26. Alianza

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Todos tenemos un concepto del amor al que queremos ceñirnos, hasta que llega alguien y lo cambia. Todos pensamos que sabemos lo que es, hasta que conocemos a una persona que nos enseña que se puede desaprender todo lo aprendido sobre un tema y empezar de cero. Todos pensamos que hemos encontrado a alguien que nos hace sentir únicos, a ese alma gemela del que hablan las películas, hasta que otra persona te demuestra que el amor en realidad es, formar un equipo con tu mejor amigo.

Eso pensaba Flavio cada vez que miraba a Chloe. Le resultaba muy irónico pensar que hacía tan solo unos pocos años, la idea de estar prometido con la que se podría considerar su primera novia, no le resultaba desagradable, pero en aquel momento y después de haber conocido a Samantha, le sabía anodino e insuficiente. Como si se estuviera conformando con la primera salida únicamente porque el camino se había llenado de maleza y no podía continuar.

No le gustaba la sensación de estar resignándose a un destino que se le antojaba poco placentero y llevadero. Pero tampoco sabía cómo hablar con ella, porque ni siquiera sabía si iría a la cena de esa noche, a pesar de que su respuesta había sido afirmativa.

Desde luego, si fuera a la inversa y él tuviera que ver cómo la rubia celebraba su inminente unión con otro hombre, Flavio era consciente de que no lo soportaría, así que no podía culparla si la esperaba toda la noche y no hacía acto de presencia.

El salón estaba decorado con aire señorial, lleno de flores en colores vivos que aportaban el toque festivo, pero quizás un poco recargado para su gusto. Se notaba que aquello había sido obra de Chloe, ya que uno podía percibir que la intención era captar la atención del invitado allí donde decidiera posar la vista. Samantha tenía claro que de haber sido una elección de Flavio, todo estaría en colores más neutros y con unos adornos mucho más elegantes y sobrios, porque prefería pasar desapercibido y no dar la nota de manera exhuberante y ostentosa.

Aún así, era innegable que el salón estaba precioso, con las diferentes mesas repartidas por la estancia con manteles del blanco más brillante que la rubia había visto jamás y las tarjetas delicadamente colocadas sobre la cubertería de plata que refulgía, con el nombre de cada comensal escrito en cursiva.

Buscó su lugar y sonrió al comprobar que estaba justo al lado de Maialen y enseguida supo que eso sí había sido obra de Flavio, como si a pesar de todo, quisiera hacer el maltrago un poco menos amargo. Quiso buscarle para darle las gracias, pero no lo encontró por la sala. Quizás se estaba preparando, porque por lo poco que conocía a Chloe, uno podía poner la mano en el fuego y apostar sin quemarse que querría hacer una gran entrada para las cámaras, puesto que había periodistas a cada lado de la estancia, con sus acreditaciones colgando del cuello y esperando pacientemente a que diera comienzo el espectáculo.

Se resignó, dispuesta a sentarse mientras esperaba a que Maialen saliera del baño, pero al retirar la tarjeta con su nombre, algo captó su atención. La giró entre sus dedos y comprobó en el reverso que había un mensaje:

Nos vemos en el jardín en cuanto llegues. Date prisa.

No tenía firma, pero tampoco hacía falta. Reconocería esa caligrafía en cualquier parte, con aquellas letras elegantes y finas, que se estiraban sobre el papel como los dedos del muchacho sobre las teclas cada vez que tocaba el piano.

Con la misma sensación que una tiene de niña al hacer una travesura, miró a su alrededor, pero todo el mundo parecía demasiado extasiado con la decoración y el haber sido invitado a lo que muchos habían calificado "el evento del año" como para reparar en una chica rubia vestida de azul que se agarraba a un trozo de papel como si fuera el último salvavidas de una embarcación a punto de naufragar.

Aliviada de que no hubiera moros en la costa, se escabulló por la puerta trasera en dirección al patio donde los carteles indicaban que estaba el jardín. Hacía un frío inusual para aquella época del año y su ánimo se vino abajo en cuanto dio con una valla que indicaba que por labores de mantenimiento, se encontraba cerrado al público.

Como agua y aceite Donde viven las historias. Descúbrelo ahora