Capítulo 6

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Septiembre de 2009

Era mi primer día de Universidad y estaba muy nerviosa, supongo que al igual que todos los demás. Andábamos de un lado para otro sin saber muy bien a dónde ir. Por fin encontré la que parecía mi clase. Había un cartel colgado, que tapaba el vidrio rectangular de la puerta y decía: ¡Bienvenidos, futuros doctores!

Entré al interior. Era un aula enorme. Muy diferente a lo que estaba acostumbrada. En el pequeño instituto del que yo venía, no había ni una sala tan sumamente grande. Conté a ojo, debía haber unos 150 asientos. ¿Seríamos tantos? No tenía ni idea.

Siempre había soñado con ese momento. Empezar la Universidad era una nueva etapa en mi vida, que tanto necesitaba un cambio. Quería conocer gente nueva, hacer locuras, enamorarme,...y todas esas cosas que la gente solía hacer en sus años de estudiante.

Decidí sentarme hacia la mitad de la clase, que aún seguía medio vacía. Sólo unas pocas personas habían tomado asiento, pero ninguna cerca de mí.

Quizás debí haber esperado — Pensé.

Ahora sería la gente la que decidiría si sentarse a mi lado y no yo. Y quería asegurarme de escoger bien. Quería tener unos amigos distintos a todo lo anterior. Gente nueva, con aire fresco, que cambiase mi vida y me enseñase nuevas formas de pensar o de vivir.

Recé en mi fuero interno para que ninguno de esos personajes que había visto en la puerta se sentaran junto a mí: Un tipo oscuro, vestido con ropas del inframundo; una chica con rastas y una pluma roja en su oreja o aquél chico raro lleno de acné... Quizás eran las personas más geniales del mundo, pero a mí me habían sorprendido, no eran el tipo de personas que yo solía conocer, al menos en apariencia.

Estaba completamente inmersa en mis pensamientos mientras observaba a aquellas mentes perdidas tomar sus asientos. El de al lado seguía vacío.

Había escogido esta carrera porque siempre había encontrado reconfortante hacer algo por los demás, algo por las personas que sufrían como yo. La Medicina siempre me había parecido algo admirable y supuse que si llegaba a ser médico la gente me respetaría y sabría valorar lo que hacía por ellos, a diferencia de lo que venía acostumbrada a recibir.

Empecé a sentirme rara. Todo el mundo había comenzado a entablar conversación con sus compañeros de alrededor y yo seguía sola en aquel lugar rodeada de desconocidos. ¿Y si nada iba a cambiar? ¿Y si iba a seguir sola? ¿Era yo el problema? Realmente me odiaba.

Entonces una vocecilla dulce y a la vez estridente hizo desvanecer todos mis frenéticos y negativos pensamientos.

Hola, ¿te importa si me siento aquí? Me llamo Mimi ¿Y tú?

Una chica pelirroja y de piel pálida había ocupado el asiento de mi derecha. Era bajita, o eso parecía, porque las piernas le colgaban de la silla.

Claro — Dije algo entusiasmada, pero intenté serenarme para no dar mala impresión — Me llamo Emily. —Añadí alzando la mano para entrelazarla con la suya a modo de saludo.

Entonces mi nueva vecina de mesa sonrió, y algo me dijo que iba a llevarme muy bien con ella.

La clase comenzó a llenarse. El último en entrar fue el que supusimos era nuestro nuevo profesor. Nos dio la bienvenida, soltándonos el típico discursito de la carrera médica que tanto oiríamos a lo largo de los siguientes seis años.

Sin embargo, en ese momento, todos estábamos perplejos, atendiendo y escuchando cada palabra sin ni siquiera parpadear. Como si fuera el día más importante de nuestras vidas. Y en parte lo era. Al menos para mí, porque a partir de ahí, toda mi vida cambiaría desmesuradamente.

Si decido cambiar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora