Llegué a clase arrastrándome por los pasillos. Después del horrible fin de semana que había pasado no pude hacerlo de otra manera. Mi cuerpo estaba débil y cansado. Mis ojeras delataban lo poco que había dormido en estos dos últimos días y la palidez de mi piel hablaba por sí sola.
Si los lunes eran de por sí difíciles, éste se complicó el doble. Después de lo que había ocurrido el viernes estuve encerrada en casa durante todo el sábado y el domingo. Sin dormir. Sin comer absolutamente nada. Llorando a mares.
Conseguí hablar con Mimi y con Rachel el sábado por la mañana. Estaban muy enfadadas. No entendían como podía haberme ido así y no haber respondido ninguna de sus llamadas. Por lo visto, estuvieron durante dos horas buscándome por todas las calles de Silvertown sin encontrar ni rastro. Estuvieron a punto de llamar a la policía, pero al parecer Adam les mandó un mensaje a ambas diciéndoles que estaba bien, justo cuando llegamos a casa.
De Leo no había tenido noticias. Y eso me mataba por dentro. No me atreví a llamarle. ¿Qué iba a decirle? ¿Que había estado con otro chico tomando copas mientras él jugaba al FIFA? ¿Que ese mismo chico fue quien le pegó un puñetazo? ¿Que había vuelto de Silvertown con Adam? No, no podía decirle eso. No podía asumir mi responsabilidad. Me daba miedo.
Rachel me había contado que cuando consiguieron separar a Bruce y a él en la puerta del Premium, Leo tenía la nariz sangrando. Dijo que le vio subir a su coche y largarse de allí. Bruce por lo visto no corrió la misma suerte, y tuvo que ir a Urgencias a que le cosieran una ceja y le vendaran la muñeca.
Al entrar a clase, Mimi me giró la cara. Cuando se enfadaba por tonterías me costaba un día entero que me volviera a dirigir la palabra, así que con esto, me esperaba al menos una semana de búsqueda de su perdón. Rachel me saludó disimuladamente con un ligero gesto.
Lucas que acababa de llegar se acercó a mí y me abrazó.
— Emily, las chicas me han contado todo. Tienes muy mala cara. ¿Qué tal has pasado el fin de semana? Estaba preocupado—Dijo.
— Lucas, yo...estoy fatal. No sé ni por qué he venido hoy a clase. No puedo más. —Suspiré.
— Tranquila. Todo se solucionará. Si necesitas algo sabes que puedes contar conmigo. Y con las chicas. A Mimi se le pasará enseguida. Ya verás. Te quiere mucho y se dio un buen susto.
El profesor entró en clase y todos nos sentamos. Las dos horas de lección se me pasaron enseguida. No atendí nada, no podía concentrarme. Mi cabeza seguía dándole vueltas a todo. Sin parar. Mi maldita cabeza nunca descansaba.
Al salir del aula, fui hacia las taquillas como todos los días. Estaba decaída. Andaba arrastrando los pies y el cuerpo me pesaba toneladas. Estaba muy cansada y hacía las cosas sin prestar atención, estaba ida, absorta, inerte. Me puse la bata, cogí las cosas vagamente y fui hacia los ascensores para ir a las consultas.
Entonces me encontré con Adam, que estaba esperando también el ascensor. No le había visto en clase, ni si quiera había girado la cabeza para cerciorarme de su presencia. No quería hablar con él, así que cuando nuestras miradas se cruzaron, decidí ir por las escaleras para evitar ir en el mismo ascensor.
Cuando me giré, noté que su mano me agarró el brazo delicadamente. Tomé aire hondo y me giré para mirarle.
— ¿Qué quieres Adam? —Dije.
— Solo quiero saber qué tal has pasado el fin de semana. Estaba preocupado Emily. Yo... —Le interrumpí.
— Pues que todo el mundo deje de preocuparse por mí de una vez. — Respondí de mal humor.
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Si decido cambiar ©
RomanceEmily Sutton, estudia Medicina, y tiene una vida difícil. Intenta ser perfecta en todo: Buena novia, buena estudiante, buena hija. Pero su mundo explota cuando se ahoga en una enfermedad que no quiere ver, cuando su novio Leo empieza a tratarla de f...