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—Así que vas a un campamento de verano —dice mamá mientras se lleva el tenedor a la boca. Estamos cenando los tres y papá le ha mencionado lo del campamento.

—Sí —susurro, moviendo la comida con el tenedor.

—¿Tienes la factura del pago? —pregunta, y dejo de mover la comida.

—Mónica. —Papá la mira y ella me señala.

—¿Qué hay de malo en lo que he preguntado? Ni tú ni yo confiamos en ella.

Suelto el tenedor con desgana y me llevo las manos a la cabeza.

—Un poco de confianza no te vendría mal —susurro sin ánimos.

—Contigo, no gracias —suena molesta, y no es para menos. Papá me transfirió el dinero sin decirle nada y se lo contó cuando ya todo quedó "arreglado". El dinero sigue en mi cuenta y no planeo gastarlo. Cuando cumpla la mayoría de edad y pueda seguir en la gira sin problemas los dos meses que faltarían para que termine, tengo planeado devolvérselo.

Papá no me pidió un recibo y creo que lo hizo para intentar mostrarme que confía en mí.

—Yo con... confío en ella, así que deja de insistir y déjanos cenar en paz —Le cuesta decirlo y es fácil darse cuenta por la forma en que me mira, intentando demostrarme que él cree en mí, pero en el fondo sé que no es así y duele..., duele demasiado, sobre todo porque sí les estoy mintiendo.

—Se me ha quitado el apetito. ¿Puedo irme? —pregunto.

Él se saca las gafas, frotándose los ojos con frustración.

La situación es incómoda para todos.

—Ve —dice y me pongo de pie.

Estoy a punto de llegar a las escaleras cuando la voz de mamá me detiene.

—¿Cuándo te vas?

—El fin de semana. Papá va a llevarme.

—No te he preguntado eso.

—Lo sé, pero lo digo por si la duda sigue rondando en tu cabeza.

—No me hables así.

—Respétame para que yo pueda hacer lo mismo contigo —La señalo—. El ejemplo empieza por ti.

—Si fuera así, no habrías cometido los errores que cometiste hace un año.

—Lo dices como si hablar contigo fuera sencillo. No eres una madre a la que se le pueda decir cualquier cosa sin recibir un grito a cambio, así que no me vengas con excusas baratas.

—¡Lárgate! —grita, golpeando la mesa con la palma de su mano.

—¡Con mucho gusto!

Subo corriendo las escaleras y cierro la puerta de mi habitación de un portazo.

No llores, no llores...

—Eres más fuerte que esto —susurro, pero una lágrima resbala por mi mejilla y la limpio con un manotazo.

Los gritos desde abajo no se hacen esperar y decido ignorarlos acostándome en la cama, tomando una de mis pastillas para la ansiedad y poniéndome los audífonos. Luego, tomo el permiso para la gira, en donde se encuentra la firma de papá.

No es difícil hacerlo.

Descubrí unos papeles plegables especiales que permiten que cualquier texto o firma realizada a mano se transfiera de forma impecable al papel que se encuentra oculto detrás, creando la ilusión de una firma original y auténtica.

| 1 | LOVE: LA NOTA PERFECTA ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora