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Noviembre.

Dos semanas después, Taehyung está oficialmente preocupado. No pensó que su estadía en casa de los Park se extendería tanto, y si bien amaba estar como garrapata con su mejor amigo y recibir las atenciones de ambos padres, no terminaba de sentirse del todo correcto.

Pues él ya debería estar fuera de Seúl, en algún lugar en medio del mar con los ojos azules de su padre viéndolo atento en una advertencia silenciosa para que no tocase nada. Sí, debería estar ahí, no en medio de una maqueta escolar que no lograba mantenerse en pie.

Si algo podía agradecer eran las enormes cantidades de tareas que le dejaban, pues de esa manera su cabeza no sobre analizaba nada y no se torturaba con la ausencia de Jungkook o el retraso de su progenitor.

En su quinto intento por fin la estructura no se derrumbó y pudo mirar a Jimin, el cual pintaba de morado una célula con el ceño fruncido debido a la concentración.

Lo miró y la realidad volvió a golpearlo inesperadamente. En su preocupación algo egoísta estaba desperdiciando cada minuto que pasaba con el rubio de dulces mejillas. No dejó de verlo ni siquiera cuando la maqueta volvió a caerse frente a sus manos o cuando el propio Jimin llamó su atención para reintentar ensamblarla.

Aún estando algo más tranquilo (pero sobre todo ocupado) sus emociones seguían siendo un caos. Pasaba del llanto a la nostalgia en un segundo y de la calma al agradecimiento en un chasquido.

El mayor, tras sentirse fijamente observado, levantó la mirada lejos de su célula a medio pintar y se topó con los ojos miel apreciándolo con cuidado. Sintió las mejillas arderle pero sostuvo la mirada, no comprendiendo (una vez más) el repentino cambio de actitud de su mejor amigo.

—Te amo —el pincel húmedo en pintura casi se le cae de las manos, su mortal corazón no acostumbrado del todo a aquellos brotes de honestidad.

—También te amo —respondió tan sincero como las mariposas en su estómago y el rubor en su rostro.

No dijeron más y siguieron trabajando, disfrutando del agridulce ambiente que crearon con confesiones dichas a medias.

[...]

Fue unos cuantos días después que Taehyung no pudo más.

Le asfixiaba vivir como si todo estuviese perfecto, como si no hubiese descubierto a su difunta madre entre cajas viejas de un ático abandonado y su padre no hubiese incumplido su promesa de regresar por él.

Como si toda su vida no hubiese sido una amarga mentira y no llevase casi tres semanas sin ver al pelinegro labios de cereza, al cual se había percatado, necesitaba. Pues aún despertaba todas las noches deseando encontrarse con la ventana de su habitación para poder escapar, rogando todo fuese una cruel broma de su inconsciente.

Pero siempre despertaba con las paredes vainilla y el rostro sereno de su mejor amigo a su costado. Se estaba ahogando lentamente en la familia perfecta que los Park eran.

Oh Taehyung se sentía tan irónicamente ajeno a ellos, no encajando dentro de las encantadoras atenciones de la señora Park y los reconfortantes ojos del señor Park.

Él no pertenecía ahí.

Fue por ello que un día pidió con toda la amabilidad del mundo que lo llevasen de regreso al lugar de donde escapó en busca de su padre. Algo tenía que haber, una carta, un regalo, algo que lo hiciera dar con el hombre que últimamente veía mucho en sueños.

La señora Park aceptó sin titubear, transportándolo por la tarde de regreso al lugar que tantas veces fue su refugio.

El camino le pareció más largo de lo usual pero tolerable con Jimin sosteniéndole la mano buscando reconfortarlo, pues volver a ver a la pelinegra no sería agradable, podía predecir.

Cuando llegaron, madre e hijo aguardaron dentro del auto, respetando la privacidad del pelimiel para afrontar la situación solo, no sin antes avisar que cualquier cosa ellos estarían afuera esperándolo.

Y Taehyung esperó todo, desde la bien conocida soledad hasta el duro rechazo, pero definitivamente no el profundo olor a licor recibiéndolo. A pesar de ser una tarde soleada, dentro de la casa el ambiente era lúgubre, casi tétrico.

Por poco le da un infarto al ver a la conocida pelinegra derrumbada encima de la mesa del comedor entre botellas y líquidos no identificados. Con el miedo cerrándole la garganta se acercó a ella, el lugar era un asco; vidrio y todo tipo de licores manchaban el piso, la mesa, las paredes. El olor a alcohol le hizo doler la cabeza.

Sacudió a la mujer inconsciente, con tantas preguntas en la punta de la lengua que las manos le empezaron a temblar. Ella era limpiadora compulsiva, enloquecía con un vaso mal lavado y no soportaba olores desagradables en el aire, sobre todo dentro de su casa. Entonces no entendía aquel preocupante escenario cuando ni siquiera era conocedor de que la pelinegra bebiese.

Sus ojos vagaron por todas partes buscando algo que le revelase alguna pista, un motivo por el cual la mujer había bebido hasta perder el conocimiento luego de hacer de la cocina un desastre.

Una hoja sobresaliente bajo la cabeza azabache fue su respuesta. Con cuidado la sacó y leyó de inicio a fin lo que en el documento se plasmaba.

Y entendió por completo el estado de la mujer.

Porque después de una extensa explicación de los hechos, con tinta negra y tipografía penosa, el papel rezaba un "lamentamos profundamente la pérdida del marinero Jung Hoseok, tanto los gastos funerarios como el seguro serán depositados en los próximos cuatro días hábiles. Nuestro más sentido pésame."

Tercera grieta y el mundo se le vino abajo.

[...]

:)

Artista » KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora