Oier estaba empezando a tener un período rebelde. No parecía aceptar del todo la relación de su madre con Jon y tendía a desafiarle en el aula.
Maialen estaba desesperada porque ni siquiera podía salir a dar un paseo con él sin que el niño montase una escena y le hiciese sentir culpable por plantearse buscar una vida un poco más allá de su hijo, que por supuesto, era lo que más quería en este mundo, pero como mujer adulta, también tenía sus necesidades, aunque era consciente de que no era algo que le pudiera decir a su hijo de cuatro años.
Por ello en cuanto Flavio se ofreció a hacer de canguro con el fin de impresionar a la chica con la que llevaba saliendo desde antes de navidad (todo un reto para él, aunque estaban en febrero), la castaña no había tardado en aceptar la oferta, no sin antes advertirle a su amigo que no iba a ser tarea fácil, a lo que él respondió que dudaba mucho que cuidar a un niño tan bueno como el suyo, fuese a tener alguna dificultad. Total, pensaba ponerle los dibujos y dejar que se saltase la fruta en la merienda.
Maialen se lo hubiera pedido a Samantha, pero ese día tenía una reunión en la que se jugaba el ascenso a un puesto importante y no quería echarle más cosas en el plato de las que ya tenía, por lo que se vio obligada a recurrir a la segunda opción, con bastante miedo y pensando que los hombres llegaban a unos extremos un tanto absurdos con tal de impresionarlas.
Mientras le llevaba escaleras arriba de aquel lujoso bloque de pisos de las afueras, le echó una especie de sermón, pidiéndole por favor que fuese tan bueno como siempre y diciéndole que solo iba a hacer unos recados y que volvería enseguida, pero el niño no la creía. Estaba convencido de que iba a salir con su profe y por eso estaba enfadado. Porque siempre habían sido su madre y él contra el mundo y ahora tenía que permitir la entrada de una persona ajena a su pequeña familia.
No era por Jon en sí, porque su tutor le caía muy bien, pero se había acostumbrado a que todos los hombres que entraban en la vida de su mamá, acabasen saliendo de ella. Y por eso, a pesar de su corta edad, Oier sentía la necesidad de proteger a su madre, porque odiaba verla triste, con sus preciosos ojos marrones llenos de lágrimas, pero intentando mantenerse firme por él.
Llegaron a la puerta del apartamento en el que tendría que pasar la tarde y se cruzó de brazos, la situación no le hacía nada de gracia. La navarra ignoró por completo la pataleta de su hijo y llamó al timbre, porque sabía que si le prestaba algo de atención, la culpa acabaría por comérsela y nunca tendría un poco de tiempo para sí misma.
La puerta de madera maciza se abrió, revelando a un sonriente Flavio, acompañado de una chica morena que asomaba curiosa detrás de él. Cuando reparó en la presencia de Oier, le dirigió una sonrisa demasiado exagerada que provocó que la poca gracia que le hacía todo aquello, se disipase por completo.
- ¡Oier! ¡Hola, crack! Hace mucho que no nos vemos, ¿me das un abrazo? - Dijo él con un tono jovial y alegre, esperando que así le resultase más fácil pasar la tarde en una casa ajena y con dos desconocidos, porque desde la llamada de Samantha, se había dado cuenta de que no pasaba tanto tiempo con el pequeño como debería, razón por la cual se había ofrecido de canguro.
El menor lo miró, parpadeando.
- No. - Contestó con sequedad, para después esbozar una sonrisa traviesa. El mayor lo miró con perplejidad y su madre empezaba a replantearse si aquello era una buena idea.
- Oier, bichito, deberías darle un beso a tu tío. - Lo pidió en tono conciliador, pero también con un toque demandante. Incluso se agachó para mirar directamente a los ojos de su hijo, dedicándole una de esas miradas de madre que van cargadas de reproche y que quieren decir algo así como: yo no te he educado así. Pero al más joven le dio igual.
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Como agua y aceite
FanfictionNunca se han llevado bien, aunque ella lo intenta, haría lo que sea por Oier. A él le da todo igual y ella solo le resulta insufrible porque siempre parece tener una crítica en la boca. Pero el destino se empeñaba en juntarlos e iban a tener que a...