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Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.
Julio Cortázar. Rayuela.
***

*** -¿Cómo te llamas?- me preguntó un niñito un tanto más pequeño que yo.

-Soy Joseph- respondí un poco dudoso.

-Ohh, yo soy Jeremy- dijo y sacó el dedo gordo de su boca para tenderme su manita. La tomé vacilante y el esbozó una sonrisa con sus pequeños dientecitos- pero puedes llamarme Jimmy, la señorita Fabia me llama así. ¿Puedo llamarte Seph? Si, lo haré, te llamaré Seph de ahora en adelante.

-De acuerdo Jimmy.

-¿Quieres jugar conmigo? Aquí no hay muchos juguetes, pero tengo dos soldaditos que me regalaron la navidad pasada, y un dinosaurio de felpa, es verde y lindo, le falta un ojo, pero dice la señorita Fabia que me va a regalar un botón para ponérselo como si fuera un ojo.

-No puedo, estoy ocupado. Además, no estaré mucho tiempo.

-¿A no?

-No, mi mamá debe estar al venir a buscarme, debió perderse en el parque y por eso no me ha encontrado todavía.

-Ohh, si quieres puedo esperar contigo- y sin más se sentó a mi lado, ese y todos los días a partir de ese momento. ***

Joseph despertó envuelto en lágrimas, una vez más presa de aquellos recuerdos que nunca lo abandonaban. No tenía fuerzas para enfadarse, solo se quedó con la vista al frente, dejando al llanto fluir, resbalar por sus mejillas. Seguro de que estaba condenado a recordar cada día lo miserable de su vida, ya ni se inmutaba por despejar su mente. Al menos en sueños Jimmy nunca lo abandonaría. Si tan solo pudiera dormir para siempre todo sería mejor. Pero no, las cosas nunca eran así de sencillas. Solo quedaba resignarse a su infortunio. Para él, despertar era su mayor castigo, su tortura eterna.

-Me dijiste que esperarías conmigo Jimmy, y mamá aún no regresa- dijo a la nada con un hilillo de voz y dejó caer su cabeza sobre el respaldo del sofá.

Más cerca de lo que nadie creería, Beatrice acababa de bajar de un taxi frente a su edificio, casi corriendo para cambiarse y ponerse el uniforme, temiendo llegar tarde a su trabajo. A través de las ventanas ambos podían ver el cielo nublado. El clima empezaba a deteriorarse, tal y como era propio de los días en esa época del año. Las hojas secas se arremolinaban en el suelo y el viento se tornaba un poco más violento. Mientras él pensaba que hasta el clima era un puro reflejo de su vida, gris y triste; a ella le encantaba desafiar a las nubes negras con una sonrisa.

***
A medida que se acercaba la hora acordada Joseph se arrepentía cada vez más de haber contestado el teléfono. No quería salir de casa. El sofá lo envolvía con un canto de sirena y él solo quería seguir durmiendo, o al menos intentarlo.

-Te envidio tanto Rex, mírate, todo tranquilo, creo que no te mueves desde el mes pasado- el animalito ronroneó en respuesta y se acomodó de espaldas a él- eso, tu ignórame bicho peludo- sin más agarró un abrigo y salió del departamento.

Las calles estaban abarrotadas. ¿Qué día era? No tenía ni la menor idea. Pasó frente a una librería y vio a través de los cristales aquel ejemplar del que siempre le hablaba Jimmy, pero que no se atrevía a leer, el cúmulo de recuerdos actuales era suficiente como para sumar otros.

Tras caminar con tranquilidad y odiando a todo ser feliz y sonriente que se cruzara en su camino finalmente llegó a su destino.

-¿Hospital Saint Andrews?- revisó una vez más el mensaje y comprobó la dirección que señalaban los carteles en la esquina de la calle- ¿Un hospital? ¿Es en serio?

***
-Lina necesito salir cinco minutos. ¿Podrías chequear al paciente de la cama 36? Está teniendo muchos problemas para respirar y tengo miedo que algo pase mientras no estoy.

-No te preocupes Bee, justo ahora iba a llevarle sus medicamentos, todo está bajo control.

-Muchas gracias, ese pequeñito nos tiene a todos muy preocupados.

-No agradezcas nada- respondió con dulzura- y de paso ve y bebe un café, tienes cara de zombi- instintivamente Beatrice llevó una mano a su rostro ¿Tan mal se veía?

Al atravesar las puertas se caló el gorro de lana de la tía Martha, hacia más frio que en la mañana.

-Bonito gorro, chica entrometida- dijo una voz a sus espaldas.

-Tienes que estar jodiendo- respondió al darse vuelta y ver de quien se trataba- ¿Tú?

-¿Decepcionada?

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora