Los meses pasaron más rápido de lo esperado. Cuando quiso darse cuenta, le habían dado el alta y se encontraba en tratamiento ambulatorio. Con Flavio acompañándola a cada paso del camino, como si se hubiera tomado como misión personal el convertirse en su ángel de la guarda.
Sus padres se habían alegrado de tenerla de vuelta. Unos rostros que llevaban años empañados por el duelo, recobraron la ilusión en cuanto pudieron estrechar a su niña entre sus brazos. Colmaron de agradecimientos al navarro, porque sentían que estaban en deuda con él, por conseguir aquello que todo el mundo había calificado de imposible.
Sin embargo, el muchacho rechazó con su diplomática educación todos los intentos por agasajarle de aquella familia humilde, argumentando que para él, el principal objetivo era que Samantha estuviera bien, lo cual era totalmente cierto, pues se había pasado meses viéndola dormir, mientras le contaba hasta los sucesos más mundanos, teniendo una fe inquebrantable en que en algún lugar, ella estaría escuchando.
Ante tanto optimismo, lo habían tachado de loco y en el hospital le habían asignado una psicóloga, Marta, de quien también le hablaba a la rubia, pero cuya misión era ayudarle a superar la mancha que deja la partida a la fuerza de un ser querido. Constantemente se sentía sobrepasado por todo lo que tenía en el plato, pero casi siempre conseguía salir del bache para disfrutar de una nueva etapa de tranquilidad. Escuchar la risa de Oier cuando lo sentaba en sus rodillas para improvisar al piano, era todo lo que necesitaba para volver a agarrar el timón con fuerza y seguir navegando.
Aquel día hacía sol y como cada inicio de mes, se habían desplazado hasta el cementerio de pequeñas dimensiones que había a las afueras de la ciudad, pues la rubia quería despedirse y presentar sus respetos. Tenía un amasijo de emociones dentro, porque era la primera vez que pisaba ese lugar y donde tristemente, la marcha de su mejor amiga, se volvería para ella toda una realidad. Mentiría si no se admitiera que en el fondo, deseaba que fuese está la dimensión que se correspondía con un sueño.
Oier iba un poco más delante, recorriendo con parsimonia un camino que tristemente, había andado cientos de veces, tantas que podría hacerlo hasta con los ojos cerrados. Le daba miedo olvidarla, despertarse un día y no saber cómo era su voz o quién era, a pesar de que cada poco, sus tíos le hablasen de ella o tuviera siempre cerca el reloj que le regaló con una eme y una o grabadas en estaño en el medio de la esfera; porque uno no muere si le mantienen vivo los recuerdos de quienes se quedan.
Samantha miró al muchacho, deteniéndose con cuidado por primera vez en meses. Era realmente atractivo y no entendía cómo podía verse tan bien en una situación así, estaba segura de que ella tenía ojeras y estaba pálida, con las facciones lánguidas y apagadas.
Sin embargo, el navarro iba callado y serio, taciturno, pero con un saber estar que parecía innato. Como si siguiera sin creerse el giro de trescientos sesenta grados que había dado su vida, pero se esforzase a toda costa por ocultarlo. Como si fuera la piedra angular sobre la que se sujetan los cimientos de un edificio en construcción y lo tuviera muy claro, pero a pesar de la presión, se negase a claudicar y renunciar al cargo.
Antes del accidente nunca había estado muy presente en torno al pequeño porque el sector de los negocios lo tenía esclavizado y él no haber pasado el tiempo suficiente con su amiga, parecía traer consigo una culpa que lo estaba martirizando. Una culpa que no era muy visible al ojo humano, pero aquella tarde, Samantha supo verlo y por un segundo deseó poder tener el remedio exacto para hacer su carga un poco menos pesada.
- Lo estás haciendo bien, ¿sabes? - Murmuró ella, en un intento débil de ofrecerle unas palabras de consolación, que sonó más bien a un suspiro débil, perdido en el viento del ambiente.
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Como agua y aceite
FanfictionNunca se han llevado bien, aunque ella lo intenta, haría lo que sea por Oier. A él le da todo igual y ella solo le resulta insufrible porque siempre parece tener una crítica en la boca. Pero el destino se empeñaba en juntarlos e iban a tener que a...