Las campanas de la iglesia repiqueteaban con celeridad, llenando de sonido toda la calle. De no existir un pacto, Samantha percibiría aquella sinfonía alegre que invitaba a la unión, como una marcha fúnebre compuesta exclusivamente para el destino de su amor.
Pero aquel sábado, no era un día para el pesimismo, sino todo lo contrario. Hoy resurgiría de sus cenizas, como un auténtico ave fénix que le deja claro al mundo que ha venido para quedarse.
Se había pasado la semana pensando en qué decir, practicando en compañía de Maialen y las chicas de la asociación, aunque no estuvieran muy a favor de humillar públicamente a otra mujer. En realidad, la valenciana tampoco lo estaba, pero sabía que si intentaban interpelar a Chloe de manera individual, sería completamente en balde, por lo que no le quedaba otra opción.
Los primeros invitados empezaban a llegar, entrando con elegancia y solemnidad en la capilla, situada en un barrio residencial de la ciudad y con un estilo arquitectónico románico que invitaba al recogimiento y le aportaba algo de sencillez a la ceremonia, pues el novio se había negado en rotundo a casarse en la Catedral de la Almudena, tal y como se rumoreaba que había sido la intención de su prometida.
En cuanto al resto de detalles, quizás era demasiado. Demasiadas flores de demasiados colores, que saturaban el ambiente impidiendo disfrutar de la imagen general. Más que un enlace con clase, parecía reinar la opulencia y un afán subyacente por demostrar que se trataba de la unión entre dos familias pudientes, como si estuvieran tratando de mandarle al mundo el mensaje de que a partir de ahora, serían invencibles.
La familia del novio saludaba a los presentes con amabilidad y elegancia, con la madrina sonriendo bajo el ala de un tocado de plumas lila suave, a juego con su traje de chaqueta. Por el contrario, los padres de la novia estaban encantados de conocerse, recibiendo a los presentes con aspavientos exagerados, vestidos con trajes de tela lujosa y brillante, con un toque casi barroco y que dejaba claro a quién había salido Chloe.
Samantha se paró en la escalinata, observando la estampa y sonriendo al ver cómo ambas familias parecían la noche y el día. Una sobria y comedida y la otra, buscando dar de qué hablar, independientemente de que fuese prensa positiva o negativa, tan solo complacida de ser la comidilla del panorama social por un día.
Apartó la vista hacia sus zapatos azul bebé para fingir que se los ataba en cuanto vio a Catalina Serra bajarse de un Mercedes clásico color negro pulido. Llevaba una sonrisa exultante que a la rubia le recordó más bien a la del gato de Alicia en el país de las maravillas. Su tocado era una pamela de exageradas dimensiones color beige que resaltaba el color rojo de su vestido, pero que aún así, conseguía llevar y manejar con clase, moviéndose por el espacio sin molestar a ningún otro asistente.
Su marido, vestido con un traje de chaqué negro bastante más clásico, la tomó del brazo y la ayudó a subir las escaleras en dirección a los Green, quienes les esperaban entusiasmados por poder volver a abrazarse después de tanto tiempo sin verse.
La rubia creía que repararían en ella al pasar por su lado, pero estaban tan satisfechos consigo mismos y tan ocupados en socializar que no fue así, permitiéndole volver a respirar.
Aquello también le dejó claro que ella seguía perteneciendo a otro mundo, ese que las personas que la rodeaban consideraban de segunda, pero que para ella era de gente luchadora y perseverante. El que nadie la mirase era suficiente información, como si tuviera una letra escarlata en la frente que indicaba que no debía estar allí y por tanto, la hacía invisible. Esto no era nada nuevo, porque solo en los cuentos, los reyes reparaban en una costurera.
Pero por primera vez desde que se había planteado dicha diversidad de perspectivas, no se sintió inferior, sino bendecida. Porque la invisibilidad también era poder, significaba vivir su vida sin reporteros comentando su aspecto en artículos de revistas de prensa amarilla, significaba pensar por sí misma y no ser un accesorio más en el cuadro de la abundancia. No tendría que medir cada palabra que decía por si se malinterpretaba, ni tendría que estar perfecta incluso cada vez que respirara porque había millones de ojos silenciosos pendientes de cada uno de sus movimientos.
ESTÁS LEYENDO
Como agua y aceite
FanficNunca se han llevado bien, aunque ella lo intenta, haría lo que sea por Oier. A él le da todo igual y ella solo le resulta insufrible porque siempre parece tener una crítica en la boca. Pero el destino se empeñaba en juntarlos e iban a tener que a...