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A luchar por lo que es justo.

Anne Shirley-Cuthbert era por naturaleza, una persona que prefería hacer las cosas de golpe y después pensar en las consecuencias subyacentes de aquellos actos que realizaba debido a su impulsividad.

Hasta ella se sorprendió de sí misma cuando decidió que la mejor forma de enfrentar lo sucedido con Josie después del juego, era yendo a la oficina del rector y explicarle la situación de manera educada y respetuosa para que él buscara una solución adecuada y justa.

Se arrepintió en el instante en que aquel hombre de traje gris y corbata azul le cerró la puerta en la cara cuando mencionó lo ocurrido, así sin más.

Si Diana no la hubiese movido hacia atrás, en estos momentos tendría una nariz rota y tan roja como la de un payaso.

No hace falta mencionar que eso la hizo enfurecer a más no poder, logrando así que la actitud racional que estaba teniendo, desapareciera en menos de un parpadeo, pasando a la usual agresividad que manejaba cuando veía que se estaba cometiendo una injusticia.

Ni siquiera pudo disfrutar el hecho de que Gilbert la haya tomado en sus brazos y la cargara sobre su hombro como a un bulto de papas, porque claro, parecía el mismísimo demonio de Tasmania.

Pero si ellos pensaban que las cosas iban a quedarse así, entonces no sabían de lo que la joven Shirley era capaz.

El joven de rizos solo la soltó cuando todos estuvieron en el estacionamiento, dejándola en la acera, con sus manos aun en su cintura, como si no quisiera soltarla aún.

Y esa quizás era la oportunidad que el universo le estaba dando para hablar con él.

Excepto que toda su atención se desvió a la joven Pye.

—Quiero irme a casa.— susurro Josie con cansancio, recostando su cabeza en el hombro del castaño.

Moody le acarició suavemente el cabello.— No te preocupes, iremos ya mismo, yo te llevo.

La pelirroja se separó del azabache y se interpuso en el camino de esos dos.— Aguarda un segundo, no vas a dejar que este asunto se quedé así, ¿verdad?

—¿Qué pretendes hacer ahora?— cuestionó Cole, sacando las manos de los bolsillos de su saco rosa y acomodando su gorra negra.

—Claramente hacer una denuncia. No podemos dejar que él se quede sin un castigo por lo que hizo.— vociferó Anne, en búsqueda de apoyo por parte de los demás, que permanecían en silencio.

Roy fue el primero en acercarse, ninguno quería activar al Shirley Tasmania otra vez.— Sé que lo que voy a decir no te va a gustar, pero sin pruebas, no van a creernos.

Antes de que pudiera objetar ante eso, Minerva la interrumpió.— Odio admitirlo, pero él tiene razón.

La ojiazul los observa, incrédula.— No hablan en serio.

Diana intenta poner una mano en el hombro de su amiga, la cual, la pelirroja aparta, visiblemente afectada.— Escucha, todos aquí queremos justicia tanto como tú, es solo que...

—¿En serio? Porque con su pesimismo no lo están demostrando.— espeta ella, enfadada.

—No es ser pesimistas, al contrario, es ser realistas.— le responde la castaña, cruzándose de brazos.— No tenemos pruebas contra Billy, solo la palabra de Josie...

Es el turno de ella de interrumpirla.— ¡Gilbert y yo somos testigos! Nosotros vimos lo que él le estaba haciendo, claramente vamos a apoyarla y... y también podemos...

Losers | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora