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He encontrado a una niña en la calle, y me ha abrazado.
Equis, disertada,
quien la halló y la halle,
No la va a recordar.

César Vallejo, Poema XI
***

La habitación permanecía en un absoluto silencio. Quietud y paz brotaban de cada rincón. Beatrice aún sostenía la mano de Joseph entre la suya, y aunque durante toda la noche se había estado despertando regularmente para ver que todo estuviera bien, no pudo evitar sucumbir ante el sueño y mucho menos notar cuando el joven se despertó.

El cuerpo de Joseph se sentía entumecido y adolorido, pero nada causaba más dolor para él que el hecho de seguir vivo. Una vez se acostumbró a la realidad que le rodeaba decidió que era hora de largarse de aquel lugar. Le tomó mucho trabajo levantarse de la cama. Mientras se retiraba el suero, la sorpresa de no estar solo lo estremeció, hasta ese entonces no había notado que alguien lo acompañaba, luego, una punzada de rabia lo atravesó al pensar que probablemente aquella chiquilla que dormía acurrucada en un sillón y cubierta por su suéter era la culpable de que aún estuviera con vida. Sin ninguna sutileza le arrancó la prenda de encima y se la colocó mientras atravesaba la puerta, maldiciendo su patética suerte.

-¡Hey! ¡Oye!- decía una voz femenina, pero decidió ignorarla- ¡Oye tú! ¡Espérame! ¡Al menos déjame saber tu nombre!- Joseph giró sobre sus talones al llegar al estacionamiento y Beatrice chocó contra él, pero apenas se movió.

-Déjame en paz ¿de acuerdo?

-Estás bromeando ¿cierto?- rió ella nerviosa

-¿Ves algún rastro de diversión en mi cara acaso?

-No tienes que ser tan grosero, me pasé toda la noche cuidando de ti, lo mínimo que merezco es saber tu nombre.

-Mira, vamos a ser rápidos- aclaró su garganta- en ningún momento pedí tu ayuda, ni la de nadie, ¿queda claro? Justo ahora eres la persona que ha arruinado mis planes, y preferiría acabar esta conversación estúpida de una vez y por todas.

- ¿Arruinado tus planes?- Beatrice no daba crédito a lo que estaba escuchando. ¿Era esto lo que se llevaba luego de preocuparse por él y cuidarlo?- Pues...perdón por salvarte la vida, ¡eres un malagradecido!- le gritó.

- Ya, es que verás, yo no te pedí en ningún jodido momento que me salvaras la vida- actuaba tan cínico que antojaba darle un puñetazo en la cara.

-¡Dios! No puedo creer que haya pasado mi cumpleaños en un hospital por ti. ¿Sabes qué? Que te jodan, si te quieres morir, bien, menos personas como tú en este mundo, le harías un favor a todos-Joseph no esperaba realmente que aquellas palabras pudieran salir de boca de esa pequeña criatura que ahora le daba la espalda y se alejaba de él con paso apresurado.

Las lágrimas habían empezado a descender por las mejillas de Beatrice, calientes de indignación. Estaba furiosa pero, más que eso, se sentía decepcionada. Había esperado que al despertar un mínimo gesto de agradecimiento hubiera nacido por parte de él, pero había pasado de heroína a villana en fracción de segundos. Toda la situación le parecía patéticamente absurda.

Desde el aparcamiento Joseph la observaba alejarse, y por un momento había sentido un poco de arrepentimiento por su actitud, era consciente de que su carácter era un asco, sin embargo hacía mucho tiempo que las cosas habían dejado de importarle, y estaba completamente seguro de que no la volvería a ver jamás.

-Joseph- escuchó que lo llamaban, al volverse reconoció el rostro del doctor Milles.

-Doctor Milles- contestó con fingida cortesía.

-Ayer no podía creer que eras tú el joven al que acababa de atender, no nos vemos desde hace al menos...

-Desde hace tres meses- finalizo Joseph por él- hace exactamente tres meses.

-Pensé que todo había quedado atrás Joseph.
-Mire, doctor, no se preocupe por mí, estoy bien, ahora si me permite no tengo tiempo para la acostumbrada charla motivacional.

-Es una pena que tu actitud siga siendo la misma, pero no, no te estoy llamando por eso. Recién pasé por tu habitación a chequear como estabas y la encontré vacía. Pero por lo visto tu novia se dejó olvidado su teléfono- dijo tranquilamente y le tendió el dispositivo a Joseph, quien lo tomó en sus manos con cierta vacilación.

-No es mi novia.

-Como quieras, sé que a los jóvenes no les gusta poner etiquetas a sus relaciones, pero al menos no estabas solo Joseph, alguien te estaba esperando desde este lado.

-La gente tiene que acabar de entender que yo no quiero seguir de "este lado"- hizo comillas con sus dedos- y mucho menos que me esperen- dio media vuelta y se marchó guardando el teléfono en el bolsillo trasero de su jean.

Por la demora había perdido de vista a la joven, y ese apenas perceptible arrepentimiento se hacía sentir en su interior con mayor fuerza mientras pasaban los segundos. ¿Por qué habría tenido que pasar ella por allá en ese preciso instante? Respiró profundamente y emprendió su camino lejos del hospital.

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora