Prólogo
—No lo entiendo.— expresa Minerva, de pie frente a los otros cinco y cruzada de brazos, observando al joven Blythe.— En serio no lo pilló.
El azabache, sentado en el sillón reclinable de cuero negro, suelta un suspiro.— ¿Qué no entiendes?
La castaña —cuyo cabello está recogido en una coleta alta, cada hebra ondulada moviéndose al tiempo que ella se movía— lo mira escéptica.— Bromeas, ¿no? Lo que dices no tiene nada de sentido. ¿Ir a una fiesta en la mansión de los Barry? ¿De verdad?
Gilbert sabía que convencer a todos sus amigos iba a ser más difícil de lo que creyó al momento de sugerir la idea, aquella tarde, en la bodega abandonada donde se reunían todos los días después de clases.
Y Minerva con su inminente odio hacia los Barry empeoraba las cosas.
—La entrada es libre.— soltó él con simpleza, encogiéndose de hombros.— Puede ser divertido.
—¿Divertido?— habló Josie Pye, sentada en el sofá-cama rojo, junto a la rubia de pecas.— ¿Seguro que no fumaste algo antes de venir?
Moody, parado frente a la mesa de ping-pong y con raqueta en mano, soltó una carcajada.— Nah, Gil sigue siendo una nena que se niega a conocer a María.
Cole, al otro lado de la mesa, resopla.— Yo me conformaría con que dejarás de fumarla mientras estamos aquí.
—Agradece que me quede sin dinero para comprar más.
—Yo agradecería que cerraran el pico.— los calló Minerva, viéndolos con enojo.
Es que ella podía adorar a sus amigos, pero cuando se le agotaba la paciencia, ni el diablo podría aguantarla.
—Deja esa agresividad.— musitó el joven de rizos, levantándose y tomándola de los hombros.— Estás muy alterada, todos lo hemos estado últimamente, por eso pienso que ir a una fiesta nos haría bien, necesitamos relajarnos.
—Tal vez tiene razón.— vociferó por primera vez en esa tarde Ruby, con su usual tono de voz de niña de doce años, cuando en realidad ella ya tenía dieciocho.
Los demás permanecían callados, ahorrándose cualquier opinión al respecto. Algunos temían recibir un golpe por parte de la castaña —en el caso de Cole y Moody— mientras que a otros no les interesaba el tema —como a Josie—.
—Bien, es cierto, pero sigo diciendo, ¿por qué ir allá? Ellos nos han tratado como basura desde la escuela, no van a querernos en su fiesta de niñitos de papi.
Todos los presentes en esa bodega lo sabían, porque más allá de su odio por aquellos ricachones que se creían mejores que ellos, lo que los había unido fue el maltrato que sufrieron por culpa de ellos.
—Min tiene razón, Gil, ¿vamos a ir para que nos insulten? Ya tenemos suficiente de eso en la universidad.— le recordó Moody.
—Y en cualquier otro lugar al que vayamos.— enfatizó Cole, recibiendo apoyo por parte de todos.
Se estaba quedando sin excusas. No sabía cómo carajos lograría que sus amigos lo acompañaran a aquel evento social, es que él iría solo, sin embargo, las multitudes le ocasionaban pánico y sabía que no duraría ni una hora allí sin ellos.
Podría decirle la verdad a su mejor amiga, así ella se compadecería de él y convencería a los demás de ir.
—¿Es por lo que dije la otra vez?— cuestiona ella, interrumpiendo sus pensamientos, él frunce el ceño, ya hasta se había olvidado de la discusión que habían tenido el día anterior.— Porque si quieres hacerme sufrir, hay otras formas.
ESTÁS LEYENDO
Losers | Shirbert.
RomanceGilbert y sus amigos han vivido con la etiqueta de perdedores desde que eran niños. La vida les enseño de la peor forma que poco se puede llegar a confiar en las personas. Pero aquel paradigma cambia para él cuando Anne Shirley-Cuthbert aparece en s...