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Y seguimos como antes.

La alarma predeterminada en el móvil de Anne suena a las cinco de la mañana en punto, ni un minuto más, ni otro menos, reproduciendo la canción Rock Bottom de Hailee Steinfeld a todo volumen y aunque generalmente ella se levanta antes de la alarma, esa mañana fue diferente.

No la aplazó una vez. La aplazó más de seis veces, perdiendo así media hora de su tiempo.

Hasta que Marilla abre la puerta, su expresión de asombro haciendo acto de presencia al ver que la ojiazul sigue en cama.

—¡Anne Shirley-Cuthbert!

La pelirroja se sobresalta al instante.— ¡Yo no me comí tus panes de ciruela!

Marilla parpadea, procesando ese nuevo dato.— ¿Fuiste tú la que se comió los panes de ciruela?

Ella agacha la cabeza.— No...

La mayor de los Cuthbert suelta un bufido, enfadada.— ¡Mandé a comprar trampas para roedores por tu culpa, Anne!

Genial, porque claramente la mejor forma de empezar un día era con un regaño de su gruñona madre adoptiva.

—Olvídalo, ve ya mismo a ducharte y cambiarte, se te hará tarde para tomar el autobús.

Su bichito de la curiosidad soltó un bostezo, recién despertando y vociferando un ¿autobús? ¿por qué quiere que vayamos en autobús?

Luego de bostezar ahora ella, se restriega los ojos, aclarando su mente.— ¿A qué te refieres con tomar el autobús, Marilla?

En respuesta, lo primero que hace la mayor de la casa es encender la luz, encandilando a la joven Shirley y logrando que vuelva a taparse con la sábana.— A lo que escuchaste, Matthew tuvo que viajar a Charlottetown, por lo tanto, debes irte en bus a la universidad.

¿Irse en bus? Pero...

Anne volvió a quitarse la sábana de encima y tomó su móvil, confirmando que ya eran las cinco y cuarenta de la mañana y en veinte minutos pasaría el único bus que la dejaría a tiempo a su clase de siete.

—¡Es tarde!, ¡es tarde!, ¡es tarde!

Así es como se levanta de la cama más rápido que Flash, se da una ducha, cepilla los dientes, se viste con un crop top naranja de tiras, jean oscuro y cinturón marrón, corriendo a la velocidad de la luz hacia la puerta y saliendo de la casa, sin siquiera darle un bocado a su desayuno.

—¡Niña, espera! Al menos llévate un... pero que estoy diciendo, si se comió toda la canasta, de milagro no le dio indigestión.— espeta la dueña de la casa, volviendo a tomar asiento en el comedor y bebiendo su café.

Mientras que ya afuera de la casa, el bus —estacionado en toda la esquina de la cuadra— comenzó a avanzar rápidamente, provocando que la joven de pecas aumentara la velocidad y empezara a gritarle al conductor, sin éxito, porque el bus desapareció por la carretera y en su lugar, terminó tropezando con una imperfección de la acera y cayendo sobre sus manos.

Auch.

Minerva, que salió al escuchar su alboroto, fue a socorrerla en menos de lo que canta un gallo.

—¿Estás bien?— pregunta, tomándola de la mano y ayudándola a ponerse en pie, al ver que asiente, vocifera:— ¿Qué tal besa el suelo?

La ojiazul soltó una carcajada.— Exquisito.

Ambas se devuelven a casa de la castaña para curar los raspones que se alcanzó a hacer la pelirroja y luego, al explicarle porque persiguió el autobús, la joven Ramsey le dijo que ella la llevaría en su Volvo S60 negro, dando pie a una conversación en el camino.

Losers | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora