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Empiezan los secretos.

El camino hacia el bar de Bash se volvería una costumbre en esa última semana para Anne y Royal —pues esa era su primera vez en ir—, porque, aunque la joven Shirley ya tuviese dieciocho años, su madre adoptiva jamás la dejaría ir a algún lugar sola, aun estando en un pueblo tan pequeño como Avonlea.

—¿Me recuerdas porque debo ir yo contigo?— cuestiona él, soltando un bostezo.

—Porque Diana ya le había prometido a Jane y Christine que iría con ellas de compras.— murmura la ojiazul con enfado. Y no, no estaba así por él, sino por su alma gemela.

Es que le disgustaba tanto que su mejor amiga estuviese dispuesta a cumplir el capricho de esas dos —como si Diana les debiera algo—, que no podía verlas ni en pintura y desde que conoció a Gilbert tuvo la fortuna de librarse de ellas, al menos la mayor parte del tiempo.

Él asintió, recordando que esa fue la excusa que ella le dio cuando le llamó por teléfono.— Así que vamos a ver a tu novio mientras está en su turno de mesero.

La joven de pecas puso los ojos en blanco.— Aun no es mi novio.

El castaño chasquea sus dedos, dándole la razón.— Cierto, ¿por qué?

Anne no supo que contestarle al instante. Sí, ya habían tenido una cita y se habían besado. Y estaba segura que nunca antes se había sentido así con nadie, pero eso, ¿ya significaba que tenían que formalizar las cosas?

—Porque nos estamos conociendo. Llevamos dos meses y una semana desde que empezamos a hablar y una semana saliendo desde nuestra primera cita. Solamente nos tomamos las cosas con calma, no le veo lo malo.— se encogió de hombros la ojiazul, sintiéndose muy lista al elegir con precisión las palabras correctas respecto a su situación actual con el futuro doctor.

Gardner la miró con desconcierto, pero luego asintió, volviendo en sí.—Es verdad. Admito que he disfrutado tanto de tu compañía que a veces olvido que recién llegaste al pueblo y no conoces a todos desde hace años como yo.

Aquel comentario hizo que el bichito de curiosidad que habita en la cabecita de Anne quisiera saber cómo llegó a ser su trato con Gilbert y sus demás amigos en el pasado.

Sin embargo, antes de que pudiera preguntarle, la puerta de su destino ya estaba frente a ellos. Como todo un caballero, Roy le abrió la puerta de cristal y la dejó pasar.

Los irises azules de la joven Shirley analizaban el recinto de esquina a esquina, el bar tenía un toque pintoresco, con mesas y sillas de madera de roble, un escenario para las bandas en vivo a mano izquierda y a la derecha estaba la barra.

Había poca gente, esto debido a que la hora pico empezaba desde las siete de la noche y apenas eran las tres de la tarde.

Cuando tomaron asiento en una de las mesas cerca de la barra, tanto Gilbert como Minerva, salieron de la parte trasera, el pelinegro caminaba con una bandeja que tenía una ronda de cervezas alemanas —al ver que la pelirroja había llegado, guiño un ojo en su dirección— mientras que la castaña llegó a tomarles la orden.

—Bienvenidos a BeerBash, ¿qué se les ofrece?— pregunta Min, con voz robótica.

Royal sonríe burlesco.— Wow, cuánta amabilidad.

La joven Ramsey pone los ojos en blanco, pero sigue sin mirarlo, voltea sus irises marrones a la ojiazul.— Si no sabes qué elegir, puedo traerte un menú.

—No, gracias, yo quisiera una Heineken, por favor.— pide amablemente Anne.

Ella anota su orden y comienza a caminar a la barra, la cara de enfado de Gardner hace que la pelirroja a su lado suelte una sonora carcajada.— Oye, disculpa, pero no tomaste mi orden.

Losers | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora