Al salir de la sala, mis ojos intentaron vanamente recuperarse del paso de oscuridad a la clara luz de los focos del centro. Notaba que aún seguían ligeramente hinchados por mi llanto.
Leo me cogió la mano.
— La película ha sido increíble. Vaya efectos especiales ¿Has visto la batalla? Quien me iba a decir que me iba a gustar una peli de niñitas. Y todo por ti, nena. — Dijo con cierto entusiasmo.
— Sí — Respondí. —Ha estado bien.
No pude decir más al respecto porque no había conseguido concentrarme en la película después del incidente de las palomitas, y había estado inmersa en mis pensamientos y en mi tristeza. Pero tenía que disimular. Leo no podía enterarse.
— Y Angelina... ¡Brad Pitt tiene una suerte increíble...!—Continuó.
— Sí... —Asentí.
No tenía ganas de escuchar ningún comentario más acerca de la película.
— Emily, ¿Estás ahí?
— Sí —Tenía que decir algo más que un monosílabo, o Leo empezaría a mosquearse — Te estoy escuchando.
— Estaba pensando en que te quedaras a pasar la noche en casa. Ya sabes, cenar algo, algunas cosquillas...Echo de menos esas noches. Hace mucho que no te veo con los labios rojos...
A Leo le encantaba cuando me pintaba los labios de rojo, y hacía tiempo que ya no lo hacía. Quizás parezca una tontería, pero los días que usaba carmín eran increíbles. Jugábamos a seducirnos, yo le guiñaba un ojo y le besuqueaba por todas partes para dejar mi rastro de color de fuego. Yo también lo echaba de menos.
No me apetecía otra cosa más en el mundo que una noche así con él, a pesar de todo. A pesar de su frase desafortunada o de su error de la otra tarde. Le amaba pasara lo que pasara.
Le miré fijamente. Vi sus ojos verdes chisporrotear mirándome. Me agarró fuerte y le besé. Creí que eso era la felicidad. Daba igual todo. Le tenía a él, ¿qué más podía pedir?
— Vámonos de aquí. —Le dije sonriendo con la boca cerrada.
La gente que salía del cine, se amontonó a la salida del centro. Atravesamos la multitud y noté cómo alguien tocó mi brazo por detrás.
Me giré en un intento de averiguar de quien se trataba o si había sido por accidente.
Entonces vi a aquel chico de los desayunos. Míster sonrisa estaba allí, entre toda esa gente. ¿Qué hacía allí? ¿Acaso no había más centros comerciales en la ciudad? ¿Me estaba acosando? Por su cara de sorpresa, deduje que no. Él tampoco esperaba encontrarme allí.
Se acercó a nosotros. No iba solo. Una chica de aspecto dulce y delicado sostenía su mano. Era rubia, de tez pálida y ojos azules. Parecía de porcelana, amenazaba con romperse en cualquier instante.
— ¡Hey, Emily! Qué casualidad encontrarnos aquí.
Subió los ojos, siguiendo mi brazo unido al de Leo y le miró. Ambos eran de una altura similar. La tensión de ese minúsculo momento podía cortarse con un cuchillo.
Entonces Adam, sacó la mano libre de su bolsillo y se la acercó a Leo, a modo de saludo. Ambos se dieron la mano.
— Hola, soy Adam. Encantado.
— Este es Leo. —Dije.
Leo comenzó a escanear a Adam. En ese momento supe, que después tendría que darle una larga explicación sobre quién era. Leo era extremadamente celoso y no soportaba que ningún chico se me acercara.
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Si decido cambiar ©
RomanceEmily Sutton, estudia Medicina, y tiene una vida difícil. Intenta ser perfecta en todo: Buena novia, buena estudiante, buena hija. Pero su mundo explota cuando se ahoga en una enfermedad que no quiere ver, cuando su novio Leo empieza a tratarla de f...