La fogata.
—Debes estar bromeando.— vocifera la hija de William Barry, dejando su celular a un lado y viéndola con su ceño fruncido.
Pero no era cualquier ceño fruncido. Era el de Diana, que siempre lucía elegantemente sin importar si lo fruncía por enojo, desconcierto o asco.
En otras palabras, lucir como princesa le era tan natural como respirar.
—No, no lo es.— responde la pelirroja, cerrando su laptop y girándose con la silla de su escritorio, para encararla.— ¿No fuiste tú la que dijo que quería ir a la playa?
—Confirmo.— espeta Roy, acostado en el puff de forma de margarita, con los ojos cerrados.
Diana, sentada en la cama, rodó los ojos.— Gracias por tu apoyo, Gardner.
El mencionado asiente, ignorando por completo el notorio sarcasmo de la pelinegra.— De nada, vuelva pronto.
Inhalar y exhalar, cerrando los ojos y contando de uno hasta diez, era algo que la madre de Diana le había enseñado para calmarse cuando siente que está por perder los estribos.
Es por eso que había adquirido una paciencia celestial a través de los años.
—¿Y bien?— preguntó pacientemente la ojiazul, haciendo un puchero al momento en que su amiga abre los ojos y voltea a verla.— Te prometo que será divertido.
¿Divertido? ¿Ir a la playa a compartir un rato con las personas a las que lleva años tratando de perdedores será divertido?
Al ver que seguía sin convencerla, Anne busca apoyo en su amigo de ojos verdes.— Haremos cientos de cosas, como asar malvaviscos, contar historias, jugar con la arena... Incluso podemos enterrar a Roy, ¿verdad?
Él frunce el entrecejo ante su sugerencia.— Claro que no, pero podemos enterrarte a ti y hacerte por encima un cuerpo de sirena, quedarías perfecta, Ariel.
El gruñido de Anne provoca una carcajada por parte de Gardner.— Muy gracioso.
La joven Barry intercala su mirada entre los dos, con cautela.— ¿En serio quieres ir con Gilbert y sus amigos?
Claramente esa pregunta iba dirigida para el único hombre en la habitación.
Decir que el asentimiento por parte de él, la toma desprevenida, es poco.
—¿Por qué?— cuestiona ella, sin entender como su amigo en serio quería encontrarse con quienes seguramente lo sacarían a patadas tan solo verlo.
—Porque quiero ofrecerle una disculpa a Moody por haber sido un imbécil cuando niños, bueno, a él y a los demás, aunque cuando empezamos la secundaria, no volví a meterme con ellos como hicieron los Stuart y los Andrews, pero quiero enmendar lo que hice en el pasado.— confiesa finalmente él, recibiendo una mirada llena de orgullo por parte de Anne.
Patidifusa podría ser una de las palabras que la joven Shirley usaría para describir el estado actual de su mejor amiga.
De todas las respuestas posibles, en serio esa era la que menos esperaba.
—Creo que al igual que Roy, podrías aprovechar esta oportunidad para disculparte.— masculla Anne, levantándose y tomando asiento junto a ella en su cama.— Sé que te perdonarán cuando vean lo arrepentida que estás.
Luego de un sepulcral silencio que para los otros dos jóvenes en la habitación se estaba sintiendo eterno, Diana soltó un suspiro en señal de derrota.
—Bien, iré, pero sobre disculparme, no te prometo nada.
Para la joven de pecas eso era suficiente —al menos, por ahora, ya que tarde o temprano convencería a su alma gemela de redimirse—, por lo cual, se lanzó con los brazos abiertos para darle uno de sus abrazos de oso.
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Losers | Shirbert.
RomanceGilbert y sus amigos han vivido con la etiqueta de perdedores desde que eran niños. La vida les enseño de la peor forma que poco se puede llegar a confiar en las personas. Pero aquel paradigma cambia para él cuando Anne Shirley-Cuthbert aparece en s...