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Chantajear al chantajista.

Cuenta la leyenda que la amada y venerada princesa Cordelia fue derrocada de su trono, obligada a causa de dos malvadas y siniestras brujas que tenían en su poder a su otra mitad, la torturaban en su calabozo a las afueras de su reino.

Y ya que su cariño por ella era tan grande, sobrepasando la inmensidad del cielo, se entregó a merced de aquellas villanas, para rescatar así a su querida Reina de las nieves, pero a su vez, perdiendo a su amado príncipe Rizos encantadores y hundiéndose en una inmensa oscuridad.

Así es como Anne se imaginaba toda la situación actual, para sobrellevar todo el caos que estaba sintiendo tanto en su mente como su corazón.

Porque le dolía como la mierda que Gilbert Blythe pasara de largo cuando se lo topaba en la cafetería o por los pasillos, como si ella no existiera. Aunque claro, no podía esperar otra cosa por parte de él, después de todas las palabras horribles que le dijo, sería un milagro divino si él vuelve a dirigirle la palabra alguna vez.

Observarlo a la hora del almuerzo, cuando él estaba con sus amigos y ella en la mesa del horror, fueron las pocas oportunidades en que la mirada avellana de él se encontraba con la oceánica de ella, al menos los primeros días, ya que después la ignoraba por completo.

Aborrecía con todo su ser tener que estar compartiendo la misma mesa con las personas que la estaban chantajeando, pero no le quedaba de otra, todo sea por proteger a Diana.

Hasta que un día, la princesa Cordelia se cansó de estar sometida en la oscuridad y decidió buscar una forma de volver a la luz.

—Estoy cansada de esta situación.— expresó Anne, acostada sobre su cama, a un inexpresivo Roy, sentado en la silla giratoria de su escritorio. Él seguía sin mirarla hasta que ella se levantó de un salto.— Tiene que haber alguna forma de salir de esta pesadilla sin perjudicar a Diana.

—Claro.

La pelirroja comenzó a caminar de un lado al otro, su cabello rojizo recogido en una trenza muy mal hecha, vistiendo una camiseta básica blanca y unos pantalones de pijama color lila con corazones púrpuras.— Así que para empezar, vas a ayudarme, ¿cierto?

—Claro.— repitió él, aunque en realidad no le estaba prestando atención.

Ella continuó caminando en círculos, colocando su mano sobre su mentón, pensativa.— Tenemos que pensar como ellos, si es que en verdad piensan.

—Claro.

Al escuchar esa misma respuesta por tercera vez, la ojiazul volteó a verlo, percatándose que él mantenía la misma mirada perdida desde que llegó a su casa esa mañana.

—Y llegué a la conclusión de que deberíamos robar un banco y escaparnos a las Vegas.— murmuró Anne, cruzándose de brazos.

—Cla...

—¡Royal Gardner!— gritó la joven Shirley, enfurecida y logrando que el castaño se cayera de la silla por el susto.

Finalmente, él voltea a verla, ahora asustado como un bebé venado frente a un león.— ¡¿Y eso por qué fue?!

Ella le observa con furia.— ¡Por no prestarme atención! Creí que viniste a saber cómo estaba.

Él se levanta del piso, acomodándose su chaqueta negra y caminando hacia la ventana de la habitación.— Por supuesto que vine a verte, ¿a quién más vería aquí?

Ajá, y ella nació en Narnia.

Recobrando la compostura, la joven de pecas se acercó a su amigo, el cual, estaba sentado ahora en el marco de su ventana, observando la casa de enfrente.— Te aviso, que Minerva no se levanta hasta después de mediodía los fines de semana.

Losers | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora