Se ajustó correctamente la coleta. El maquillaje estaba en su sitio y suspiró con hastío. Ahora mismo, lo que más le apetecía en el mundo, era pedir un kebab y tumbarse en el sofá a ver reposiciones de esas series tan malas que te dan ganas de llorar.
Pero la vida, o más bien su amiga Maialen, tenía otros planes. Había decidido que como este año no iría a visitar a su familia por navidad porque quería tomarse tiempo para sí misma y poner en orden su vida sin preguntas indiscretas, había organizado sin consultar, una cena improvisada para presentarle a su nuevo novio, porque al parecer no sabía lo que significaba uno mismo.
Rodó los ojos recogiendo un poco el baño como pudo, porque sabía que venían también con Oier, el hijo que su amiga había decidido criar sola hacía unos años cuando su última relación seria fracasó estrepitosamente por el tema de la paternidad y el pequeño probablemente le pondría la casa patas arriba.
Una cosa que admiraba de la castaña, era la forma que tenía de ver la vida, de decidir que ahí se plantaba ella y que una vez tomase una decisión, no había marcha atrás.
Había tenido un niño porque uno de sus mayores deseos siempre había sido ser madre y como no encontraba a nadie que lo tuviera con ella, lo había hecho por su cuenta porque había decidido simplemente que nadie le iba a arrebatar ese sueño.
El reloj marcaba las nueve y veinte, así que debían de estar al caer. Cuando decidió que la casa estaba más o menos presentable, se dirigió a su habitación y miró la parte superior del armario con un suspiro, pensando cómo le haría creer al niño que Papá Noel había entrado en su casa y había dejado ese regalo explícitamente para él.
Se subió a la banqueta que tenía en un rincón para facilitarle la tarea de limpiar esa zona o coger la maleta cada vez que se iba de viaje y cogió el paquete envuelto con cuidado.
A pesar de que las manualidades no eran su fuerte y no sentía gran pasión por los niños, porque le resultaban ruidosos y pegajosos, todo lo que hacía para Oier, lo preparaba con cariño y esmero, pues aquel chiquillo era la excepción a su política de infantes no. Maialen la había nombrado a ella tutora legal en caso de que le pasase algo y eso le hacía sentirse responsable y querer cuidar a ese niño como si fuera suyo.
Un pensamiento cruzó su cabeza y se acordó del otro tutor, el amigo de la infancia de la castaña, Flavio. No se llevaban muy bien, de hecho, sus carácteres no encajaban muy bien y rezó porque a su amiga no le pasase nada, porque definitivamente, si no sabría cómo cuidar a un niño, menos teniendo que añadir a esa persona en la ecuación.
Antes de bajarse, sus dedos rozaron otra cosa. Lo tomó entre sus manos y lo acarició, con todos los recuerdos volviendo a ella de golpe. La única camisa que Arnau había dejado atrás antes de su partida. Y lloró.
Lloró deseando que la teoría del Big Crunch fuera cierta. Aquella investigación que dice que la expansión del universo no es infinita y que ésta, en algún momento, revertirá la marcha, hasta que todos los elementos que conforman el universo y toda la materia se comprima en una singularidad espacio-temporal. Haciendo que el tiempo como lo conocemos, ocurriese justo al revés.
Permitiéndole así volver a vivir todo lo que compartió con él. Desde la última caricia aquel día de enero, pasando por la primera vez que escuchó uno de sus absurdos monólogos, hasta llegar a cuando vivía en la ignorancia de su existencia.
Se dijo a sí misma que no debía echarse a llorar o no pararía. Además, Maialen y Oier se preocuparían, por no hablar de la mala impresión que le causaría al pobre hombre que en estos momentos, estarían arrastrando a la puerta de su casa.
Justo como si los hubiera invocado, el timbre sonó, dándole a entender que no tenía más tiempo para disfrutar de su vieja amiga soledad y que era hora de exhibir su mejor sonrisa, porque la navarra jamás le perdonaría que no se mantuviera entera durante una cena de navidad en la que estuviera su hijo presente.
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Como agua y aceite
FanfictionNunca se han llevado bien, aunque ella lo intenta, haría lo que sea por Oier. A él le da todo igual y ella solo le resulta insufrible porque siempre parece tener una crítica en la boca. Pero el destino se empeñaba en juntarlos e iban a tener que a...