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Por combustión espontánea se entienden los casos de un objeto que, sin razón aparente, aumenta su temperatura rápidamente de forma interna, para posteriormente producir la ignición, transformando ese calor extremo en llamas.
Estaban a lunes. Madrid parecía haberse despertado bajo un manto gris de nubes que solo auguraba lluvia, e incluso tormenta, por lo que su semana no parecía empezar de la mejor de las maneras.
Seguía pensando en el sábado. Parecía que su mente se había quedado allí a vivir, porque no podía parar de rebobinar en su cabeza aquella mirada que parecía que de un momento a otro iba a terminar por quemarla o esas manos, que la tocaban con delicadeza, como si cuerpo fuese un instrumento nuevo del que quisiera descubrir todos los acordes.
Se decía a sí misma que era porque llevaba cinco años sin intimar con nadie y su cuerpo había reaccionado por pura necesidad, casi instinto. Era lo que se decía cada vez que volvía a sentir su tacto y mordiéndose el labio, se encontraba a sí misma al límite de su autocontrol y con el impulso de sacar el móvil y llamarlo. Había vuelto ese pensamiento su mantra, porque era lo mismo que le había dicho a Maialen cuando al día siguiente, le había contado lo sucedido y la castaña le había contestado que se alegraba de que por fin se hubiera dado cuenta de la atracción física que parecía latir de manera subyacente entre ella y Flavio.
Ella no quería aceptarlo, no podía porque no lo entendía. Se trataba de una persona que se empeñaba en hacerle la vida imposible, que había ideado una especie de plan maestro para enamorarla y romperle el corazón; alguien que incluso había llegado a humillarla. Comenzaba a creer que algo estaba mal con ella, porque solo parecían llamarle la atención los hombres que dejaban bastante que desear. La navarra, cuando la rubia le había confesado ese miedo, temerosa y con un hilo de voz, como una niña pequeña a la que le da pavor irse a dormir por si hay un monstruo en el armario; solo pudo negar con la cabeza y recordarle que el muchacho valía la pena, que solo tenían que encontrar el modo de dejar a un lado sus diferencias.
Así que en esas estaba. No podía concentrarse en nada pero tampoco encontraba el valor suficiente para dar el paso y tratar de quitarse la curiosidad, que hormigueaba en su interior, como si fuera una olla llena de agua hirviendo que en cualquier instante se fuese a desbordar. Y al mismo tiempo, no quería encontrar las fuerzas necesarias para afrontar lo que estaba sucediendo, porque tenía la sensación de que traspasar el límite con el moreno significaba traicionar a sus principios y a sí misma, por no hablar de que significaba entregarle en bandeja de plata, una gran ventaja en lo que a su trato se refería. Porque sí, podría hacer desaparecer la tensión que amenazaba con tragársela cada vez que lo tenía alrededor, pero con un coste a pagar tan elevado, que le resultaba aterrador.
Se sentía como un feligrés que no quiere acudir el domingo a la iglesia porque sabe que ha pecado y sabe a conciencia que será castigado y juzgado, como un político que ya ha perdido por completo su integridad y su honra por haber robado y no tiene el coraje de confesarse y renunciar a su cargo.
Se sentía sucia, como si le hubieran dado un baño con algo corrosivo, que se te queda pegado y para quitártelo, tienes que desollarte viva. Porque por mucho empeño que quisiera poner en olvidarlo, era incapaz de deshacerse de la sensación que la invadía en momentos de soledad como aquel, esa que le propiciaba el fantasma de sus besos y sus dedos recorriendo su piel, aventureros, ávidos, diestros y traviesos.
Pero al mismo tiempo, batallaba con el interrogante de saber qué hubiera sucedido si no le hubiera frenado a tiempo, si hubiera cedido a los deseos de su fuero interno y les hubiera dado a ambos la potestad de morder la manzana y saborear su jugo, si le hubiera permitido arrancarle a base de caricias, la partitura que correspondía a la melodía que desde hacía cinco años, solo tocaba para sí misma en la intimidad de su cuarto, porque Arnau ya no formaba parte de la banda y no había tenido ganas de convocar audiciones para buscarle un sustituto.
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Como agua y aceite
FanfictionNunca se han llevado bien, aunque ella lo intenta, haría lo que sea por Oier. A él le da todo igual y ella solo le resulta insufrible porque siempre parece tener una crítica en la boca. Pero el destino se empeñaba en juntarlos e iban a tener que a...