Capítulo 27

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Tenía que hacer algo. No podía quedarme ahí parada en el sofá, esperando que algo sucediese. Tenía que salir y pararle los pies a Leo, hacer que se calmase, o tiraría la puerta abajo.

En ese momento se me pasaron por la cabeza sus golpes y sus insultos. No podía permitir ni uno más. Tenía que hacerme respetar, plantarle cara. Decirle que no podía hacer lo que quisiera conmigo, porque eso no era humano, no era racional. Ninguna mujer en el mundo se merecía algo así, y menos yo, que siempre me había portado bien con él.

Me armé de valor, y abrí la puerta. Henning contemplaba la escena, atónito desde dentro.

Un Leo más enfurecido que nunca me agarró del antebrazo. Vi sus ojos arder. Su alma se quemaba con todo el dolor que producía con sus actos, se incendiaba y se oscurecía con los restos de ceniza de todo lo que devastaba a su paso.

— ¡Leo vete! Por favor, vete antes de que las cosas empeoren.

— ¡No me iré, hasta que no vengas conmigo! ¿De quién es esta casa? ¿Te estás follando a otro? ¡Eres una zorra!

— ¡Leo no te consiento que me hables así ni una sola vez más! —Dije señalándole con mi dedo índice —¿Me has oído? ¿Qué narices te está pasando? ¿En qué te estás convirtiendo? ¡Tú no eras así! —Dije con la voz desgarrada.

Agarró más fuerte mi brazo y me zarandeó contra la puerta. Sentí crujir mi espalda y un grito de dolor se apoderó de todo mi ser. Hen que vio lo que había pasado salió corriendo del apartamento y se puso entre Leo y yo, intentando protegerme.

Leo me miró con ojos de espanto, dándose cuenta de lo que había hecho. Retrocedió un par de pasos sin enfrentarse al alemán, por suerte, y dijo:

— Emily, tú tienes la culpa. Me obligas a hacerte estas cosas.

— ¿Quién eres? Tú no eres Leo. Me haces daño, ¿no te das cuenta? ¡Lárgate! ¡No quiero verte nunca más! ¿Entiendes? ¡Nunca!

Leo se dio la vuelta y se marchó. Se montó en su coche dando un portazo y condujo a toda velocidad bajando la calle.

Mi cuerpo devastado por el dolor psicológico, más que físico, cayó al suelo desplomado. Mis ojos se invadieron de lágrimas que no me dejaban ver nada y noté desquebrajarse mi alma en mil pedazos.

Hen intentó, totalmente en vano levantarme, así que acabó tirado junto a mí en el portal, abrazándome para consolarme. Noté su incertidumbre y la incomodidad que la situación le causaba.

— Tranquila Emily —Decía el muchacho. —Tranquila...

Antes de que terminara la frase, oí el sonido de un coche parando frente al bloque de edificios. Era Adam. Mi ángel de la guarda había llegado tarde. Se bajó sin notar nuestra presencia y abrió la puerta del portal. Al encontrarnos tirados en el suelo llorando, sus ojos se quedaron perplejos y se llenaron de ira. Supuse por su gesto que con sólo vernos había comprendido lo sucedido. Se giró y salió corriendo sin decir nada de nuevo hacia su coche.

En ese mismo instante supe que iba a buscar a Leo. Que iba a suceder lo peor, y no podía dejar que eso pasara.

Salí tras él para intentar impedírselo.

— ¡Adam espera! ¡No vayas! ¡Para!

Ni si quiera se giró para mirarme, tenía tanta rabia que se subió al coche y arrancó fugazmente, antes de que pudiera alcanzarle.

Tenía que seguirle. Tenía que pararle o Leo le haría daño.

Me volví hacia el portal.

— ¡Henning! ¡Tienes que dejarme tu coche por favor! No quiero que Leo le haga daño a Adam.

Si decido cambiar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora