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El agua del río va huyendo de sí misma: Tiene miedo de su eternidad.
Dulce María Loynaz, La fuga inútil.
***

Joseph

-Diga- el maldito teléfono no paraba de sonar. Tras salir del baño estaba vibrando nuevamente, pero esta vez era la foto de una rubia con gafas abrazando a la que reconocí como la dueña del teléfono- ¿Quién habla?

-¡Contestaron! ¿Quién habla?- sentí que decían del otro lado.

-Eso ya lo pregunté yo. ¿Quién es?

-Es la dueña del teléfono, esta mañana lo debí olvidar en algún lugar. Pero necesito recuperarlo- había un tono de angustia en su voz, casi sentí lástima por su patética suerte, casi.

-Nop- dije alargando la última vocal. Quizás vendría bien jugar un rato- el dueño de este teléfono soy yo, creo que te equivocaste de número.

-De eso nada, acabo de marcar desde mi contacto en el celular de una amiga, ese es mi teléfono.

-Pues lamento informarte que ahora es mío, deberías ser más cuidadosa con tus pertenencias.

-Mire señor- ¿señor? ¿acaso tenía voz de viejo?- he tenido un día de asco, desde ayer las cosas no hacen más que salirme mal, tengo la peor suerte del mundo y justo ahora no tengo dinero para comprarme otro teléfono. Le estoy pidiendo amablemente que nos citemos y me devuelva mi teléfono, de lo contrario haré una denuncia de robo y las autoridades deberán intervenir.

-Vaya, que carácter señorita- quise actuar de forma casual, pero justo cuando mencionó a la policía vinieron a mi mente unos pequeñitos paseos por comisaría en los últimos meses, esa gente me la tenía jurada, y...más problemas con la policía...no, gracias.

-Le habla la desesperación. ¿Podemos llegar a un acuerdo por favor?

-De acuerdo, voy a ser benévolo contigo solo por esta vez. Mándame una dirección y nos veremos allá cuando digas.

-Muchísimas gracias, llegaré a la ciudad mañana en la mañana, le enviaré la dirección para que me lo lleve al trabajo. En serio muchas gracias, no sabe lo di...

Colgué sin más, ya me aburría seguir hablando. Dejé el teléfono en la mesilla y prendí la televisión, por lo visto esa noche tampoco iba a dormir. Cada vez me costaba más descansar sin recurrir a las pastillas, eran un mal necesario para mí.

Había pasado al menos media hora cuando llamaron a la puerta. La ignoré.

-Sé que estás ahí kamikaze- esa era la voz de Agust desde el otro lado- venga, ábreme. Está empezando a hacer frío.

-Eres una molestia ¿lo sabías? -solté mientras abría la puerta con resignación.

-Venga, no seas tan testarudo hombre, mira- dijo alzando un six pack de cerveza- traje alcohol para celebrar que eres tan inútil que no sirves ni para matarte.

Silencio, luego de su comentario "chistoso" guardamos silencio por unos segundos, pero finalmente terminamos riendo a carcajadas en el umbral, si, bipolares hasta la médula, lo reconozco.

***
-¿Ya tienes pensado lo que vas a hacer el próximo lunes?

-La verdad es que no.

-Tu certificado está a punto de expirar, ya no tienes excusa Seph, te van a echar.

-¿Qué más da?- dije dando un largo trago a mi botella- prefiero seguir en casa, tranquilo.

-El dinero no durará para siempre Joseph- Agust se había puesto serio. Confieso que le temía un poco a su mal carácter, que era incluso peor que el mío... y eso ya era mucho decir.

-Lo sé, pero ya pensaré en eso luego. Ahora estoy cansado.

-Basta, en serio- agarró la bebida y la quitó de mis manos- ya ha pasado suficiente tiempo, tienes que regresar, la lástima no te va a ayudar toda una vida. Tienes que seg...

-Seguir con mi vida- completé por él- primero quiero aclarar que en ningún momento he pedido que me tengan ningún tipo de lástima, y segundo...no sé si me sienta con fuerzas para regresar.

-¿Y cómo lo vas a saber si no lo intentas? Mira Seph, para nadie es secreto que amas bailar, y le has dado de lado desde que...- dudó si terminar la frase o no.

-Desde que murió Jimmy, dilo, no tengas miedo, no es prohibido decirlo.

-De acuerdo, desde que murió Jimmy le estás dando de largas a todo, y no saldrás del bache si no pones de tu parte. Todos te extrañamos mucho por allá, los ensayos no son lo mismo sin ti.

-No lo sé, deja de presionarme- bufé y me puse de pie. Al parecer todos habían acordado molestarme en esa semana.

-No amigo, te hemos dejado estar tranquilo. Si el lunes no veo tu cabezota aparecer por la puerta del salón vendremos todos a tu casa a tocar esa puerta hasta que se caiga, te sacaremos a rastras a la calle y te obligaremos a bailar, entonces, Seph, ahí si te estaremos presionando.

Quizás no era tan mala idea después de todo. Una parte de mí se moría por regresar a los tabloncillos, dejarse llevar por la música, fluir, moverse, salir de este mundo por unos minutos. Pero solo de pensar que regresaría al lugar en el que tanto disfruté me hacía sentir muy culpable, y saber que él no estaría ahí con nosotros me sonaba a traición, era algo así como dejarle de lado, y eso me aterraba.

-Ehh...tierra llamando a Joseph- sacudió su mano en mi rostro- ¿en qué piensas?

-En nada.

-¿Qué harás entonces?

-Dije que lo pensaría.

-Bien, así me gusta. ¿Quieres venir mañana a mi casa? Los chicos vendrán.

-No puedo- frunció las cejas- en serio, tengo cosas que hacer.

-¿Si? ¿Cómo cuál?

-De momento... devolverle el teléfono a la chiquilla más entrometida e inoportuna que alguna vez conocí. Después ya veré que se me ocurre, probablemente vuelva a mi casa para mantenerme alejado de todos ustedes.

-¿Una chica?- la sorpresa en su rostro era demasiado obvia- ¡Cuéntame!

-Es una larga historia- solté con desgano.

-No importa, tengo todo el tiempo del mundo para ti.

***

EGOÍSTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora