hablaba, y cuando sintieron los pasos de Joseph y Tanner acercarse, inmediatamente se pusieron de pie.

-¿Qué hace esta escoria aquí?- fue todo lo que salió de la boca de Joseph.

-Vengo a hablar contigo Seph.

-No me llames así- dijo apretando sus dientes y en voz baja- no tienes derecho a dirigirme la palabra, no tienes derecho a estar aquí- su tono de voz iba en aumento- no tienes derecho a estar vivo.

-Yo también lo extraño, todos los días de mi vida- intentó acercarse a él, pero con delicadeza, Agust se interpuso en su camino, dándole a entender que no era muy buena idea.

-¿Qué te pasa? ¿Terminaste de perder la cordura en el loquero al que te envío tu papi? ¿Ehh? ¿Acaso no tienes sentido común? ¡LÁRGATE DE MI CASA!- rugió.

-¡Esta también es su casa!- Jean se unió a sus gritos, ambos lloraban.

-Era. Era su casa, porque está muerto. ¡Por tu culpa está muerto!- ninguno de los presentes pudo evitar que Joseph arremetiera violentamente contra Jean, no sabrían decir de donde sacó tanta fuerza, pero era imparable. Se proyectó contra el joven y solo la pared pudo detener el desplazamiento.

Uno golpeaba y el otro se dejaba golpear. Los amigos del chico intentaban separarlos, pero era inútil.

-Solo dime donde descansa Seph, no pido nada más- decía entre jadeos y puñetazos.

El joven ya llevaba tiempo encerrado en una institución mental, era la primera vez que pisaba la calle luego de que el amor de su vida muriera, pero no sabía donde se hallaba su sepultura. Solo quería despedirse, tal y como no pudo hacerlo aquel día. En una situación desesperada sólo se le ocurrió acudir a la única persona que lo odiaba más que su padre: Joseph.

-Nunca te lo voy a decir, porque no lo mereces maldita escoria.

-¡Basta ya!- está vez fue John quien habló- parece mentira que alguna vez fueran amigos.

-Yo nunca sería amigo de un asesino.

-¡Suficiente! Agust, acompaña a Jean a la salida por favor, ya hemos tenido suficientes problemas por hoy.

-Lárguense todos de mi casa, váyanse- soltó Seph molesto, y todos le hicieron caso, excepto Beatrice, quien aún perpleja, permaneció en su sitio.

Cuando solo quedaban ellos dos, Seph comenzó a tirar y romper todo lo que estaba a su paso, consumido por la ira. Pateaba los muebles y lanzaba lejos los retratos y adornos. Cuando sin querer lanzó las flores de Jimmy se dejó caer en el suelo, anegado en llanto. Beatrice se acercó a él, pero solo logró enojarlo más.

-¡Todo esto es tu culpa! ¿Por qué le dejaste entrar?- decía a la par que sacudía los hombros de la pobre chica con fuerza, quizás demasiada.

-Por Dios Joseph, ¿te estás escuchando? Yo ni siquiera sabía quien era él- dijo haciendo reaccionar al otro, que solo se quedó quieto, pasmado.

-Vete- respondió finalmente- no quiero que tengas que aguantar mis ataques, aléjate mientras puedas.

Beatrice caminaba hacia la puerta, pero de repente se detuvo.

-Aquel día en el hospital te prometí que no te dejaría- dijo captando la atención del chico- no lo hice, y mucho menos lo haré ahora- aseguró ella y fue corriendo a abrazarle, lo condujo hasta el sofá y ambos se recostaron abrazados.

-La desgracia parece perseguirme- habló finalmente, luego de minutos que parecieron horas, y en los que solo yacían ahí, abrazados, en su mundo.

-Corramos más rápido entonces- dijo ella apretando su brazos alrededor de su cuerpo.

-Lo extraño tanto Beatrice.

-Te entiendo.

-Hubiera querido disfrutar más a su lado. El problema es que somos adictos a aprovechar las cosa a último momento. Nunca ahorramos más la batería de nuestros teléfonos que cuando ya va rozando el 20%, saboreamos más la comida cuando el plato empieza a quedar vacío, y queremos más a un familiar cuando sabemos que nos queda poco tiempo con él. Ojalá hubiera sabido que me quedaba poco tiempo con él, lo hubiera abrazado el triple.

-Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde- respondió ella.

-Si lo sabemos, pero pensamos que lo tendremos para siempre.

-Entonces será bueno que esté consciente, en lo que a mi respecta, no quiero dejar de abrazarte nunca más.

Y así, una vez más, mientras su mundo se caía a pedazos, ese pequeño ángel con uniforme de enfermera hacía todo lo posible por recoger sus fragmentos rotos del suelo. Probablemente desde el cielo, Jimmy la había enviado para que nunca se volviera a sentir solo.

***

A esta historia ya le va quedando muy poco para el final. Espero la estén disfrutando. 🖤

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora