No sabía cómo debería sentirse. Pensó que estaría peor, que se subiría por las paredes o querría arrancarse la piel a tiras, pero no se arrepentía ni un ápice de ese momento suspendido en el tiempo. Pensó que se odiaría a sí misma, pero se sentía como si hubiera alcanzado la catarsis que llevaba tiempo buscando.
No habían vuelto a hablar porque simplemente, no sabían qué decirse. No sabían cómo comunicarse sin sentir que aquella atmósfera salvaje e íntima, se apoderaba de ellos y eso les daba miedo. Miedo porque parecían haber rozado un punto de no retorno con los dedos. Y aquello ya no se trataba de apuestas o tratos clandestinos. Se trataba de algo mucho más grande, que sin pedir perdón ni permiso, fluía entre ellos, manteniéndolos en vilo.
Su única toma de contacto, había sido esa misma mañana, cuando a pesar de la que lo había propuesto había sido ella, él había tomado la delantera y había reservado una mesa en el restaurante que le pareció más apropiado, mandándole la hora y la dirección a la que tendría que acudir esa misma noche, escrito en un escueto mensaje de texto, seguido de otro que le pedía que se vistiera de gala.
Aquello le había sacado un poco de quicio, porque ella se conformaba con una hamburguesa en un sitio al que pudiera acudir con cualquier cosa que encontrase por su habitación, pero al parecer el navarro prefería hacer las cosas sin consultar a pesar de que la rubia había puesto más de una objeción, que al final habían sido en vano.
- O sea, que te gusta. - Acusó Maialen con los ojos entrecerrados, recostada sobre el imponente sofá que presidía el salón de Flavio. Él se encogió de hombros, tratando de parecer indiferente, pero después apartó la mirada, como si fuera un perro al que su dueño alecciona porque lo ha encontrado jugando con algo que se sabía prohibido.
Cualquier persona lo hubiera pasado por alto, pero la castaña no. Conocía a ese hombre como la palma de su mano, porque habían acabado sabiéndose como hermanos que no comparten apellidos, pero podrían reconocer cualquier cambio mínimo en el otro, incluso con los ojos cerrados. Así que, aún así como se encontraba, estando encogido como un niño asustado, le seguía pareciendo un libro abierto en el que podía leer con claridad la dualidad de su lucha interna.
Maialen podía apostar sin quemarse, a que se estaba torturando. Martirizado porque su deseo de venganza extremadamente arraigado seguía ahí, latente y amenazando con saltar en cualquier momento, como una bomba que puede explotar y arrastrar con ella a miles de personas, sin dejar supervivientes.
Pero por otro lado, Samantha parecía haber vuelto a despertar al chiquillo de dieciocho años con corazón puro y sin mala intención, ese que se había quedado fascinado con ella según la vio, porque desconocía absolutamente todo sobre el amor. Situación que creía que había sobrepasado con el tiempo y los años de experiencia, además de la innumerable cola de faldas que había hecho desfilar frente a su puerta, pero lo sucedido el otro día, esa sensación de novedad y electricidad que les recorría como una onda expansiva, le hizo darse cuenta de que a pesar de todos los esfuerzos por dejar de ser un ignorante y desconocer lo que el amor te puede traer o regalar, aún lo hacía.
Todavía era esa versión de sí mismo en primero de la ESO que no ha dado su primer beso, ese niño vuelto hombre que no ha perdido su buena fe en la humanidad e inocencia; ese yo del pasado que Flavio creía haber enterrado en el fondo de su corazón y se esforzaba a toda costa por mantener preso en su jaula de latón. El que había sufrido y que durante los últimos años, solo parecía poder salir con su familia, con la castaña a la que no tenía sentido ocultarse y con Oier, porque en el fondo, aquel niño que hablaba de la rubia con tanta admiración, tenía un gran mundo interior y parecía sentirse más canal de transmisión de música, más partitura que persona, le recordaba a él.
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Como agua y aceite
FanfictionNunca se han llevado bien, aunque ella lo intenta, haría lo que sea por Oier. A él le da todo igual y ella solo le resulta insufrible porque siempre parece tener una crítica en la boca. Pero el destino se empeñaba en juntarlos e iban a tener que a...