La justicia es coja, pero llega.
La palabra correcta para definir de alguna forma a la cuestión del tiempo, podría ser complejo, el tiempo es un algo tan, pero tan complejo, que podrán pasar años o siglos, incluso, y nos seguirá costando entenderlo.
Porque hay ocasiones en que los minutos se sienten como horas y las horas transcurren en un par de segundos. Como cuando estás disfrutando de estar viendo una serie o leyendo un libro, piensas en ver/leer solo un capítulo más y luego cuando te das cuentas, la noche pasó a ser día y ya has terminado la serie/libro.
Mientras que cuando estás en una clase que odias, porque te aburre el tema o porque no lo entiendes, motivos más, motivos menos, el tiempo pasa tan lento que sientes que lo está manejando una tortuga.
Algo así ocurrió un mes después de que Cole despertara en el Hospital General de Avonlea.
Hubo sucesos que ocurrieron en un abrir y cerrar de ojos, en tanto que otros se sentían como una eternidad.
Por ejemplo, la operación del joven Mackenzie solo duro un par de horas, pero para sus amigos que estaban afuera esperando que todo terminara, fue como si el tiempo se hubiera congelado porque sentían que no avanzaba.
Luego con los exámenes finales de la universidad, que llegaron en esa primera semana de diciembre, el tiempo era confuso porque, aunque necesitaban mil horas para estudiar correctamente, realizar trabajos y entregar proyectos, ya no estaba la tortuga controlando el reloj, sino que fue reemplazada por una liebre.
Ah, pero cuando quisieron que el tiempo pasara volando al momento de estar presentando los exámenes, la duración de dos horas, parecía de veinte.
—¡Ya no quiero estudiar más!— se queja el rubio, lanzando su libro sobre la historia del arte encima de la mesa de madera.
Anne y Ruby, que estaban sentadas frente a él, igual se encontraban agotadas.
Estaban todos reunidos en el bar de Bash, dispersos por todo el recinto, pues el dueño del local había salido junto a su esposa, la dulce Mary, a una visita médica para descubrir el sexo de su primer bebé.
Y aprovechando que Bash estaba más distraído que de costumbre, tomaron las llaves del bar y decidieron que ese día, aquel sería su sitio de estudio.
Vale aclarar que no tenía nada que ver el alcohol gratis, para nada.
—Apenas llevamos una hora aquí.— vocifera Minerva, sentada a unas mesas de distancia, a su lado se encuentra Roy, cuya mano derecha está tomando la izquierda de ella y con la otra va pasando de página en su libro.
—¿Una hora? Creí que ya llevaba tres horas leyendo esto.— chilla Josie con cansancio, imitando la acción del rubio de arrojar su libreta sobre la mesa.
Excepto que su libreta terminó cayendo encima de la pizza de Moody, con quién compartía la mesa.
—¡Oye, ten cuidado con mi comida!— gruñe el castaño, lanzando la libreta color lila de su amiga al piso y dando una mordida a su merienda.
—Pueden hacer silencio, por favor.— murmura un estresado Gilbert, quien era el único que estaba solo en una mesa, pues la tenía ocupada de libros, apuntes, tarjetas de estudio y dibujos.
Nadie en su sano juicio elegiría estudiar medicina por ser una carrera fácil, porque claro, no lo es.
A eso sumarle que el joven Blythe no iba a permitir que su perfecto promedio de carrera fuese arruinado por un mal examen.
Anne le observa a la distancia, queriendo abrazarlo y darle un millón de mimos para que deje de hacer esa cara de cachorro enfadado.
Solo que no le es muy factible porque en todo ese tiempo que han pasado, no han vuelto a intentar hablar sobre ese beso que tuvieron y no porque estuvieran evadiendo el tema.
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Losers | Shirbert.
RomanceGilbert y sus amigos han vivido con la etiqueta de perdedores desde que eran niños. La vida les enseño de la peor forma que poco se puede llegar a confiar en las personas. Pero aquel paradigma cambia para él cuando Anne Shirley-Cuthbert aparece en s...