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Ha pasado mucho desde la última actualización así que vamos a sentirnos Influencer:

¡Maratón 1/4!

[...]

Mayo.

Taehyung acababa de llegar de la escuela, y su madre no había salido a recibirlo; bueno, tampoco es como si todos los días lo hiciera, pero ella ni siquiera estaba en la cocina, lo cual tratándose de ella era extraño. Subió las escaleras en dirección a su habitación y un escalofrío le recorrió la espalda al percatarse de que la puerta de su habitación se encontraba entreabierta, pues él estaba seguro de haberla cerrado por completo antes de marcharse.

Con cautela se acercó y a pesar de presentirlo, su corazón igualmente dio un vuelco al ver a su madre sentada en su cama dándole la espalda con uno de sus cuadernos en el regazo. El recuerdo de la misma situación años atrás revolviéndole el estómago. Su madre hojeaba cada página mientras poco a poco su bello rostro se desfiguraba en una mueca asqueada.

Estaba en graves problemas.

—Llegué de la escuela —saludó tímido con los nervios erizándole la piel.

—¿Qué es esto? —cuestionó ignorando completamente su saludo, volteando el cuaderno dejando los dibujos expuestos frente a él en el proceso.

Y sintió el alma caérsele a los pies.

Pues en aquella página en específico se encontraban dos hombres peligrosamente cerca, sus labios rozándose, casi besándose. Y uno de ellos era él.

Y el otro, Seokjin.

—N-No son míos —murmuró en un intento por salvarse.

—¿Entonces de quién son? —su cabeza dolió al tratar de formular una respuesta creíble en tan poco tiempo, su mente quedando en blanco a excepción de cierto lindo rubio que había dormido entre sus sábanas incontables veces.

—Jimin —su corazón se apretó en dolor al comprender lo que sus labios habían soltado. Lo había empeorado, pues su madre guardó silencio unos segundos que le parecieron una vida, una gota de sudor le recorría la mejilla y sus latidos eran inestables. Estaba asustado. La mujer cerró el cuaderno y a él, aunque su verdadero objetivo no era su cuerpo temeroso ni sus manos temblorosas, sino la puerta.

—Jimin tiene prohibido volver a pisar esta casa, ¿Quedó claro? no quiero respirar el mismo aire que un enfermo —con ojos llorosos y un nudo en la garganta asintió a pesar de que sabía que no era del todo una pregunta, pues la mujer ya se había marchado antes de siquiera esperar por una respuesta.

Sin cuidado cerró la puerta dando casi un portazo, las lágrimas le escocían los ojos y sentía que le faltaba el aire. Arrojó su mochila al piso y con desesperación se acercó a su armario, el caballete quedó en el olvido con el lienzo y múltiples lápices de carbón frente a él. El seguro fue colocado en algún momento y con angustia tomó los carboncillos entre sus dedos para dar trazos carecedores de cuidado, con enojo, frustración, casi llegando a ser violenta la manera en la que el lápiz era estampado sin parar una y otra vez.

Ella no tenía que haber visto eso. Su madre no tenía que ver sus asquerosos y enfermos pensamientos con su profesor. Con otro hombre.

La punta del lápiz comenzó a desgastarse en tiempo récord y las lágrimas cayeron sin pedir permiso, pues a pesar del enojo que sentía, el dolor de su corazón era más fuerte. Le dolía el indirectamente directo rechazo de su madre, el cómo tan solo un par de años atrás aquella mujer que lo arropaba y le daba un beso de buenas noches, era la misma mujer que ahora solía mirarle sin verlo realmente.

Taehyung no supo cuánto tiempo estuvo arrodillado en el suelo descargando las emociones acumuladas a través de sus dedos, pero sí notó que comenzaba a hacerse tarde cuando la tenue iluminación dentro de la habitación comenzó a fastidiarle. Sus rodillas y manos dolían, sus ojos ardían debido al llanto silencioso y sentía el palpitar de su labio inferior tras haberlo estado mordiendo en un intento de ocultar sus sollozos y jadeos lastimeros.

Con lentitud se puso de pie, secó los residuos de lágrimas en sus ojos y los largos caminos que éstas habían trazado en su rostro, estirando sus extremidades pues aquella posición se las había entumecido. Miró el resultado final de su dibujo.

Era el mar en una noche sin luna ni estrellas. Sin corrientes de aire fresco ni tonos fantasiosos, solo una negrura preocupante. Le gustaba.

Él siempre había amado aquella técnica, pues prefería los colores oscuros a los colores chillones. Aunque no siempre fue así. Viendo su obra frente a él y comparándola con su sentir comprendió totalmente la frase de "La técnica define al artista".

Miró por la ventana encontrándose con un bello atardecer bañado en tonos rosas, anaranjados y rojizos. Totalmente opuesto a su dibujo; la belleza que se colaba entre las cortinas no estaba lo más remotamente cerca del torbellino dentro suyo. Fuera de su habitación todo parecía brillar de una vida exorbitante, dentro era lo contrario.

Soltó una pequeña risa más parecida a un suspiro, pues aquellos pensamientos incluso resultaban poéticos. El exterior tan perfecto y el interior tan roto. Tan distintos e iguales, fácilmente podría compararse con el día a día.

Todos somos perfectos en el exterior, pero tan imperfectos detrás de la máscara, ¿No es así?

Con pesadez se sentó en el pequeño balcón de la ventana, listo para mirar el mar hasta dormirse como tantas noches había hecho. Miró el lento oleaje y el sol muriendo para dejar nacer a la luna. No pudo evitar llorar un poco más.

Extrañaba a su papá.

Extrañaba sus visitas nocturnas, regalos secretos y cariños. Pero sobre todo, se extrañaba a sí mismo; a su yo del pasado, pues él no tenía ese sentimiento de vacío perforándole el pecho. No se sentía terriblemente solo y miserable como estaba sintiéndose en esos momentos.

[...]

Artista » KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora