Capítulo 13

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Enero de 2014

Estaba sentada en el suelo de mi nuevo apartamento, intentando construir una mesa para el salón con un par de pallets que había comprado a un carpintero.

Miré a mi alrededor y sonreí. Por fin mi vida estaba comenzando a funcionar bien. Me sentía feliz. Aunque sólo llevaba unos tres meses saliendo oficialmente con Leo, nuestra relación iba viento en popa. Desde que le conocí en verano no nos habíamos separado ni un instante, pero no fue hasta el invierno cuando me tomé lo nuestro en serio.

Además acababa de cumplir mi sueño de independizarme y a pesar de que mi nuevo hogar no estaba del todo finalizado, estaba encantada con mi pequeño refugio. Fui decorándolo poco a poco en el escueto tiempo que me dejaba quinto curso, que se había vuelto algo duro pero bastante placentero.

Mamá había venido esa mañana de sábado para ayudarme a terminar de pintar mi habitación. Habíamos sustituido el horroroso gotelé de color verde por unas paredes de color blanco impoluto que diera más amplitud y luz al espacio.

Leo estaba a punto de llegar. Le había pedido ayuda con un par de muebles que no sabía montar. Las instrucciones y yo no nos habíamos llevado bien nunca y me hacía falta un manitas que me echase un cable. Y qué mejor que él.

Me encantaba pasar tiempo con él. Era detallista y romántico aunque no quisiera reconocerlo. Era capaz de sacarme una sonrisa con sólo soltar un par de tonterías. Me hacía sentir tan bien... Daba gracias al cielo una y otra vez por haberle conocido porque me hacía la mujer más feliz del mundo y nunca había sentido algo así antes.

Llamaron al timbre. Aún no me había acostumbrado a ese zumbido tan distinto al de mi antigua casa y muchas veces olvidaba descolgar el telefonillo. Pero ese día no. Porque estaba deseando verle.

Leo apareció en mi puerta y traía consigo un precioso ramo de rosas amarillas. Eran mis favoritas.

— Buenas tardes señorita. —Dijo sonriendo. — ¿Ha llamado usted a un manitas?

Solté una risita tímida.

— Sí, señor. Es aquí. Pase. —Ordené.

— Esto es por cortesía de la empresa de chapuzas Leo S.A. —Dijo dándome el precioso ramo.

— ¡Qué tonto eres! ­—Exclamé justo antes de darle un beso en los labios.

Tomé el ramo y hundí mi nariz para apreciar el olor. Después lo puse en un jarrón con algo de agua. Leo se puso a conectar los cables de la televisión del salón mientras yo seguí construyendo la mesa.

— Leo.

— Dime — Dijo él sin llegar a mirarme.

— Te quiero.

Dejó lo que estaba haciendo y vino hacia mí. Se sentó a mi lado y me abrazó por el cuello con un solo brazo dándome un beso primero en la sien y luego en los labios. Reconocí su olor. Llevaba el perfume que le había regalado por Navidad.

Yo también te quiero Emily. Te has convertido en lo segundo más importante de mi vida.

¿Cómo que lo segundo? —Dije indignada — ¿Qué es lo primero?

Primero está Kurt, y luego tú — Dijo riendo a carcajadas sin parar.

Abrí la boca con indignación y le di un ligero golpecito con el puño en el hombro. Sabía que bromeaba.

— Es broma, princesa. —Dijo pellizcándome la nariz mientras yo le miraba desafiante. — Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

Entonces rodeé su cuerpo con mis brazos y reposé mi cabeza sobre su pecho. Estaba completamente enamorada de Leo, de sus ojos, de sus labios, de su forma de ser y de lo bien que me cuidaba.

— ¿Crees que nos haremos viejitos juntos? — Pregunté. Oí como una ligera risa se escapaba de su boca.

— No estoy seguro de que quiera verte con arrugas. — Dijo bromeando de nuevo, pero antes de que pudiera abrir la boca para quejarme, se abalanzó sobre mí para mordisquearme la cara y el cuello a modo de juego.

Caímos al suelo y quedó a horcajadas sobre mí.

¿Sabes? Esta camisa de cuadros te queda genial —Dijo después de besarnos — Aunque creo que me gustas aún más sin ella.

Pero eso está muy mal, señor manitas. No puede decir esas cosas a sus clientas, o le despedirán. — Susurré jugueteando.

Entonces creo que debería ir buscando otro trabajo, señorita Sutton, porque no voy a poder contenerme.

Comencé a desabrocharme el primer botón de la camisa, cuando el sonido de mi móvil sonó.

No lo cojas. — Me pidió con un suspiro.

Tengo que cogerlo bebé. Puede que sea importante.

Leo se levantó y me ayudó a mí a incorporarme. Agarré el teléfono que había dejado sobre el sofá y descolgué. Era Lucas.

¡Hola Lucas! — Dije entusiasmada, mientras me abrochaba torpemente el botón con la mano que me quedaba libre.

¿Qué tal Emily? ­— Dijo su voz a través del teléfono.

Bien, liada con la mudanza. Ya sabes, pintar, poner los muebles nuevos, ordenar... Es un caos. ¿Y tú? ¿Qué querías?

Tenemos que vernos para terminar el trabajo de Neurología para el Dr. Williams. Queda poco tiempo y me estoy agobiando. Mimi y Rachel ya han terminado su parte.

Sí, cuando quieras. — Respondí.

¿Qué te parece si nos vemos mañana en el café de siempre?

Perfecto. Pero si prefieres podemos hacerlo en mi apartamento para estar más tranquilos. —Dije. Sabía que en la cafetería acabaríamos distraídos.

Hecho. Mañana te veo entonces — Dijo Lucas antes de colgar.

Dejé el teléfono de nuevo sobre el sofá e intenté retomar lo que habíamos dejado pero entonces me encontré con un Leo con gesto serio.

¿Qué ocurre? — Pregunté.

Pasas mucho tiempo con Lucas ¿no? — Dijo con cierto retintín.

Es mi amigo Leo, es normal que pase tiempo con mis amigos.

Ya, lo entiendo, pero me da la sensación de que él no te ve sólo como una amiga.

¿Qué? ¡Venga ya! — Dije soltando una carcajada — ¿Estás celoso?

Sí — Admitió. — Te quiero sólo para mí...

Sonreí y me mordí el labio. Después le besé, y le dije algo que para mí era obvio, pero de lo que él parecía tener aún ciertas dudas.

Soy sólo tuya, Leo. Entérate bien. Quiero estar el resto de mi vida contigo, porque me haces la mujer más feliz del mundo...

Si decido cambiar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora