5. No puedo seguir así

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Los rayos de luz que apuntaban directamente a su cara la hicieron despertarse, acompañada de un dolor de cabeza tan potente que le hizo empezar el día con mal humor, pero también prometiéndose que no volvería a beber en lo que le quedaba de vida, aunque ya se la hubiera hecho en muchas otras ocasiones y tuviera muchas pruebas de que nunca lo cumplía.

Llegaron a su mente pinceladas de la noche anterior. Recordó a sus amigas, el local, la cena, la música estridente, los cócteles... Pero estaba segura de que había algo más.

Se desesperezó en la cama, estirándose cuan larga era y movió la mano hacia su mesita de noche, con intención de encontrar su móvil y ver la hora, pero se extrañó al comprobar que las yemas de sus dedos, no parecían alcanzar nunca la madera.

Con la cabeza a punto de estallarle, hizo un esfuerzo casi sobrehumano por abrir los ojos, pues los párpados le pesaban una barbaridad y un grito de pánico murió en su garganta al darse cuenta de que no estaba en su habitación. No reconocía la estancia y miró con pánico al otro lado, temerosa de encontrarse a un desconocido que la hubiera embaucado la noche anterior, cuando ella parecía estar en un estado de enajenación mental por culpa del alcohol, a juzgar por la resaca tan grande que tenía. No se encontraba así desde hacía años.

Suspiró con alivio al comprobar que no había nadie con ella en el cuarto, pero esa alegría duró poco al comprobar las sábanas tan arrugadas y el pijama masculino que descansaba justo encima. Estaba sola en ese momento, pero definitivamente, había dormido con alguien. Aunque no pudiera recordar quién.

Entró en estado de alerta y escuchó atentamente, pero no alcanzó a oír ningún ruido, por lo que dedujo que debía estar sola en la vivienda. Solo esperaba que el pobre muchacho no hubiera salido a comprarle algo de desayuno, porque era terrible en las típicas conversaciones de la mañana siguiente y estaba más acostumbrada a huir aún arropada por la oscuridad de la noche, cuando su acompañante aún estuviera en los brazos de Morfeo.

Suspiró, sintiéndose fatal consigo misma porque se había acostado con alguien la noche anterior y no recordaba de quién se trataba, pero para hacerlo aún peor, pensó que sus amigas habrían tratado de frenarla de algún modo y ella no les había hecho ni caso.

Miró hacia abajo para comprobar que tenía su ropa interior puesta, así que quizás con un poco de suerte, se había quedado dormida antes de empezar a hacer nada, pero se sobresaltó un poco al comprobar la camiseta color turquesa que la cubría. ¿Sería del susodicho? La olisqueó y sus fosas nasales se vieron invadidas por el intenso aroma de una colonia masculina que juraría haber percibido antes, pero su cerebro estaba tan embotado que no era capaz de identificar dónde, así que la identidad del dueño de la habitación, seguía siendo un misterio. Reuniendo todas las fuerzas que una podía tener un sábado de resaca, decidió salir de la cama y ponerse a investigar, porque quería encontrar la respuesta antes de marcharse y además, localizar todas sus pertenencias para poder huir de lo que ella ahora mismo percibía como la escena de un crimen del que se arrepentía a todos los niveles.

Sintió el tacto del suelo frío en la planta de los pies y se permitió inspeccionar el lugar por unos minutos. Estaba todo demasiado ordenado, como si no viviera nadie allí o quién lo hiciera, fuese un maniático del control. Lo único que desentonaba era la cama deshecha y su ropa de la noche anterior, desparramada al lado de la única mesilla de noche que había, en el lado derecho de la cama.

Se aproximó a recogerla para vestirse y marcharse de allí lo más rápido posible, no quería que el dueño de la vivienda llegase y la encontrase aún pululando por allí, Samantha quería evitar un momento incómodo para ambos a toda costa.

Vio que su móvil estaba cuidadosamente guardado entre la tela del vestido y le dio mentalmente las gracias a su yo de la noche anterior por ser cautelosa con esas cosas, aún estando en un estado lo suficientemente denigrante como para no acordarse de nada en esos momentos.

Como agua y aceite Donde viven las historias. Descúbrelo ahora