Capítulo 23

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Primer día de las esperadas vacaciones de Navidad. Leo estaba desnudo paseándose por mi cocina, intentando preparar algo de pasta, mientras yo me relajaba en el salón y ponía algo de atención a mis desastrosas uñas. Acababa de pintármelas de color granate, mi color favorito, cuando mi teléfono empezó a sonar en mi habitación.

— Leo, ¿puedes descolgar mi teléfono? Acabo de pintarme las uñas.

Supuse que sería mamá, que había quedado en llamarme cuando saliera del médico con Sarah, que estaba algo resfriada.

Leo refunfuñó pero hizo caso y fue al dormitorio. Lo cierto es que parecía haber cambiado, no había vuelto a ponerme un dedo encima ni a tener ninguna salida de tono. Hecho que hacía que yo me sintiera aún más culpable por lo que sucedió en la fiesta con Adam. Aquella noche fue una de las más bonitas de mi vida y pensar que no había sido con Leo me oprimía el corazón.

— Es un número desconocido —Gritó Leo desde mi habitación.

— ¡Tráemelo! Yo contesto. —Dije.

Se acercó a mí y lo descolgó sujetándolo contra mi oreja. Me sentía muy inútil cuando me hacía la manicura.

— ¿Sí? —Respondí. No se oía nada.

— Emily. —Dijo una voz familiar.

— ¿Sí? —Repetí.

— Soy Adam.

Abrí los ojos como platos. Solo esperaba que Leo no pudiera oír nada, pero estaba tan cerca de mí que sería bastante improbable.

— Sí, hola mamá. —Dije disimulando.

— ¿Mamá?, Emily, soy Adam.

— Ya, mamá. Ya lo sé. ¿Qué quieres?

— Ya entiendo, el idiota ese está contigo ¿no?

La rabia se apoderó de mí, pero no pude expresarlo. El labio debió temblarme, sin darme ni cuenta.

— Sí, me alegro de que Sarah esté bien. Estoy en casa con Leo.

— Me encanta como disimulas. —Dijo soltando una risita.

— Si no quieres nada más, hablamos luego.

— ¡No! ¡No cuelgues! —Dijo rápidamente. Suspiré al oírle. —Quería saber qué tal estabas. No te he visto desde la fiesta. Me preguntaba si podríamos vernos cuando tu novio idiota se vaya.

— Está bien. Ya hablaremos. Adiós.

Me aparté del teléfono y le pedí a Leo que colgara.

— ¿Por qué te llama tu madre desde un número desconocido? —Preguntó Leo, extrañado.

— Habrá olvidado el teléfono en casa. Será de alguna cabina cerca del Centro de Salud. Sarah está bien. —Dije apurada.

— ¡Oh! Perfecto. Podríamos ir a por ella y llevarla a algún sitio esta tarde, no sé, quizás al cine o a ver las luces de Navidad.

— No creo que le apetezca Leo, está enferma. Es mejor que descanse. Además he quedado con las chicas esta tarde.

— ¿Qué vais a hacer?

— Nada especial, ya sabes, películas, cotillear... Tú deberías hacer lo mismo. ¿Por qué no vas a visitar a Mike a Silvertown? — Dije, intentando conseguir vía libre para ver a Adam sin problemas.

Si decido cambiar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora